Sam Altman, CEO de OpenAI, ha lanzado una afirmación que no deja a nadie indiferente: la inteligencia artificial, con ChatGPT a la cabeza, ya ha superado a los humanos en múltiples tareas -aunque no son pocos los que creen que esto es contraproducente-.
Pero lo realmente llamativo no es ese dato en sí, sino la manera en que lo plantea. No estamos ante un relato apocalíptico ni ante el temor al fin de la humanidad dominada por máquinas. Altman habla de una “singularidad suave”, un proceso gradual y pacífico en el que la IA se convierte en la herramienta clave para el progreso humano. “Estamos construyendo un cerebro para el mundo”, explicaba el propio Altman en un texto publicado el pasado 10 de junio.
Sam Altman, CEO de OpenAI, advierte sin rodeos: 'ChatGPT supera la inteligencia humana'
En ese manifiesto, recogido por Le Grand Continent, Altman describe cómo ChatGPT y sus sucesores no solo responden preguntas o redactan textos, sino que son capaces de generar conocimiento, diseñar soluciones científicas, programar, diagnosticar enfermedades, recomendar tratamientos e incluso orientar la creación de empresas desde cero. Para Altman, la superinteligencia ha dejado de ser una aspiración futura para convertirse en una realidad en marcha.
Lo más relevante de su visión es que esto no es solo un desafío tecnológico, sino también social y ético. La IA no debe ser solo poderosa, sino justa. Su acceso tiene que ser democrático, sin importar cuánto dinero tengas o dónde vivas, para que esté al alcance de todos. Altman se refiere a la necesidad de un nuevo contrato social, donde las decisiones sobre el futuro de la IA no queden en manos de unas pocas élites tecnológicas, sino de toda la sociedad.
El CEO reconoce que desarrollar herramientas como ChatGPT conlleva riesgos reales. Habla de la importancia de alinear esos sistemas con valores éticos humanos, evitando que se desvíen con el tiempo. También señala el enorme reto energético que supone mantener estas plataformas. Aunque cada consulta a ChatGPT consume solo una pequeña cantidad de energía, multiplicada por millones de usuarios diarios se vuelve un asunto crucial para la sostenibilidad.
Uno de los puntos más sorprendentes en el discurso de Altman es su apuesta por automatizar la propia creación de la inteligencia artificial, con robots diseñando y fabricando otros robots. No es ciencia ficción, asegura, sino un camino ya en exploración.
El objetivo es reducir el coste de la superinteligencia hasta igualarlo al de la electricidad, haciendo que usar IA como ChatGPT sea tan cotidiano como encender una luz. En cuanto al empleo, Altman es consciente de que la automatización acabará con ciertos trabajos, pero también generará nuevas oportunidades, más creativas y con mayor sentido personal. Para facilitar esta transición, propone medidas como la renta básica universal, financiada mediante impuestos al capital, de modo que el progreso no sea una amenaza para los trabajadores, sino un respaldo.
Lejos de dramatismos, Altman apuesta por una evolución suave. Confía en que la década de 2030 no traerá una ruptura radical, sino una adaptación continua. La inteligencia artificial será una extensión de nuestras capacidades, no un reemplazo. Más que perder el control, estamos entrando en una etapa de colaboración entre humanos y máquinas.
