La situación en Europa es tensa y preocupante desde hace meses. Las amenazas de Rusia y Putin a la Unión Europea -que recomienda a sus ciudadanos prepararse para lo peor- se han equistado hasta tal punto que hay una clara tendencia belicista en la industria y no son pocos los países miembros que se están rearmando.
Pero, ¿qué países serían los blancos de Rusia o cuáles son los que estarían más afectados? Mientras muchos se preparan de forma individual para lo peor, Putin señala con el dedo a unos pocos. Y para eso, hay que conocer a Sergei Naryshki, un hombre que no es una figura cualquiera en el engranaje del Kremlin.
Rusia advierte qué países serían los primeros en alzarse en armas si estalla una “escalada europea” del conflicto bélico
Cercano a Vladimir Putin desde hace décadas, ha transitado los pasillos del poder ruso con discreta eficacia, ocupando cargos de alto nivel como la jefatura de la Administración Presidencial (2008–2011), la presidencia de la Duma Estatal (2011–2016) y, desde 2016, la dirección del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), la agencia responsable de las operaciones globales de espionaje de Moscú.

Ahora, desde su posición como principal artífice del espionaje ruso, Naryshkin ha vuelto a prender las alarmas en Europa. En una entrevista concedida a la agencia estatal TASS, el veterano jefe de inteligencia ha lanzado una advertencia directa a Polonia y a los países bálticos: si el conflicto en Ucrania escala hacia una dimensión continental, ellos serán los primeros en pagar el precio.
“En caso de una agresión por parte de la OTAN contra Rusia o Bielorrusia, todo el bloque de la Alianza sufrirá. Pero los primeros en ser alcanzados, y con mayor dureza, serán aquellos que promueven ideas belicistas en sus élites políticas: Polonia y los Estados bálticos”, sentenció. Naryshkin también aseguró que tanto Rusia como Bielorrusia se encuentran “plenamente preparadas” para responder a una posible “escalada europea” derivada de la guerra en Ucrania, citando a la también estatal agencia RIA.
Sus palabras, formuladas con ese tono críptico tan habitual en la diplomacia rusa, han sido interpretadas por analistas occidentales como una amenaza velada a los aliados más expuestos del flanco oriental de la OTAN. La advertencia no es casual. Polonia y los países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania– comparten frontera directa con Rusia o Bielorrusia, y en los últimos años han intensificado su gasto militar y sus lazos con Washington y Bruselas. Para Moscú, ese refuerzo defensivo es interpretado como provocación.
Pero si el conflicto traspasa la frontera ucraniana y alguno de estos países es atacado, la respuesta occidental estaría prácticamente garantizada. El artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, piedra angular de la OTAN, estipula que un ataque contra uno de sus miembros se considera un ataque contra todos. Eso significa que, en teoría, el poder militar completo de la alianza –conformada actualmente por 32 naciones tras la adhesión de Suecia y Finlandia– podría activarse de forma fulminante.
Polonia, en la primera línea: Rusia amenaza al país con lo peor
Polonia, en particular, se ha consolidado como una de las voces más beligerantes dentro del bloque europeo frente a Moscú. No solo ha pedido el despliegue de armamento nuclear estadounidense en su territorio, sino que además comparte más de 200 kilómetros de frontera terrestre con Rusia a través del enclave de Kaliningrado, además de otros 22 kilómetros marítimos. En paralelo, tanto Varsovia como los países bálticos han elaborado planes para reforzar y minar sus fronteras ante un eventual avance ruso.

Desde el Kremlin, sin embargo, estos movimientos se presentan como parte de una retórica hostil que, según Naryshkin, forma parte de un discurso político que “hace sonar constantemente las armas” y “aboga por la confrontación abierta”. En un clima de creciente tensión y con una guerra enquistada en Ucrania que amenaza con irradiar inestabilidad hacia todo el continente, las palabras de Naryshkin no son solo una provocación, sino también un termómetro. Uno que marca una Europa donde el equilibrio estratégico está, más que nunca, al borde del colapso.