China no da tregua con sus avances militares y armas de última generación sacadas de un relato de ciencia ficción. La incertidumbre global se ha instalado como norma. La guerra en Ucrania, el estallido en la Franja de Gaza y una tensión comercial creciente con Estados Unidos y China han encendido todas las alarmas en Bruselas.
Una Bruselas que pide que el pueblo europeo se prepare para lo peor y que traza planes para escenarios caóticos. En este nuevo equilibrio de poder, la Unión Europea ha decidido mover ficha y apostar por una iniciativa estratégica de peso: dar forma a un nuevo avión de combate bajo bandera comunitaria.
Europa reacciona al nuevo tablero geopolítico con su propio caza de sexta generación
El detonante no es menor. Washington lleva meses presionando a los miembros de la OTAN, señalando el bajo gasto en defensa de varios países europeos. La crítica ha calado, y Europa comienza a asumir que no puede seguir dependiendo del músculo militar estadounidense para salvaguardar sus intereses en el continente.

En este contexto, la Comisión Europea ha dado luz verde a un ambicioso acuerdo tripartito entre la británica BAE Systems, la italiana Leonardo y la compañía japonesa Japan Aircraft Industrial Enhancement Co. (JAIEC). El resultado: la creación de una nueva empresa conjunta —con sede en Reino Unido y dirigida por un ejecutivo italiano— que se encargará del desarrollo, producción y despliegue de una nueva generación de cazas multifunción.
Este consorcio industrial, articulado bajo el paraguas del Global Combat Air Programme (GCAP), repartirá a partes iguales la participación entre las tres compañías, y por extensión, entre los gobiernos de Italia, Reino Unido y Japón. El proyecto, centrado en aviones de combate capaces de asumir múltiples roles en el campo de batalla, apunta a redefinir el poder aéreo de estas potencias de cara a la próxima década. El objetivo es poder disputarle a China la supremacía aérea.
¿El horizonte? 2035. Será entonces cuando estas aeronaves empiecen a surcar los cielos. Hasta entonces, se abre una etapa de cooperación técnica, diseño avanzado y prueba de capacidades. Aunque el programa nace con un enfoque limitado a sus tres socios fundacionales, Bruselas no cierra la puerta a posibles ventas futuras a terceros países o aliados estratégicos.
La iniciativa, no obstante, levanta una ceja en más de una capital europea. Francia, Alemania y España ya tienen en marcha su propio programa de cazas de nueva generación: el FCAS. ¿Puede Europa sostener dos proyectos paralelos de semejante envergadura? La Comisión cree que sí. Según su análisis de competencia, no existen solapamientos industriales significativos que pongan en riesgo el equilibrio de mercado o la libre concurrencia. En otras palabras: no hay conflicto de intereses ni colisión de estrategias.
Mientras tanto, la pregunta no es solo si Europa podrá permitirse dos aviones de sexta generación, sino si será capaz de traducir esta ambición en soberanía real en defensa, lejos de la sombra omnipresente de Washington.