Durante más de treinta años, Magic: The Gathering ha explorado bosques élficos, ciudades góticas, desiertos ardientes e incluso multiversos enteros devorados por horrores cósmicos. En Vandal hemos analizado sus expansiones de Final Fantasy o Tarkir, por citar algunos ejemplos. Pero nunca había dado un salto tan directo al género de la ópera espacial como lo hace ahora con Edge of Eternities, la nueva expansión que llegó este verano y que ha llevado el juego de cartas coleccionables más influyente de la historia hasta los confines del universo.
Magic: The Gathering – Edge of Eternities: la expansión que convierte el cosmos en un campo de batalla
La historia nos sitúa en Sothera, un sistema estelar al borde del colapso. La estrella que lo sustentaba se ha convertido en un supervacío, un agujero negro que amenaza con tragarse todo lo que le rodea. En medio de este escenario apocalíptico, dos facciones —los Monoístas y los Caballeros del Palatinado Celestial— luchan por imponer su visión del cosmos. Y en paralelo, un capitán llamado Sami viaja por las estrellas en una búsqueda casi íntima que, en un giro tan extraño como entrañable, incluye encontrar a un gato perdido.
El tono es deliberadamente pulp, con ecos de la ciencia ficción de los setenta y un aire de epopeya intergaláctica. Wizards of the Coast, en lugar de limitarse a otro “set temático” como los de universos invitados (Warhammer, El Señor de los Anillos, Fallout…), ha construido un mundo original que parece realmente vivo y con identidad propia. Sí, entendemos que hay ciertos elementos que no han terminado de gustar al fandom, que ve como el juego de fantasía apoya otros géneros diametralmente opuestos, pero en la variedad está el gusto.
En lo jugable, Edge of Eternities introduce varias mecánicas nuevas que traducen su ambientación al lenguaje de Magic. Las naves espaciales funcionan como vehículos, pero en lugar de tripulación necesitan acumular cargas de energía para desplegar todo su poder. La habilidad de Warp permite lanzar cartas a menor coste a cambio de que se exilien después, evocando esos saltos de velocidad luz que dejan tras de sí consecuencias inesperadas. Y criaturas colosales como Famished Worldsire traen consigo la devastadora mecánica de devorar tierras, representando la brutalidad de seres tan enormes que se alimentan de planetas enteros.
Cada expansión de Magic necesita sus cartas llamativas, y Edge of Eternities las tiene. Sothera, el Supervacío es la pieza central, un homenaje directo a los agujeros negros que no solo domina en mesa, sino que se ha convertido en el símbolo visual del set. También destaca el entrañable Dauntless Scrapbot, un pequeño robot con más de un aire a WALL-E, que además resulta sorprendentemente útil en formatos como Commander al poder limpiar cementerios enteros. Y, como guiño a los veteranos, se cuelan los slivers en forma de artefactos y referencias sutiles, anticipando quizá su regreso en futuras colecciones.
El apartado artístico refuerza el tono espacial: planetas, vacíos estelares, paisajes alienígenas… todo tratado con una paleta cromática que combina lo cósmico y lo místico, alejándose de lo medieval para abrazar la inmensidad del universo. Y sí, hay una enorme cantidad de bichos y criaturas propias de la ciencia ficción.
Edge of Eternities no es solo otra colección: es una declaración de intenciones. En un momento en el que Magic ha multiplicado sus colaboraciones externas, esta expansión demuestra que el juego aún puede crear universos originales con fuerza propia. Es, en cierto modo, un regreso a la esencia del worldbuilding que hizo grande a sagas como Ravnica o Innistrad, pero llevado a un escenario nunca antes explorado: el espacio profundo. No es tan potente como esperábamos, pero sí creemos que se ha ido por el buen camino.
Edge of Eternities invita a los jugadores a dejar atrás los bosques de Llanowar y las catacumbas de Phyrexia para lanzarse a un lugar donde los monstruos se alimentan de mundos, las naves viajan a través de pliegues del espacio y hasta un simple gato puede ser la chispa que mueva el destino de las estrellas.















