Mientras esperamos sentados a que gobiernos de medio mundo despierten del letargo digital y regulen de una vez por todas el uso de la inteligencia artificial en entornos laborales, ha sido la Academia de Hollywood quien ha dado el primer paso firme —o al menos simbólico— en una dirección clara. En su nueva actualización de normas para la temporada de premios 2025-2026, el organismo ha decidido enfrentarse al elefante en la sala: el uso creciente y poco transparente de la IA en la creación cinematográfica.
Los Oscars sacan los dientes a la IA (y obligan a ver las películas a todos sus votantes, al fin)
Casos recientes como The Brutalist, que utilizó inteligencia artificial para ajustar el acento húngaro de Adrien Brody, o A Complete Unknown, donde la IA sirvió para afinar la apariencia de unos cuantos especialistas hasta hacerlos pasar por Timothée Chalamet montando una moto a toda velocidad, pusieron sobre la mesa lo que ya era un secreto a voces. Pero no fueron los únicos.

Según varios informes, películas como Furiosa, Dune: Parte Dos o incluso Sonic 3 también habrían hecho uso de herramientas generativas para aligerar cargas de trabajo o estilizar planos sin pasar por caja. La Academia, sabedora de que esto no iba a frenarse solo, ha publicado una declaración oficial que, aunque ambigua, marca territorio.
"En lo que respecta a la inteligencia artificial generativa y otras herramientas digitales empleadas en la creación de una película, estas herramientas ni ayudan ni perjudican las posibilidades de lograr una nominación. La Academia y cada rama evaluarán el logro teniendo en cuenta el grado en que una persona estuvo en el centro de la autoría creativa a la hora de elegir qué película premiar”. En otras palabras: la IA no te descarta, pero tampoco te asegura nada. El criterio humano sigue siendo la brújula, o eso dicen.

La medida puede parecer tímida, y probablemente lo sea, como indican en IndieWire. Más que una prohibición o una defensa clara de la autoría humana, parece una forma de no enemistarse con los estudios que ya se relamen ante los recortes de presupuesto que la IA puede ofrecer. Pero las novedades no terminan ahí. Lo más llamativo no tiene que ver con la tecnología, sino con algo que debería haber estado claro desde hace décadas: a partir de ahora, los miembros de la Academia tendrán que ver las películas si quieren votar en la ronda final.
Sí, has leído bien. Hasta ahora no era obligatorio. Y sí, también es de traca. La propia institución ha tenido que establecer que, si vas a emitir un voto para decidir el Oscar a Mejor Película, al menos deberías haberla visto antes. Una norma que, por obvia, dice mucho (o demasiado poco) del nivel de compromiso que se manejaba entre bambalinas.
Otra regla recién salida del horno: queda prohibido criticar públicamente a las películas en campaña. Ni comunicados, ni tuits hirientes, ni reels con indirectas. Cualquier declaración pública que ataque el contenido temático o las técnicas empleadas por una cinta queda fuera de juego. Aunque la norma apunta a proteger las producciones frente al fuego cruzado de las redes, no cuesta imaginar que también tiene algo que ver con la reciente polémica en torno a ciertos títulos con presencia española y a Karla Sofía Gascón, cuya mención ya es casi inevitable en este contexto.
Por último, y no menos importante, los Oscar abren una nueva puerta en la categoría de Mejor Película Internacional. A raíz del caso de La semilla de la higuera sagrada, presentada por el mismo país que empujó a sus autores al exilio, la Academia permitirá desde ahora que cineastas con estatus de refugiado o asilo participen en nombre del país en el que residan, siempre que se pueda demostrar un control creativo significativo por parte de los implicados.
Estos cambios, unidos a la nueva categoría para los especialistas, demuestran que la Academia apuesta por más inclusividad, más humanidad, y, con suerte, menos contradicciones diplomáticas en futuras ediciones.