Con la llegada del buen tiempo, las barbacoas y reuniones al aire libre se convierten en un clásico, pero también en una ocasión para reflexionar sobre nuestros hábitos alimentarios. El dietista-nutricionista Luis A. Zamora advierte en su libro El método Z para comer bien que productos tradicionales como el chorizo o la morcilla, pese a su popularidad, deberían consumirse con extrema moderación.
Carnes rojas, llenas de grasa y sal
Al tratarse de carnes procesadas ricas en grasas saturadas y sal, Zamora recomienda limitar su ingesta a no más de una o dos veces al mes para mantener una dieta saludable y prevenir riesgos a largo plazo. Las carnes rojas y procesadas, aunque valiosas nutricionalmente por su aporte de proteínas de alta calidad, hierro y vitamina B12, presentan inconvenientes importantes cuando se consumen en exceso.
Estudios como el publicado en The American Journal of Clinical Nutrition por investigadores de Harvard coinciden en señalar que un consumo elevado se asocia a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipercolesterolemia, gota y ciertos tipos de cáncer, especialmente colorrectal. La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) recomienda no superar los 125 gramos semanales de carne roja y procesada por persona, cantidad que habitualmente se rebasa en la práctica diaria.
Zamora subraya que, aunque alimentos como el chorizo o la morcilla aportan hierro hemo —más fácilmente absorbible que el hierro vegetal—, sus efectos adversos superan sus beneficios si se consumen con regularidad. Frente a estas carnes, se aconseja priorizar opciones más saludables como el pollo, el pavo o el conejo, cuyo consumo puede permitirse entre tres y cuatro veces por semana en el marco de una dieta equilibrada. Así, se promueve una ingesta de grasas más saludable y un menor riesgo de inflamación sistémica, clave en la prevención de patologías crónicas.

Más vegetales y menos carne
Además, las actuales recomendaciones de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntan a un enfoque dietético más basado en alimentos de origen vegetal, reduciendo progresivamente el protagonismo de las carnes procesadas. Este cambio no implica una renuncia total a los sabores tradicionales, sino una redistribución consciente: reservar productos como el chorizo o la morcilla para ocasiones especiales y en cantidades reducidas, en lugar de integrarlos en el consumo habitual.
Como destacan nutricionistas y entidades de salud pública, las carnes rojas y procesadas pueden seguir formando parte de una dieta mediterránea equilibrada, siempre que se respeten las cantidades recomendadas y se combinen con una alta presencia de frutas, verduras, legumbres y cereales integrales.