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La solución de aumentar la edad de jubilación en España para salvar las pensiones pone en jaque a la generación Alfa

Por un lado, se verán atrapados en empleos cada vez más precarios y por otro, estas medidas podrían bloquear la entrada de nuevas generaciones al mercado.
La solución de aumentar la edad de jubilación en España para salvar las pensiones pone en jaque a la generación Alfa
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Actualizado: 10:42 13/3/2025
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El tiempo avanza inexorablemente, y con él, las preocupaciones sobre el futuro laboral de quienes aún están en la escuela primaria. Para la generación Alfa, los niños nacidos a partir de 2010, el horizonte laboral está marcado por un dilema cada vez más evidente: trabajarán más años que sus padres y lo harán en un mundo donde las pensiones, tal y como las conocemos, podrían convertirse en un privilegio más que en un derecho adquirido.

Con un 30% de la población española por encima de los 65 años en 2050 y un ratio de apenas 1,3 trabajadores activos por jubilado, el sistema se enfrenta a un desafío sin precedentes. En un intento por frenar la sangría de las pensiones, España ya ha iniciado una escalada progresiva en la edad de jubilación, que alcanzará los 67 años en 2027.

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La generación Alfa podría verse obligada a sostener un modelo que prioriza la longevidad laboral sobre la calidad de vida.

La amenaza de la sustitución de trabajos por IA y los cada vez más numerosos jubilados

Para los Alfa, el aumento de la edad de jubilación no solo significa trabajar más años, sino heredar un sistema laboral diseñado para una realidad que ya no existirá. A medida que la esperanza de vida se alarga y la tecnología avanza, estos jóvenes se enfrentarán a un mundo donde la automatización y la inteligencia artificial podrían reducir la demanda de trabajadores humanos, al mismo tiempo que se les exige cotizar más años para acceder a una pensión.

En este escenario, el riesgo es doble: por un lado, se verán atrapados en empleos cada vez más precarios y competitivos, con una menor estabilidad y salarios que podrían no compensar la extensión de su vida laboral; por otro, retrasar la jubilación significa bloquear la entrada de nuevas generaciones al mercado, generando un cuello de botella que dificultará su crecimiento profesional y la renovación del tejido laboral.

En lugar de beneficiarse de los avances tecnológicos, la generación Alfa podría verse obligada a sostener un modelo que prioriza la longevidad laboral sobre la calidad de vida, convirtiendo el retiro en un lujo reservado para unos pocos. Mucho pero que el escenario que ya están viviendo millennials y generación Z.

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Trabajar hasta bien entrados los 80

Sin embargo, otros países han ido más allá. Dinamarca ha vinculado la edad de retiro a la esperanza de vida, un mecanismo que, aunque suena lógico, podría empujar a las generaciones futuras a trabajar hasta bien entrados los 80. En Reino Unido, la solución ha sido obligar a los trabajadores a complementar sus pensiones públicas con fondos privados, trasladando la responsabilidad del retiro a cada individuo.

Pero alargar la vida laboral no es tan sencillo como trazar una línea en el calendario. La productividad laboral alcanza su punto álgido alrededor de los 55 años, para luego descender progresivamente. Un informe del Banco de España ya advertía en 2020 sobre esta relación entre envejecimiento y rendimiento, dejando en evidencia que mantener a empleados en activo hasta edades avanzadas podría ser menos eficiente de lo que parece sobre el papel.

¿Quién pagará la factura de jubilaciones tan longevas como los más de 100 años?

El gran elefante en la habitación es la Velocidad de Escape de la Longevidad: la posibilidad de que la esperanza de vida crezca a un ritmo en el que, por cada año transcurrido, la humanidad gane más de un año extra de vida. Algunos estudios calculan que, para 2032, podríamos estar en ese punto de inflexión, lo que llevaría la edad media de fallecimiento a cifras que hoy parecen de ciencia ficción.

Si en 2050 la expectativa de vida roza los 105 años, las cuentas de la Seguridad Social se enfrentarán a una ecuación imposible: ¿quién pagará la factura de jubilaciones tan longevas?. Ante este panorama, algunos países han optado por soluciones híbridas. Suecia y los Países Bajos han implantado sistemas de jubilación parcial, permitiendo a los trabajadores reducir su jornada y combinar un sueldo con parte de su pensión.

Sin embargo, la clave para amortiguar el impacto del envejecimiento demográfico podría estar en un concepto todavía infrautilizado: la formación continua. Reciclarse profesionalmente de manera constante no solo prolongaría la vida laboral sin sacrificar productividad, sino que ofrecería a los trabajadores la posibilidad de mantenerse económicamente activos sin depender exclusivamente de una pensión menguante.

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