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La película de acción más cara y polémica de Warner llega a Netflix con una de las secuencias más costosas del cine

Warner, a las puertas del año 2000, se dejó más de 20 millones de dólares en la grabación de dos secuencias. 'Operación Swordfish' fue una de las producciones más caras de la historia en su día.
La película de acción más cara y polémica de Warner llega a Netflix con una de las secuencias más costosas del cine
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Actualizado: 8:41 6/8/2025

Es la historia de siempre, pero cada mes, los estrenos de catálogo en Netflix acaban robando protagonismo a las nuevas producciones originales. Y no es casualidad. Entre tanto contenido diseñado para el algoritmo, a veces uno se topa con joyas olvidadas, películas imperfectas pero memorables. Ese es el caso de Operación Swordfish, un thriller de acción desbocado que acaba de regresar a la plataforma y que, a más de dos décadas de su estreno, sigue dando que hablar por sus excesos presupuestarios y su singular sentido del espectáculo.

‘Operación Swordfish’ vuelve a Netflix: acción noventera, escenas imposibles y una polémica que aún resuena

Dirigida por Dominic Sena (Kalifornia), esta cinta de 2001 reúne a tres estrellas de peso: Hugh Jackman, recién salido del fenómeno X-Men; John Travolta, en pleno revival post-Pulp Fiction; y Halle Berry, a punto de ganar su primer y único Óscar. Aunque debutó como número uno en la taquilla estadounidense, Operación Swordfish no logró convertirse en el blockbuster que Warner había previsto. Con un presupuesto de 102 millones de dólares y una recaudación global de 147, las cuentas no terminaron de salir, sobre todo teniendo en cuenta la agresiva campaña de marketing y los porcentajes que se quedan las salas.

Pero lo que más llama la atención, incluso hoy, es cómo se gastaron esos millones.. Si volvemos la vista atrás, hay dos escenas que se llevaron un mordisco descomunal del presupuesto: una explosión rodada con 11 meses de preparación y cinco millones de dólares, claramente influenciada por la estética de Matrix; y una secuencia en la que un autobús es suspendido en el aire por un helicóptero, grabada sin CGI, en condiciones reales, y con un nivel de peligrosidad que hoy sería impensable. El problema: que en pantalla, ese derroche apenas luce.

Pero lo que más llama la atención, incluso hoy, es cómo se gastaron esos millones en Operación Swordfish

A todo esto se suma una polémica que, como tantas otras en Hollywood, mezcla rumores, cifras astronómicas y cuerpos desnudos. Se dijo que Halle Berry cobró medio millón extra por aparecer en topless en una escena breve, gratuita y —según confesó la propia actriz— fundamental para que después aceptara su papel en Monster’s Ball. El director confirmó el dato con una sonrisa ambigua, mientras Berry siempre negó que hubiese habido un cheque adicional de por medio.

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Y pese a todo —a la crítica despiadada, al 26% en Rotten Tomatoes, al guion que parece escrito en una servilleta durante una cena de ejecutivos— Operación Swordfish tiene algo. No es buena, pero es divertida. Es ridícula, pero no aburrida. Dura apenas 93 minutos y en ese tiempo pasan suficientes explosiones, planos imposibles y decisiones estéticas delirantes como para justificar una noche de nostalgia cinéfila.

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