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Keanu Reeves, actor, tajante sobre la IA: 'Es alarmante, tiene profundos efectos culturales y sociológicos'

Reeves, que conoce de primera mano el poder de un mito tecnológico, recuerda que fuera de la pantalla la realidad impone otra ética: sin autorización no hay espectáculo, y sin garantías no hay confianza.
Keanu Reeves, actor, tajante sobre la IA: 'Es alarmante, tiene profundos efectos culturales y sociológicos'
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Actualizado: 14:56 8/10/2025

Keanu Reeves ha vuelto a fijar posición frente a la oleada de vídeos sintéticos que circulan con su rostro y su voz. Preguntado por los deepfakes y los clips generados con IA, el actor calificó la experiencia de “poco disfrutable” y admitió que esa realidad “ya nos alcanza”, en alusión a la normalización de herramientas capaces de imitar a cualquier persona con una verosimilitud inquietante. El contexto no es menor: llega de quien encarnó a Neo en Matrix, una saga que exploraba precisamente los límites entre lo real y lo fabricado.

El intérprete subrayó una deriva que muchos creadores denuncian: la confusión deliberada entre contenido auténtico y material promocional manipulado. “¿Estás realmente vendiendo este producto? No”, lamentó sobre vídeos que lo muestran “recomendando” artículos sin su consentimiento. El problema no es solo de reputación: también afecta a la relación con el público, que puede tomar decisiones —comprar, votar, compartir— basadas en un engaño técnicamente brillante pero éticamente nulo.

Para Reeves, la clave es la pérdida de agencia.

Consentimiento y control creativo

Reeves no llega virgen a este debate. Lleva años alertando de los retoques digitales sin autorización y, según explicó, incorporó cláusulas contractuales para proteger sus interpretaciones de alteraciones no pactadas. Recordó incluso un episodio anterior a la fiebre de la IA —a finales de los 90 o principios de los 2000— cuando en postproducción añadieron una lágrima a su cara: “Me hizo pensar: ‘Ni siquiera necesito estar aquí’”. La anécdota desnuda la línea roja que el actor defiende: editar es parte del cine; suplantar la voluntad del intérprete, no.

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La escalada reciente ha ido más allá de simples montajes. En junio de 2025 se viralizó un vídeo que lo colocaba en un supuesto debate televisivo en directo con Elon Musk sobre inteligencia artificial: Musk “le gritaba” que no entendía la tecnología mientras Reeves defendía a los artistas. El clip era un deepfake, pero durante horas muchos lo dieron por real. Ese es el punto que inquieta al actor: la tecnología ya no solo embellece, sino que fabrica escenas plausibles a velocidad industrial.

La ética fuera de la pantalla

Para Reeves, la clave es la pérdida de agencia. En el cine, el intérprete sabe que habrá cortes y decisiones de montaje, pero forma parte del proceso y puede opinar. Con los deepfakes, dice, se borra su perspectiva: “no hay nada tuyo ahí”. De fondo aflora una advertencia más amplia: estas herramientas tienen efectos culturales y sociológicos profundos; vivimos bajo un escrutinio constante alimentado por una abundancia inédita de “datos” sobre nuestro comportamiento, perfectos para entrenar sistemas que luego pueden suplantarnos.

El mensaje, en suma, no demoniza la innovación, pero sí exige límites claros: consentimiento explícito, transparencia sobre el origen del contenido y mecanismos efectivos para evitar que la imagen y la voz de una persona se conviertan en materia prima de campañas engañosas.

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