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Julián (32 años), ingeniero español en Dinamarca: 'Conozco a muy poca gente que tenga un sueldo de 40.000 euros en España'

Este joven que regresó a España, explica cómo en países nórdicos no solo la nómina marcaba la diferencia.
Julián (32 años), ingeniero español en Dinamarca: 'Conozco a muy poca gente que tenga un sueldo de 40.000 euros en España'
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Actualizado: 11:57 14/10/2025
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Durante años, el sueño europeo tuvo forma de maleta. Ingenieros, científicos y técnicos formados en España cruzaron fronteras en busca de un futuro que aquí no parecía posible. Lo que empezó como un viaje de oportunidad acabó convirtiéndose, para muchos, en una especie de exilio económico.

Y aunque las cifras del paro juvenil y la precariedad empujaron a miles a marcharse, lo que hoy sorprende es que buena parte de ellos está regresando. Vuelven con experiencia, idiomas y una sensación ambigua: la de sentirse más valiosos que nunca y, al mismo tiempo, más conscientes de las carencias estructurales del país que los formó.

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Raúl García, ingeniero energético, se lo resume a La Vanguardia con precisión quirúrgica: “Estamos en una nueva fase. Casi todos mis compañeros de la carrera han vuelto ya en el último lustro como profesionales curtidos”. Durante tres años trabajó en Italia, en una empresa de fotovoltaica, antes de regresar a España. Su historia es la de una generación que maduró en la crisis de 2008, en plena fiebre del “emprende o emigra”. Hoy muchos regresan, pero lo hacen con una mezcla de orgullo y resignación. “Fuera aprendimos a trabajar con recursos, con método, con planificación. Pero también a valorar algo tan simple como salir de la oficina a las cinco y tener vida”, confiesa.

Del exilio económico al retorno crítico

Otros, como Julián García, vivieron esa experiencia en los países nórdicos. “Trabajé durante dos años y medio como ingeniero de proyecto en Dinamarca y cobraba más del doble de lo que podría conseguir en España”, recuerda. Allí, dice, no solo la nómina marcaba la diferencia: “En Dinamarca, una persona con un máster o una carrera técnica está bien valorada desde el principio. Aquí, en cambio, muchos puestos exigen experiencia previa incluso para tareas básicas”. Julián volvió por razones personales —“tenía ganas de formar una familia, de volver a mi idioma”—, pero reconoce que las condiciones en España siguen “muy por debajo del nivel europeo”.

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El relato de estos ingenieros devuelve a la conversación pública una vieja herida: la de un país que forma talento con estándares de excelencia pero no sabe retenerlo. Lo resume bien el ingeniero industrial Álvaro Salas, especialista en topografía: “Toda la maquinaria que usamos en la obra, financiada con millones de euros, es extranjera. Nada es de España. Todo está sellado en Suiza, Francia o Alemania”. La frase encierra más que una crítica: es el retrato de una economía dependiente de la tecnología ajena, que todavía no ha sabido traducir su capital académico en innovación industrial real.

Salarios, jornadas y una cultura empresarial pendiente

Los que se quedaron también hablan con amargura. “No conocerás a un ingeniero que trabaje solo ocho horas”, dicen estos ingenieros. “Nos comemos más jornada, más responsabilidad y cobramos la mitad que en Europa”. Un ingeniero junior ronda los 22.000 euros brutos al año; un senior, los 32.000; y solo algunos jefes de área rozan los 40.000.

A pesar de los repuntes de empleo y del leve incremento salarial, el diagnóstico es unánime: España continúa sin un plan serio para retener talento científico y técnico. Se invierte poco y mal en I+D+I, las estructuras de carrera son rígidas y la cultura empresarial sigue sin premiar la especialización.

Como apunta el ingeniero Pablo Magallón, “en Bélgica o Alemania hay empresas que crean tecnología específica para resolver un problema industrial concreto, y eso es posible porque hay inversión y visión”. En cambio, aquí, los ingenieros vuelven más por arraigo que por oportunidades. Son el espejo de un país que logró repatriar a su talento, pero no su confianza. Y como dice Raúl García, la verdadera pregunta no es si han vuelto, sino cuánto tiempo podrán quedarse.

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