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Cristoph, jubilado suizo, confiesa por qué se muda a España: 'Con 1.400 euros allí es imposible vivir'

En esa simplicidad cruda, sin épica, se resume un pequeño mapa de la Europa que envejece: personas mayores moviéndose no por capricho, sino por matemáticas domésticas.
Cristoph, jubilado suizo, confiesa por qué se muda a España: 'Con 1.400 euros allí es imposible vivir'
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Actualizado: 13:18 13/10/2025
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Cristoph Jenny y su mujer tomaron una decisión que a algunos les parece contraintuitiva: abandonar Suiza, uno de los países más ricos del mundo, para asentarse en España con su pensión. No fue un salto al vacío, sino la consecuencia de una imagen que se les quedó grabada décadas atrás: casas encaladas y cuestas imposibles en Frigiliana (Málaga), donde, en los años noventa, juraron que algún día harían vida. Aquel “amor a primera vista”, como él mismo lo define, ha terminado convirtiéndose en un plan de jubilación con sentido práctico: la aritmética de su retiro encaja mejor a este lado de los Pirineos.

La entrevista en Y ahora Sonsoles puso cifras a esa aritmética íntima. Cristoph se jubiló antes de la edad ordinaria y quedó con 1.400 euros mensuales; su mujer, una cantidad similar. En Suiza, explicó, solo el seguro médico se les iría por encima de esa cifra cada mes. “De alquiler, ni hablar. Y, de comida, imposible”, resumió. En el otro extremo, su hija paga 3.500 euros de renta en su país; es el ejemplo doméstico que usa para ilustrar un argumento que repitió en plató: “En Suiza, por lo general, hay que multiplicar todo por cuatro respecto a España: los ingresos y los gastos”.

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Cuentas que mandan

El relato no es una descalificación de su país de origen, sino la constatación de que el nivel de precios puede convertir una pensión razonable en un corsé. En España, esas mismas cantidades permiten otra cosa: alquilar con margen, pagar la compra sin sobresaltos y afrontar el sistema de salud sin el peaje mensual de una póliza privada. No es que todo sea barato —no lo es—; es que, para ciertas rentas fijas, la ecuación entre coste de vida y calidad percibida se inclina a favor.

También hay memoria emocional en la mudanza. Cristoph trabajó en España en el siglo XX y conserva amigos, costumbres y una geografía afectiva que facilita el ajuste. La imagen idílica del sur —clima templado, vida de calle, horarios menos rígidos— pesa en la balanza, pero su testimonio deja claro que la decisión es económica antes que estética. No se trata de “vivir de vacaciones”, sino de asegurar una cotidianeidad digna: pagar facturas, llenar la nevera, ir al médico y, aun así, llegar a fin de mes sin colgarse de créditos.

Jubilarse donde alcanza

Su caso conecta con un fenómeno cada vez más visible: jubilaciones transfronterizas que buscan “geoarbitraje” del coste de vida. Hay españoles que se marchan a Tailandia con pensiones nacionales para estirar el presupuesto, y suizos o alemanes que aterrizan en la costa andaluza o levantina por el mismo motivo. La movilidad no borra los matices: el idioma, la fiscalidad, los vínculos familiares y la sanidad pública de destino condicionan el éxito. Pero, como muestra Cristoph, cuando la suma de pensión + precios + red de apoyo cierra, el proyecto deja de ser un sueño y se convierte en plan de vida.

Detrás del titular llamativo —“un jubilado del segundo país más rico de Europa se viene a España”— late una pregunta menos estridente y más de fondo: ¿dónde cunde mejor una pensión? La respuesta no es universal, pero la de Cristoph es clara. Allí, con lo que cobra, no podría “estar”; aquí, sí.

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