Es la gran comidilla en los pasillos de RTVE: La familia de la tele está cerca del fracaso sonoro e histórico en audiencias. Lo que se prometía como el regreso de Sálvame, en esta ocasión, en la televisión pública, no ha funcionado.
Muchos creían que su estilo, a medio camino entre el delirio colectivo y el costumbrismo más descarado, parecía haber vuelto con este revival. No ha sido así. En la televisión pública española no saben qué hacer para intentar remontar un programa que se está ahogando.
'La familia de la tele' se tambalea tras un fracaso estrepitoso: ni la fórmula del cotilleo logra salvarla
Su anuncio y su puesta de gala, con despilfarro y desfiles, prometía una estabilidad a la parrilla de TVE, pero en realidad ha resultado ser la habitación de invitados de un programa que no sabe morir. La audiencia, implacable, ha hablado: los datos caen cada semana, y el formato parece más un acto de resistencia que un verdadero intento de construir algo nuevo.

El problema es estructural. Ni los colaboradores tienen la libertad que se les permitía en su etapa más anárquica, ni TVE parece cómoda con la irreverencia que los hizo famosos. El resultado es un híbrido fallido: un magazine partido en dos, que intenta mezclar a Inés Hernand con Belén Esteban, a Aitor Albizua con Kiko Matamoros. Un experimento que ni los propios presentadores saben cómo sostener.
Esta semana se ha anunciado, con tono solemne, la gran revolución del formato: separar el contenido del corazón del resto del magazine. Dos mitades, dos tonos, dos mundos. Un intento de orden que llega tarde y mal: cada vez menos espectadores ven el programa. La sensación es la de una lenta despedida que nadie quiere verbalizar.
La familia de la tele no está viva. Sobrevive en una franja de la parrilla que hace tiempo dejó de importar, sostenida por la nostalgia y por la esperanza (cada vez más débil) de que el milagro ocurra. Pero el público ya ha pasado página. Y, probablemente, la televisión pública también debería hacerlo.