Demis Hassabis, director ejecutivo de DeepMind y uno de los nombres más respetados en el campo de la inteligencia artificial, ha lanzado una de esas advertencias que hacen ruido incluso en la órbita de Marte. Durante una conversación con Elon Musk —el magnate que sueña con convertir el planeta rojo en el “plan B” de la humanidad—, Hassabis desmontó la idea de que mudarse a otro mundo nos libraría del mayor peligro que tenemos delante.
“Si la IA fuera el problema, estar en Marte no te ayudaría”, le soltó sin anestesia. Musk, según relata el propio Hassabis a The Guardian, se quedó en silencio. Había desarmado a uno de los hombres más inteligentes del mundo. Y lo más preocupante es que a Hassabis no le falta razón.
“Si la IA nos supera, Marte no será un refugio”: el aviso de Demis Hassabis a Elon Musk sobre el verdadero riesgo existencial
Para Hassabis, la hipótesis de escapar a Marte ante una catástrofe en la Tierra pierde todo el sentido si el origen del desastre es una inteligencia artificial descontrolada. Da igual cuántos kilómetros pongas de por medio: si hablamos de una IA verdaderamente general —una capaz de razonar, decidir y actuar como un humano, o mejor—, no hay cúpula marciana que sirva de escudo. “Esto no va de un problema local. Es sistémico. Global. Y la distancia física no te protege”, explica el científico, que sitúa la llegada de esa IA general entre los próximos cinco y diez años.
A diferencia de las profecías apocalípticas que circulan con frecuencia en redes sociales, Hassabis apuesta por el enfoque pragmático: reconoce los peligros, sí, pero también las oportunidades. Habla de una “abundancia radical” posible gracias a la IA —con avances médicos, energéticos y científicos que parecen de ciencia ficción—, pero pone el foco en lo realmente importante: cómo se gestiona esa tecnología y, sobre todo, cómo se reparte.
La historia de Demis Hassabis podría dar para una biopic de Hollywood. Niño prodigio del ajedrez, licenciado en computación, doctor en neurociencia, diseñador de videojuegos y, en 2010, fundador de DeepMind, la empresa que se propuso nada menos que “resolver la inteligencia” para aplicarla a los grandes retos de la humanidad. En 2014, Google compró la compañía por 400 millones de dólares. Desde entonces, se ha convertido en un pilar estratégico del ecosistema de IA global.
Uno de sus mayores hitos fue AlphaFold, un sistema que predice la estructura de proteínas con precisión casi perfecta, lo que le valió a su equipo un Nobel de Química. Pero ni siquiera ese reconocimiento parece satisfacer del todo a Hassabis, que admite que habría preferido una evolución tecnológica más pausada, menos centrada en la comercialización inmediata y más enfocada en resolver problemas científicos profundos.
Hassabis no es un tecnófobo, pero tampoco un entusiasta ciego. Su discurso apunta hacia una idea sencilla y a la vez urgente: la inteligencia artificial no es buena ni mala por naturaleza. Es una herramienta. Una fuerza amplificadora. Y su impacto dependerá de las decisiones humanas. Empleo, sostenibilidad, desigualdad… son palabras que, para él, deben ir de la mano de términos como algoritmos, modelos de lenguaje o redes neuronales.
“Si conseguimos una abundancia justa y sostenible, podríamos tener una sociedad donde el trabajo deje de ser obligatorio”, ha llegado a decir, coincidiendo con los postulados de Sam Altman de OpenAI. Una utopía posible, sí. Pero solo si, antes de pensar en mudarnos a Marte, aprendemos a convivir con la inteligencia que estamos construyendo aquí abajo.















