Hace apenas cuatro meses, Disney se enfrentaba a uno de sus mayores tropiezos en la era de los remakes en imagen real. Blancanieves, uno de sus proyectos más ambiciosos, fracasaba estrepitosamente en taquilla, recaudando unos 50 millones de dólares menos de lo esperado frente a un presupuesto inflado que rondaba entre los 240 y 270 millones. El revés fue tan contundente que la compañía decidió cancelar el planeado remake de Enredados, dando señales de que el modelo comenzaba a tambalearse.
Sin embargo, la respuesta del público a los siguientes estrenos ha sido desigual. Lilo & Stitch, lejos de repetir el desastre, se convirtió en un éxito rotundo, devolviendo parte de la confianza en este tipo de adaptaciones. El mensaje parecía claro: tal vez el problema no está en los remakes en sí, sino en qué títulos se eligen y cómo se ejecutan. En contraste, Elio, una propuesta original de Pixar, ha tenido un rendimiento decepcionante, alimentando las dudas sobre el futuro del estudio fuera de sus franquicias más establecidas.
Mientras tanto, Blancanieves ha experimentado un giro inesperado en el terreno del streaming. Tras su llegada al mercado digital el 13 de mayo y su posterior incorporación al catálogo de Disney+ el 11 de junio, la película ha alcanzado el primer puesto global en la plataforma, demostrando que el interés por ella existía pero no para pagar una entrada. Y eso es preocupante.
'Blancanieves' fracasa en taquilla, pero arrasa en Disney+: una señal inquietante para Hollywood
La paradoja es evidente: los espectadores no acudieron en masa a las salas, pero sí han respondido en casa. Las causas del fracaso en cines han sido objeto de debate. Algunos señalan el agotamiento de la fórmula de las princesas; otros, el boicot a Rachel Zegler, protagonista del filme, por su activismo político en redes sociales durante la promoción. No faltan quienes también apuntan a las contradicciones internas del reparto, con una villana interpretada por una actriz abiertamente sionista como Gal Gadot.
El caso es que, según datos internos, su llegada a Disney+ provocó un aumento del 405% en espectadores respecto a su etapa en alquiler digital. Este patrón se repite: títulos como Lightyear o Elemental fracasaron en salas pero repuntaron en streaming. La gran perjudicada, una vez más, es la experiencia cinematográfica. Si ni siquiera Disney logra convertir sus estrenos en eventos imprescindibles, el modelo tradicional está en crisis. Y por mucho que el streaming ofrezca una segunda oportunidad, no siempre justifica los riesgos de producción a gran escala.















