Lo que en teoría debía ser otro éxito asegurado para Disney acabó convirtiéndose en uno de sus mayores tropiezos comerciales. El remake en acción real de Blancanieves, estrenado hace unas semanas, ha resultado ser un fracaso tanto en taquilla como en crítica. Con un presupuesto total que superaba los 250 millones de dólares (sumando producción y promoción), la película apenas recaudó poco más de 200 millones en todo el mundo. Un desastre en términos financieros, que se traduce en pérdidas millonarias para la compañía del ratón.
El estreno, que llegó rodeado de polémicas desde el inicio, puso Rachel Zegler en el centro del huracán, llevó a la Casa del Ratón a temer por sus futuros proyectos. Sí, Lilo & Stitch, pero la caída de Blancanieves ha encendido todas las alarmas en Disney. El live action de la esperada Hércules está modificándose, y el remake de Vaiana debe ser un éxito o de lo contrario Enredados no verá la luz.
Confirmado: el desastre en taquilla de 'Blancanieves' amenaza el futuro de los remakes en acción real de Disney
Según medios como The Sun y NY Post, el fracaso de Blancanieves ha provocado la congelación del remake de Enredados, que estaba en fase de desarrollo inicial. El proyecto, que contaba con interés del estudio por convertirlo en una gran producción musical, ha quedado en pausa indefinida. Solo volverá a la mesa si el remake de Vaiana, previsto para 2026 con Dwayne Johnson repitiendo como Maui, logra convencer tanto en taquilla como en recepción crítica.

En paralelo, como hemos adelantado, está en el aire el live-action de Hércules, que será producido por los hermanos Russo y dirigido por Guy Ritchie. Aunque se promocionó como una versión "experimental" con elementos inspirados en TikTok y con tintes más contemporáneos, su tono y planteamiento siguen generando dudas dentro y fuera del estudio. Si Vaiana no funciona, es probable que Hércules sufra ajustes o incluso un nuevo replanteamiento.
En un momento donde la fórmula de rehacer clásicos parecía infalible, Blancanieves ha demostrado que el público no perdona ni los excesos presupuestarios ni las decisiones creativas erráticas. La moraleja, como en los cuentos infantiles, esta vez está clara: ni todos los cuentos tienen final feliz, ni todo lo que toca Disney se convierte en oro.