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Científicos japoneses demuestran que se pueden evitar unas 750.000 muertes sustituyendo la carne roja por este otro alimento

Un estudio indica que un cambio de este tipo en la dieta podría salvar hasta 750.000 vidas al año en 2050.
Científicos japoneses demuestran que se pueden evitar unas 750.000 muertes sustituyendo la carne roja por este otro alimento
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Un reciente estudio publicado en la revista BMJ Global Health destaca cómo cambiar la carne roja por peces pequeños como sardinas, boquerones y anchoas podría tener un impacto significativo en la salud pública a nivel global. Según esta investigación, liderada por el equipo de Kiyoshi Takahashi en Japón, esta sustitución podría prevenir hasta 750.000 muertes anuales para el año 2050. El estudio utilizó proyecciones de consumo de carne roja y capturas de estos peces en 137 países, demostrando que reemplazar solo un 8% de la carne roja consumida mundialmente con estos peces podría reducir considerablemente las enfermedades coronarias, además de otros problemas de salud relacionados con dietas pobres en nutrientes esenciales como omega-3, calcio y vitamina B12.

Una huella de CO2 menor

Este enfoque no solo beneficiaría la salud, sino que también tendría un efecto positivo en el medio ambiente. Los peces forrajeros tienen una huella de carbono mucho menor en comparación con la ganadería, que es una de las principales emisoras de CO2 debido a la producción masiva de carne roja.

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Actualmente, la mayoría de los peces forrajeros capturados se destinan a la producción de harina y aceite de pescado, utilizados principalmente en piscicultura. Sin embargo, su consumo directo podría fomentar una dieta más sostenible y reducir significativamente el impacto ambiental de nuestras prácticas alimentarias.

Peces y cultivo de microalgas

Sin embargo, los autores del estudio reconocen que hay barreras significativas que podrían impedir la realización de estos beneficios para la salud. Entre ellas, la sobrepesca, el cambio climático y la aceptación cultural de consumir estos tipos de peces en ciertas regiones. A pesar de estos desafíos, el estudio sugiere que una coordinación política más efectiva y la promoción de alternativas sostenibles podrían superar estos obstáculos. Propuestas como mejorar el acceso a peces forrajeros asequibles para las poblaciones más pobres y fomentar el uso de alternativas como microalgas en la alimentación de peces son caminos posibles hacia una implementación más amplia de estas recomendaciones dietéticas.

Además de las implicaciones prácticas y ambientales, este cambio dietético podría redefinir la ética de nuestro consumo alimentario. La implementación de políticas que promuevan estilos de vida más saludables y sostenibles, como los impuestos al azúcar o sistemas de etiquetado como Nutriscore, son ejemplos de cómo los gobiernos ya están intentando influir en las decisiones alimentarias. Ampliar estos esfuerzos para incluir el consumo de peces forrajeros podría ser un próximo paso lógico, apoyando no solo la salud pública sino también la conservación de los ecosistemas marinos y la biodiversidad global.

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