La Universidad de Harvard ha tomado una decisión histórica al retirar la piel humana utilizada en la encuadernación de un ejemplar de Des destinées de l’âme (Los destinos del alma), de Arsène Houssaye, fechado en 1880. Este libro, encuadernado por el médico y bibliófilo francés Ludovic Bouland con piel de una paciente sin su consentimiento, ha estado bajo la custodia de la biblioteca de la universidad durante casi un siglo. Harvard ha expresado su arrepentimiento por el manejo anterior del libro, que comprometió la dignidad del individuo al que pertenecían los restos. Este cambio se produce tras una revisión ética, señalando una reflexión más profunda sobre el tratamiento de los restos humanos en las colecciones académicas.
Utilizado en rituales de novatadas estudiantiles
La presencia de este libro en las colecciones de Harvard siempre fue controvertida, pero cobró mayor atención tras un estudio en 2014 que confirmó científicamente su encuadernación con piel humana. El libro había sido objeto de fascinación morbosa y, en ocasiones, utilizado en rituales de novatadas estudiantiles, evidenciando una falta de respeto por la memoria de la persona fallecida. La decisión de Harvard de retirar la cubierta del libro surge de un proceso de revisión intensivo, influenciado por las recomendaciones del Informe del Comité Directivo de la Universidad sobre Restos Humanos en Colecciones de Museos Universitarios.
La universidad, al reconocer los fallos en el tratamiento de esta pieza, ha tomado medidas para rectificar el curso, eliminando todas las imágenes de la piel humana de sus registros públicos y asegurando la custodia adecuada de los restos. La biblioteca ahora se compromete a gestionar el legado de la obra con la seriedad y el respeto que amerita, distanciándose de la curiosidad grotesca que antes rodeaba al ejemplar, cuyo interior además ha sido digitalizado.
La macabra encuadernación con piel
El médico francés Bouland, quien realizó la encuadernación, justificó su acción con una lógica que refleja las peculiaridades de su tiempo, argumentando que un libro que contempla el alma humana merecía una cobertura de la misma esencia. La práctica de la bibliopegia antropodérmica, aunque macabra, no era inusual en el siglo XIX, y algunos ejemplares notables se han preservado hasta nuestros días. Por ejemplo, en el Reino Unido, un libro encuadernado con la piel de John Horwood, el primer hombre colgado en la prisión de Bristol, contiene los detalles de su crimen y juicio. Horwood, condenado por el asesinato de Eliza Balsum, se convirtió en objeto de una venganza post-mortem cuando su piel se usó para encuadernar los registros del caso.
Otro caso es el de William Burke, quien junto con su cómplice inició una serie de asesinatos para vender cuerpos para disecciones médicas. Después de su ejecución, su piel también se usó para cubrir un libro de bolsillo, probablemente como un recordatorio tangible de sus crímenes y como un talismán macabro. Incluso algunos asesinaos famosos como Ed Gein recurrieron a utilizar la piel humana como simple cuero.
El asesino Ed Gein
Este confeccionaba objetos grotescos con su piel, como máscaras, lámparas y trajes completos, en un intento de recrear el cuerpo de su madre fallecida, con quien había tenido una relación profundamente problemática y dominante. Sus horribles actividades inspiraron varios personajes de ficción en la cultura popular como Norman Bates en Psicosis, Leatherface en La matanza de Texas y Buffalo Bill en El silencio de los corderos, convirtiendo a Gein en un macabro icono del crimen real y del horror en la cultura americana.
La utilización de piel humana durante el Holocausto
También, durante el Holocausto, los nazis perpetraron actos de crueldad inimaginables, incluyendo el uso de piel humana para crear objetos. En los campos de concentración como Auschwitz, algunos oficiales nazis, notoriamente Ilse Koch, conocida como "La Bruja de Buchenwald", ordenaron la fabricación de artículos con la piel de prisioneros asesinados, especialmente aquellos que tenían tatuajes distintivos o peculiares. Estos trozos de piel humana eran curtidos y utilizados para hacer diversos objetos como pantallas de lámparas, carteras, y encuadernaciones de libros, entre otros. Esta horrenda práctica refleja la deshumanización extrema y la barbarie perpetrada por los nazis, considerando a las víctimas no como seres humanos, sino como meros recursos para ser explotados en su maquinaria de muerte y terror.
Aunque el número de libros conocidos encuadernados en piel humana es pequeño, cada ejemplar lleva consigo historias de vidas pasadas y las circunstancias de sus muertes. Instituciones como la Biblioteca Wellcome albergan ejemplares de este tipo, pero no sin controversia. Las historias detrás de estos libros, como la de Bouland, quien reencuadernó un texto sobre la virginidad femenina con piel de mujer, resaltan las complejidades morales y las implicaciones éticas de tales objetos.