Hemos probado durante algo más de tres horas nuevas secciones de Donkey Kong Bananza, pero antes de adentrarnos en todo lo que descubrimos, hay una información importante que os queremos desvelar… aunque muchos ya la habíais intuido. El esperado juego de Nintendo Switch 2 está diseñado por el mismo equipo que trabajó en Super Mario Odyssey, es decir, el estudio de Tokio de la compañía japonesa. Es un dato muy importante, porque hay muchas semejanzas, aunque también diferencias.
Las similitudes pasan por una estructura de juego increíblemente adictiva. Tenemos diferentes niveles y cada uno de ellos supone un espacio abierto a explorar de unas dimensiones muy similares a las que encontramos en Super Mario Odyssey.
Y si en aquel juego teníamos semilunas, aquí el objetivo es hacernos con gemas de banandio. Podemos encontrarlas de infinidad de maneras. Podría ser simplemente explorando, rompiendo muros o simplemente dirigiéndonos al lugar que unos lugareños nos indican.
La libertad de los mundos abiertos llevada a un Donkey Kong en 3D
La magia de Donkey Kong Bananza está precisamente en perderse. Hay unos objetivos principales en cada mapeado, pero como usuario es irresistible ponerte a golpearlo todo y descubrir una ruta secreta o una serie de fósiles, además de un montón de desafíos. La fuerza de Donkey Kong es lo que le distingue de Super Mario, y nos permite avanzar por el terreno de una forma muy diferente, destrozándolo todo a nuestro paso, dándonos una gran libertad a la hora de afrontarlo todo.
Por ejemplo, si te encuentras con una serie de compuertas que giran, puedes optar por seguir el camino lógico, o bien por destrozarlas. Y así con todo. No estás obligado a seguir una ruta prefijada, sino que hay varios caminos para llegar al mismo sitio. Nuestro simio puede aniquilar prácticamente todo el entorno, golpeando hacia abajo, hacia arriba, y haciendo uso de unas piedras explosivas para derribar los muros más infranqueables.
Esta exploración tan libre recuerda a Zelda: Breath of the Wild, y no es casualidad que nuestro protagonista pueda trepar casi cualquier superficie. También podemos surfear encima de una roca y realizar otra serie de movimientos que vamos desbloqueando a medida que jugamos. Pero por mucho que os contemos, la clave jugable está clara: Donkey Kong también ha abrazado las mecánicas de los mundos abiertos, y este videojuego es una clara demostración de ello. Es imposible no detenerse ante una entrada misteriosa, un cofre enterrado o cualquier otra de las sorpresas que nos vamos encontrando.
No obstante, y como os hemos adelantado, hay muchos aspectos que distinguen a Donkey Kong Bananza. El más significativo tiene que ver con su estructura de juego. Nuestro querido gorila se encuentra trabajando en la mina de Isla Lingote cuando se ve atrapado en un extraño fenómeno que lo lleva hasta el subsuelo. Ahora su misión será viajar hasta el centro del planeta, donde se dice que se le concederá un deseo. Y la clave está aquí, en que viajamos entre estratos, una lógica que recuerda a Zelda: Tears of the Kingdom cuando te arrojas al vacío, porque aquí las transiciones también se hacen en caídas libres.
Es más, lo más interesante es que dentro de un mismo nivel podrías tener varios subniveles situados a distintas profundidades. Es un concepto de diseño de niveles con el que Nintendo ha experimentado en esta ocasión, haciéndonos ir y volver entre ellos para encontrar la ruta hacia el próximo objetivo. Por ejemplo, en un escenario conocido como Estrato de la Laguna debemos movernos entre distintos estratos con el objetivo de alcanzar una serie de artefactos para liberar el agua, inundar la parte inferior y así hacer que las distintas plataformas emerjan para dejarnos seguir adelante.
Este es solo un ejemplo, porque cada mapeado hace gala de sus propias características. En un caso podríamos encontrarnos con caminos conectados a través de las vagonetas que hemos visto incontables veces en la saga Donkey Kong Country, mientras que en otra parte las distintas superficies se pueden conectar mediante unas curiosas semillas arrojadizas. Podéis esperar mucho ingenio en los planteamientos, haciendo que la exploración sea una de las claves fundamentales para entender este videojuego.
Una jugabilidad variada y cargada de sorpresas
Pero más allá de esto, Donkey Kong Bananza también destaca por otros aspectos, por así decirlo, más tradicionales. Hay presencia de distintos jefes, algunos de ellos localizados no solo a final de nivel, sino en puntos intermedios. Uno de ellos nos proponía acabar con el armazón de piedra que protegía a su esqueleto, permitiéndonos así llegar hasta lo alto y golpearlo duramente. Otro se basaba en esquivar una serie de peligros en vagoneta mientras lanzábamos piedras desde la distancia, suponiendo un tipo de jefe diferente y más elaborado.
Con lo que hemos visto, tenemos grandes esperanzas depositadas en la variedad. Además, aunque hay mucha libertad, nos hemos percatado de que existen secciones más guiadas. De hecho, podemos ir de forma lineal a los objetivos planteados, aunque ya os adelantamos que os estaréis perdiendo gran parte de la magia del videojuego. La razón está en que si os perdéis por los escenarios podéis encontrar una serie de desafíos que, aparte de recompensaros con gemas de banandio, resultan de lo más divertidas.
Haciendo una comparación, serían algo así como los santuarios de Zelda: Breath of the Wild, con una serie de planteamientos que van desde batallas, pasando por pequeños puzles o pruebas de habilidad. Vamos a comentar algunas de ellas, porque no tienen desperdicio. En una prueba se nos invitaba a demoler un edificio en un tiempo límite, destruyendo los distintos muros y cimientos. Otro desafío versaba sobre esquivar láseres haciendo uso del entorno, ya fuera elevándonos mediante unas plataformas, o usando los puños para cavar un refugio bajo tierra.
Los retos eran muy diversos. Uno nos colocaba en una cinta transportadora, obligándonos a superar una serie de pinchos, ya fuera esquivándolos o destruyéndolos directamente. También nos encontramos con diversos enfrentamientos, donde otra vez no existían reglas escritas, sino que imperaba una cierta libertad a la hora de afrontar los problemas que se planteaban. Esa es la lógica fundamental, salvo en un tipo de desafíos que nos encantaron y que entusiasmarán a los fans de las aventuras 2D del simio. Se incluyen niveles al estilo Donkey Kong Country que tienen una dosis adicional de nostalgia al incorporar temas musicales que seguro que a los más veteranos os suenan de algo.
A todo esto tenéis que sumarle la posibilidad de que Donkey Kong experimente diversas transformaciones. Nosotros hemos podido jugar con dos de ellas. Bananza Kong hace que la libertad que ya de por sí tiene el juego se magnifique aún más al permitirnos atravesar lugares que de otra manera serían infranqueables, y eso por no hablar de que determinados enemigos solo es viable superarlos cuando tenemos este poder. Luego también pudimos jugar con Bananza Avestruz, que nos permitía sobrevolar el escenario y alcanzar nuevas zonas, suponiendo otra importante adición jugable para potenciar, una vez más, el marcado carácter libre de la exploración.
Si os preguntáis sobre otros aspectos, como para qué sirven los banandios dorados que ya hemos mencionado, no son poco importantes, y es que no solo se utilizan para potenciar los ataques de Donkey Kong o hacer que su vitalidad se incremente. También podemos desbloquear nuevas habilidades al estilo de una especie de doble salto, entre otras opciones. Otro aspecto que hemos descubierto y que puede que os interese conocer es que en el menú de pausa existe un botón para restaurar el terreno, algo útil por si habéis destruido algo que os impide seguir adelante, por ejemplo. Y luego tenemos la oportunidad de obtener diversos elementos de personalización para nuestros protagonistas.
Y sí, hablamos en plural porque en la aventura nos acompaña Pauline. Aún no hemos podido comprobar las bondades del cooperativo, pero su acompañamiento no es meramente ornamental, sino que es parte importante de la historia y dispone de una buena carga de diálogos, que por cierto están completamente doblados al español, como muchos de vosotros ya habréis comprobado.
La respuesta a cómo sería un Super Mario con la fuerza de Donkey Kong
Por lo demás, podéis comprobar a través de las imágenes que Donkey Kong Bananza es un videojuego de lo más colorido y variado en lo que a escenarios se refiere. Nos han fascinado en especial las animaciones de nuestro protagonista, con ese diseño renovado que creemos que le sienta fenomenal y al que nos hemos acostumbrado completamente tras probar esta demo. Luego cada entorno está tematizado, dispone de sus propios lugareños y en general hemos visto un derroche de imaginación en todos y cada uno de los diseños.
Ahora lo que nos queda comprobar es si el ritmo de juego se sustenta, si existe la suficiente variedad y contenidos como para construir una aventura duradera y satisfactoria de principio a fin. También es importante comprobar la rejugabilidad, fundamental en este tipo de videojuegos, con desafíos que sean tan inspirados y abundantes como los que hemos visto en esta prueba. Igualmente, tenemos que ver si las transformaciones de nuestro gorila marcan la diferencia en lo jugable. Luego está el cooperativo, que tenemos ganas de jugarlo y ver si es una alternativa de juego que merece la pena.
En fin, que hay muchos aspectos aún por comprobar, pero lo cierto es que esta larga demostración a la que hemos tenido acceso nos ha dejado más que satisfechos y pensamos que existe potencial para que suponga el principio de una saga de aventuras 3D basadas en la licencia Donkey Kong. Y no, no es un Super Mario, ni tampoco pretende serlo. Obviamente existen semejanzas con las últimas aventuras del fontanero (en concreto Odyssey), pero es un título que como habéis comprobado propone cosas propias, con una jugabilidad que, no obstante, tiene algo en común, y es que es tremendamente adictiva y divertida.
Hemos realizado estas impresiones con una versión de prueba de Donkey Kong Bananza en las oficinas de Nintendo España.