Hay mucho Final Fantasy en Final Fantasy XVI. Los cristales, las invocaciones, los monstruos, las magias, y por supuesto, la sensación de protagonizar una gran aventura. Pero lo que se nos pasó por la cabeza con una sesión de las primeras cuatro horas no fue solo la saga de Square Enix. Los enfrentamientos espectaculares entre eikon nos hicieron pensar en las mejores cintas de kaijus. Rememoramos la épica de las películas de El Señor de los Anillos con las batallas que vimos en las escenas cinematográficas. Y, más que de cualquier otra cosa, nos acordamos de Juego de Tronos porque este es un mundo en el que los personajes son piezas que se mueven en el tablero político y militar. Pero, sobre todo, no pensamos; nos lo impedía el ritmo demencial, las situaciones emocionales y los momentos desgarradores. Simplemente disfrutamos.
Una superproducción cinematográfica de fantasía medieval
La decimosexta entrega numerada de una de las series más importantes del videojuego nos lleva al mundo de fantasía medieval de Valisthea. En él, las naciones se han creado alrededor de los enormes Cristales Madre, que otorgan a la gente el éter, en principio, necesario para sobrevivir en el día a día.
Pero la situación está cambiando. La magia de los cristales se está agotando y las tierras estigias, una plaga que arrebata de poder y de vida a los lugares por dónde pasa, no paran de avanzar, hasta situarse en la misma frontera de reinos, repúblicas, ducados y sacros imperios.
El conflicto global se avecina, pero aquí las batallas no se ganan con el acero de los soldados ni con los hechizos de los Portadores, personas que nacen con poderes mágicos y que son tratados de manera muy diferente según el territorio. El as en la manga de cada región es su Dominante, personas capaces de transformarse en los eikon (las invocaciones de la saga: Fénix, Ifrit, etcétera), unas criaturas con una fuerza devastadora con el potencial de cambiar las tornas de la guerra. Cada una de estas bombas nucleares con patas tiene una personalidad muy desarrollada, sus propias intenciones y su coyuntura: a pesar de su poder, cada nación da unos privilegios y obligaciones diferentes a su Dominante.
En este contexto tan interesante, con tantísimo potencial, se nos pone en la piel de Clive Rosfield en tres periodos: el juego empieza con un prólogo de unas dos horas en el que revivimos su adolescencia, para después pasar a su juventud, y más tarde, a la edad adulta. Separar una historia de guerra de este modo parece una idea fantástica que permite mostrar las consecuencias del conflicto, desde las personales a las internacionales. En esa primera parte de la aventura vivimos las experiencias traumáticas que han convertido a Clive, un adolescente responsable de la defensa del Fénix, su enfermizo hermano Joshua; en el joven de carácter endurecido que protagonizará el título, y que por algún motivo que desconocemos se embarcará en la misión de destruir los Cristales Madre.
Pudiera parecer que es una historia que se cocina a fuego lento, uno de estos RPG que va desvelando detalles de su mundo y de sus personajes a cuentagotas a lo largo de varias decenas de horas. Nada más lejos de la realidad. En los primeros minutos de partida se nos presenta cómo funciona este universo, cuál es el conflicto y quiénes son los personajes principales, con maestría y sin caer en la sobreexposición. Final Fantasy XVI empieza a tope, con una batalla entre eikon que nos pone los ojos como platos, y a partir de ahí el ritmo no para. Con la precisión de un relojero va intercalando momentos de recorrer los escenarios, combates y, al menos en estos primeros compases, extensas secuencias cinematográficas donde vemos muchísimas equivalencias con Juego de Tronos: las batallas sangrientas, las intrigas palaciegas, los giros de guion desgarradores, los intereses amorosos bastante explícitos para esta saga… Y hasta un perrito adorable, Torgal, que crecerá hasta convertirse en el lobo que acompañará a Clive en las batallas.
Combates divertidísimos y un progreso lineal
Este ritmo bien medido, fluido, por momentos frenético y con situaciones espectaculares se consigue, al menos en estas primeras horas, gracias a que Final Fantasy XVI es una aventura lineal, aunque hay zonas más abiertas. En la presentación previa a la demo comentaron que la estructura es similar a los God of War modernos, pero a nosotros nos recordó más a un Final Fantasy unchertizado (disculpad el palabro). Quizá esto cambie más adelante, y sin duda habrá jugadores que no sea eso lo que busquen en un juego de esta saga, pero nos cuesta verlo como algo negativo.
Porque, por esta presumible linealidad, hemos recorrido castillos densos desbordantes de vida, pantanos inquietantes con criaturas que nos asaltaban a cada paso y con algunos caminos alternativos para esconder objetos consumibles, y cordilleras repletas de desniveles desde las que se divisan a lo lejos batallas multitudinarias mientras corremos por nuestra vida huyendo de los peñascos que sobrevuelan por el enfrentamiento entre Titán y Shiva. Eso sí, el final de la prueba daba la sensación de que a partir de ese momento el jugador tendría más libertad, pues llegamos a una guarida con su forja, sus tiendas, un puñado de misiones secundarias de recadero con cierto toque humorístico, y un historiador que nos da todos los detalles que necesitamos del mundo de Valisthea.
Si bien lo que hemos visto hasta ahora en cuanto a estructura puede que no convezca a todos, en el combate en tiempo real tenemos la más absoluta confianza. Es cierto que en estos primeros momentos es bastante sencillo, aunque los minijefes y los jefes ofrecen batallas espectaculares con varias fases, ya sean adversarios humanos, criaturas o una de las increíbles reinterpretaciones de los monstruos clásicos de la saga. Ahí está la clave del combate de Final Fantasy XVI: todo lo que hacemos a los mandos es espectacular.
Eso no quiere decir que sea uno de estos juegos de acción donde basta con aporrear botones. Aquí hay golpes de distinto tipo, combos, esquivas, bloqueos, contraataques, el salto y los ataques aéreos y al impactar contra el suelo, una carga hacia los enemigos que nos permite movernos por el campo de batalla a toda velocidad, magias que se pueden potenciar, y varios ataques poderosos con tiempos de carga que desbloqueamos al recibir el poder de los distintos eikon y que las compramos y mejoramos en un árbol de habilidades. Todas estas acciones logran que los enfrentamientos sean muy dinámicos, que intentemos usar todas las herramientas a nuestra disposición para que al aturdir a los enemigos hagamos el máximo daño posible, que nos esforcemos para que el contador de combo nunca pare, y básicamente, que nos lo pasemos en grande en cada batalla.
Batallas, por cierto, en las que la mayor parte del tiempo no estaremos solos. El lobo Torgal, al que se le pueden dar órdenes sencillas, ataca a los enemigos y de vez en cuando cura a Clive. Pero a lo largo de la aventura el protagonista irá ganando y perdiendo compañeros controlados totalmente por la inteligencia artificial, pero que nunca molestan y son muy útiles en las batallas, que es mucho más de lo que se puede decir de la mayoría de las IA de otros juegos de acción. También habrá otros momentos en los que pasemos a controlar brevemente a otro personaje, y por supuesto, están las increíbles batallas de eikon. Cada una de ellas tendrá una mecánica diferente: la que jugamos se asemejaba a un shooter sobre raíles con poca chicha en las mecánicas aunque asombrosa en la puesta en escena, pero habrá otras que tomen la forma de un juego de lucha, por ejemplo. Estos enfrentamientos supondrán hitos en el juego y en la historia, y poco a poco serán más complejos porque introducirán nuevas mecánicas que se mezclarán con las anteriores.
De manera separada a estas primeras cuatro horas también tuvimos la oportunidad de explorar durante media hora una sección de mundo abierto, y creemos que es bastante significativo que nos sobrara tiempo. Nos alegró ver que el juego no tendrá siempre el tono sombrío que vimos hasta el momento, pues estábamos ante una bonita pradera con lagos, vida salvaje y cabañas aquí y allá. Pero es uno de esos mundos abiertos rígidos, que te obligan a ir por los caminos designados y que impide que metas medio pie en el agua. Tampoco había mucho que hacer más que enfrentarnos a ladrones y monstruos (donde pudimos comprobar que tan solo con introducir un puñado de magias de otro eikon el combate es todavía más profundo e interesante) y completar una misión de recadero muy simple donde lo importante no era la recompensa, sino aprender pequeños detalles del universo de Final Fantasy XVI.
Jolgorio técnico con una puesta en escena cuidadisima
La épica y la emotividad de Final Fantasy XVI se apoyan en su deslumbrante apartado audiovisual. La recreación de los escenarios es de primer nivel, los enemigos más grandes y los eikon dejan con la boca abierta, todos los enfrentamientos son espectaculares gracias a los efectos de las magias y la colocación y el movimiento de la cámara, y la distancia de dibujado nos hace imaginar un mundo inabarcable a pesar de la estructura lineal. Pero lo más destacable sin duda alguna son los personajes. Sí, es cierto que hay una diferencia muy notoria entre los principales y secundarios, y el resto, pero tanto el detalle de sus modelados como sus expresiones faciales y corporales, además de su actuación (en inglés; no probamos el doblaje japonés), están entre lo mejor de la industria.
Podríamos hablar durante párrafos sobre los muchísimos detalles visuales que nos han sorprendido, y las muy poquitas cosas que contrastan, pero valga decir que probablemente sea el juego que más de última generación se percibe hasta el momento. Además, ofrecerá dos modos gráficos, uno rendimiento y otro calidad, que consigue que toda luzca muy nítido y funcione a 30 FPS estables que ni mucho menos se sienten pesados a los mandos. Al mismo nivel está lo sonoro: la BSO es gloriosa y se aproxima a las melodías de la saga de manera original, y los efectos de sonido (los espadazos, los gritos de los monstruos, el gentío, los rugidos de los eikon) dan un empaque tremendo al conjunto.
No podemos esperar al 22 de junio
Final Fantasy XVI lo tiene todo para volver a convertir la saga en el fenómeno mainstream que llegó a ser durante la época de PlayStation. El tono claramente inspirado en Juego de Tronos encaja perfectamente y llamará la atención de muchos que no han jugado jamás a estos RPG. La apuesta por la acción se traduce en un sistema de combate espectacular que promete tener muchísima profundidad, y también juega a favor de atraer a un público más global. Pero creemos que la clave, si es que se mantiene en el título completo, es el ritmo, una montaña rusa emotiva en la que no paran de sucederse acontecimientos que nos dejan boquiabiertos. Es cierto que por el camino habrá jugadores frustrados por lo que parece ser una propuesta lineal, además de quienes preferirían un combate por turnos dinámico como en anteriores entregas. Al fin y al cabo, estas primeras horas nos han parecido más una aventura de acción con toques RPG que un RPG de acción. Pero, sea como sea, Final Fantasy XVI tiene pinta de que va a ser increíble.
Hemos realizado estas impresiones tras acudir a un evento invitados por Plaion donde probamos una versión especial realizada para la prensa, y los contenidos podrían ser distintos de la versión final. FINAL FANTASY XVI © 2023 SQUARE ENIX CO., LTD. All Rights Reserved.