El survival horror, los juegos "de miedo" de toda la vida, es en la actualidad un género muy maltratado. Tras su expansión en los 32 y 64 bits gracias en gran parte a las posibilidades de los nuevos estándares gráficos, el final de la generación de los 128 bits vio cómo comenzaba su decadencia comercial. Sobra decir que en la presente generación, muy pocos juegos han conseguido ofrecernos verdaderas experiencias de terror, y que incluso títulos que prometían miedo del bueno, han acabado por acercarse a ese imán supuestamente atrae ventas llamado acción. Por suerte, parece que dentro de este desalentador panorama, los aficionados al género tienen un halo de esperanza.
Esta esperanza recae en los desarrolladores independientes, almas libres dispuestas a rescatar los géneros que ya "nadie" quiere para demostrar que aún queda un huequecito para ellos en el mercado. Como os contamos, Slenderman nace como un ‘meme’ de internet, y Mark J. Hadley, se encarga de diseñar y programar Slender: The Eight Pages, así como de componer las melodías y los efectos de sonidos de uno de los conceptos más terroríficos que hemos visto en los últimos años.
Pero por suerte o por desgracia, no pasó de eso, un único concepto. Tras la revolución que causó en internet, Slender decide "convertirse" en un juego más elaborado con el que aterrorizar al personal: Slender: The Arrival.
Blue Isle Studios (un estudio independiente afincado en Canadá) y el creador del título original, Mark Hadley, que trabaja bajo el nombre comercial de Parsec Productions, han unido fuerzas para esta secuela o materialización como "más juego" del primer concepto. Slender: The Arrival tendrá, para empezar, nuevos niveles, un argumento más atractivo –escrito por Joseph DeLage, Troy Wagner y Tim Sutton, los creadores de Marble Hornets–, y por supuesto, gráficos mejorados. La versión que hemos podido probar es una revisión del concepto original, en el que podemos ver qué cambios esperar de las nuevas apariciones de Slenderman, aunque el juego final ofrecerá posibilidades distintas.
Lo primero, por supuesto, es un renovadísimo apartado gráfico. Éste es uno de los aspectos claves de Slender: The Arrival, ya que la inmersión en la experiencia es sensiblemente superior. Ahora el juego lo vivimos como si estuviésemos grabando con una cámara de vídeo, igualmente en primera persona. El "problema" es que la cámara es sensible a la presencia de Slenderman, que según la leyenda, causa interferencias en los aparatos electrónicos a su alrededor. En el título original, sólo sabíamos de su existencia cuando lo veíamos, pero ahora sabremos que está cerca cuando la imagen y el sonido comienzan a hacer cosas extrañas, lo que, por si alguien lo dudaba, se traduce en una mayor tensión y más sustos.
La extraña entidad tiene ahora una mayor presencia en el terror, mientras que su acoso es a la vez más intenso. Slenderman no sólo aparece fijo en un determinado punto como en la versión original, sino que puede aparecerse repentinamente frente a nosotros o hacerlo poco a poco en el momento más inesperado. También puede modificar su apariencia en cierto modo, y presentarse deformado, como con interferencias. Todos estos cambios, que a priori podrían parecer de poca importancia, crean una sensación mucho más agobiante e incómoda, en la que la que la sensación de inseguridad es aun más palpable.
Esta renovación también llega al personaje, que ahora es más ágil. Al menos en la versión que hemos probado, el protagonista puede correr todo el tiempo que quiera. Esto no nos ha terminado de convencer, ya que nos permite ir corriendo de un lado a otro del escenario restando algo de la tensión que supone reservar tus energías por si Slenderman aparece. Esto no significa, ni mucho menos, que podamos huir en cualquier caso de nuestro silencioso persecutor, y probablemente tendremos que ver cómo encaja –si es que es una inclusión definitiva– dentro de la jugabilidad final en Slender: The Arrival. La linterna también tiene más posibilidades, y nos permite concentrar el halo de luz para iluminar a mayor distancia, lo que supone perder ángulo de visión en zonas muy oscuras.
La idea de incluir una cámara de vídeo como razón para la primera persona no sólo incluye las terribles e inquietantes interferencias, sino que también permiten hacer zoom. De manera similar al uso que comentábamos de la linterna, permite ver con mayor claridad objetos más lejanos sacrificando nuestro perímetro de visión. El realismo de la perspectiva se complementa con un más que correcto trabajo de luces y sobras, así como con un efecto de desenfoque al girar bastante convincente. Eso sí, la animación de correr (y eso que sólo vemos una mano) es terriblemente mala, y si no fuese por la velocidad sería incluso difícil reconocer qué acción estamos haciendo.
El aspecto sonoro vuelve a ser una pieza clave, con la respiración del protagonista marcando la tensión del momento. Las mencionadas interferencias también son un elemento clave a la hora de crear ese incómodo sentimiento que nos señala la cercana presencia de Slenderman, mientras que el aparentemente silencioso entorno nos hace dudar de nuestra soledad con pasos que no damos y otros sonidos adicionales. Tal y como en el concepto original, según vamos cogiendo notas el ambiente se hace más opresivo, hasta acabar convirtiéndose en una auténtica demencia audiovisual.
Lo que hemos podido ver hasta el momento de Slender: The Arrival nos ha gustado mucho. El equipo aún no ha querido desvelar cómo encajarán el nuevo y el antiguo concepto, pero ya ha demostrado que Slenderman se ha convertido en una criatura mucho más temible de lo que ya lo era. La renovación gráfica es un auténtico placer para los que disfrutaron con el original, y queda claro que Blue Isle Studios vuelve a conseguir transmitir ese miedo que pocos consiguen, el miedo hacia una criatura que no nos ataca, que no hace ruido y que no puede hacernos "daño". Estamos deseando ver cómo Slender: The Arrival convierte el concepto original en un juego propiamente dicho, con nuevos enemigos y localizaciones, y sobre todo, con la presencia del inmutable Slenderman.