Su mecánica sigue siendo la misma. Controlamos al Tío Gilito, y tenemos un botón para saltar y otro para golpear con el bastón, que pulsado en pleno salto hará que lo usemos como pogo saltarín. Cabe recordar que la NES solo tenía dos botones, por lo que la apuesta por la simpleza no es fruto de la casualidad, sino más bien del empeño de los californianos por mantenerse fieles.
Las dos fases jugadas tenían un cariz opuesto. Una se situaba en la selva amazónica, tan viva como reluciente, y la otra en Transilvania, de tono más lúgubre. En ambas notamos un gran trabajo en todos los aspectos. Por una parte, sigue conservando la mala leche del original, copiando con total fidelidad algunas secciones e improvisando con bastante acierto otras tantas. El control se nos antoja perfecto, sin ningún retardo ni físicas extrañas, y para más inri, la música se ha "actualizado" con más instrumentos, pero sin alterar las composiciones originales.
Otro detalle que nos encantó fue el doblaje, algo impensable en 1989. WayForward y Capcom quieren que el público norteamericano caiga rendido a sus pies y para ello han recuperado a los actores de doblaje de la serie de televisión, por lo que unos simpáticos diálogos irrumpirán en pantalla de vez en cuando para goce y disfrute de esos niños ya adultos que desayunaban viendo las aventuras del allá conocido como Scrooge McDuck.
El desarrollo del juego, para los que no estén acostumbrados a un plataformas en 2D, es bien sencillo. En una de las fases simplemente teníamos que avanzar hasta dar con la salida, algo más oculta que de costumbre al encontrar varios caminos a elegir, pero de fácil orientación gracias a un mapa realmente útil. En ambas nos enfrentamos a un jefe final más largo y complicado que en el título original, pero en Transilvania además tuvimos la oportunidad de derrotar a jefes intermedios, que en esta ocasión se trataban de los siempre temibles Golfos Apandadores vestidos de fantasmas. Previamente estos enemigos habían capturado a cada uno de los sobrinos del protagonista, y en todas las escenas de liberación éramos obsequiados por unos simpáticos diálogos.
Un pedacito de historia que vuelve con fuerzas
Como conclusión a estas impresiones, nuestra misión ha sido la de comprobar que efectivamente este remake va por el buen camino. Es fiel al original en gran parte, e improvisa con muy buen gusto añadiendo secciones a las fases de siempre. Además, para los menos experimentados, se incluye un modo de dificultad baja donde además de que perdemos menos corazones con cada toque, es más sencillo encontrar pasteles que recarguen nuestra vida. Si no habéis jugado nunca a los DuckTales de NES y Game Boy, desde aquí os recomendamos encarecidamente que probéis la remasterización cuando se lance. Es un trocito de historia por parte de la Capcom que nos dejaba embobados con sus adaptaciones de Disney, y ante todo, un muy buen plataformas con un gran diseño y una dificultad que nos hará pasar un rato tan divertido como desafiante.