Análisis de Chivalry Medieval Warfare XBLA (Xbox 360, PS3)
No os descubriremos nada nuevo si os decimos que gran parte de las ideas originales que disfrutamos hoy en día en nuestras consolas y PC, son adaptaciones de mods o videojuegos de corte independiente en cuanto a presupuesto. Son el caldo de cultivo excelente para que los estudios pequeños y desarrolladores den rienda suelta a su imaginación, y que a la postre, los jugadores puedan disfrutar de juegos arriesgados y modificaciones de sus títulos preferidos. El grado de éxito es dispar -no nos auto-engañaremos, hay productos mediocres hasta decir basta-, pero de vez en cuando, uno de estos desarrollos y mods da el salto al circuito comercial amparado bajo el ala de una gran compañía o distribuidora.
Chivalry: Medieval Warfare comenzó originalmente como un mod para Half-Life 2 -bajo el nombre de Age of Chivalry-, que pronto siguió su andadura como título individual para PC y que ahora, con el apoyo de Activision y tras contar con una versión en la que encarnábamos a ninjas, espartanos y samuráis, nos trae a las consolas Xbox 360 y PS3 -y bajo la práctica distribución digital- su particular ración de caballeros, justas y asedios en formato multijugador.
Valor y honor: el duro camino del caballero
Chivalry: Medieval Warfare se comporta de la misma manera que la versión original para PC. Es decir, estamos ante un juego de acción en primera en el que encarnaremos a los más variados soldados y caballeros medievales en intensos -y sangrientos- combates multijugador a lo largo de distintos escenarios y modos de juego. Chivalry: Medieval Warfare es un juego multijugador sorprendentemente clásico en su oferta jugable, y enfocado, casi al cien por cien, a la competición y cooperación online. Sí, tiene un modo para un jugador en el que combatiremos contra bots controlados por la inteligencia artificial, pero servirá más bien una suerte de entrenamiento de cara al juego mediante internet. Chivalry: Medieval Warfare retiene todos los modos de juego de su homólogo para PC, así como una traducción al castellano, si bien pierde por el camino más de la mitad de los jugadores simultáneos en una partida -pasamos de 32 jugadores en total, a un máximo de 12-.
Lo primero que recomendamos, sobre todo antes de lanzarnos al online, es practicar con las cuatro clases de soldados del medievo que ofrece Chivalry: Medieval Warfare. Cada tipo de combatiente es bastante diferente del otro, con lo que deberemos amoldarnos a un estilo de juego concreto y a una disposición de características físicas distintas. De esta manera, y como muchos otros títulos de acción en primera persona -en otras palabras, como otros shooters-, Chivalry: Medieval Warfare nos presenta a arqueros, soldados de infantería, soldados de vanguardia y caballeros, divididos a su vez en dos reinos de ficción.
Los arqueros son más diestros en los ataques a distancia, ya sea con ballesta o arco, y tienen agilidad extra para deambular por los escenarios, si bien su índice de defensa es más bien bajo. Los soldados de infantería aglutinan un buen número de características dispares en defensa y ataque, suponiendo una especie de clase intermedia entre las más reforzadas y blindadas y las más ágiles, pudiendo esquivar ataques con más facilidad. Aquellos jugadores que elijan a los soldados de vanguardia, dispondrán de armas de gran poder de ataque, y podrán atacar mientras corren hacia el enemigo. Por último, en Chivalry: Medieval Warfare nos encontramos con el caballero, un soldado ataviado con una armadura pesada que lo hace capaz de resistir los envites del enemigo y capaz de esgrimir potentes y afilados mandobles con ambas manos.
Sorprendentemente, las clases en Chivalry: Medieval Warfare están muy bien compensadas y encajan a la perfección en el universo táctico del juego, pese a que todo está envuelto en un oscuro hálito de brutalidad cuando entablamos combate. No nos encontraremos insondables e injustas diferencias que lleguen a perjudicar a un jugador u otro en función de su elección -más allá de las consabidas e inherentes a cada clase de soldado-, algo que incluso nos llevará a experimentar con los distintas unidades.
Sí es cierto que, el primer contacto con el juego en sí mismo y con el sistema de combate, puede llegar a resultar decepcionante y lo que es peor para un título de esta índole: aburrido. Chivalry: Medieval Warfare no intenta ser un simulador ultra realista, ni mucho menos, pero sí pretende enarbolar ciertas reglas para añadir enjundia y coherencia a su intercambio de golpes. El jugador debe tener en cuenta que tiene una barra de energía, que menguará a la mínima con cada movimiento y acción de ataque, y una vida que desaparecerá en pocos golpes -y menos si el contrincante esgrime una espada o un hacha de mayor tamaño que nosotros-.
El brutal ballet de Chivalry: Medieval Warfare es realmente interesante, sobre todo porque nos invita a pensar durante todo el tiempo y no dejarnos llevar por el frenesí sangriento de cada escaramuza. Sí, podemos dejarnos llevar a la mínima y lanzarnos a la melé de jugadores que se golpean continuamente entre ellos, pero podemos salir heridos -o lo que es peor, muertos- a la mínima. ¿Qué queremos decir con esto? Pues que, aunque parezca simple eso de golpear, bloquear y defenderse, todo requiere un conocimiento más o menos profundo de las mecánicas.
Así pues, comprenderemos -casi a las malas- que hay clases que se amoldan más a un estilo de juego en concreto. Los soldados serán ideales para los más frenéticos jugadores, mientras que los soldados de vanguardia y los caballeros, pese a ser más lentos, nos ayudarán a dilucidar los combates de una manera más directa y brutal. Encontrar el equilibrio puede incluso costarnos, ya que el Chivalry: Medieval Warfare también ofrece decenas de armas primeras y secundarias con las que personalizar al gusto a nuestro caballero. Conforme más juguemos, y más experiencia recaudemos con cada clase, mejor que mejor, aunque os avisamos: para subir de rango a un nivel aceptable, y comenzar a vislumbrar las posibilidades de equipamiento más jugosas, podrán pasar un buen puñado de horas.
El mayor problema del control en Chivalry: Medieval Warfare, al menos en su versión para consolas, es precisamente lo mal implementadas que están estas ideas en el juego. Habrá momentos en los que no sabemos si hemos golpeado correctamente, si nos hemos defendido o si nuestra cantidad de energía restante será suficiente para asestar un golpe mortal. Es todo un poco caótico, y a la vez, desesperante. Pero una vez nos hacemos con las riendas del juego, aprendemos a aceptar sus múltiples fallos en la detección de golpes -el famoso efecto de trapo que no nos da ningún tipo de indicación real de si hemos asestado o impactado de forma eficiente en el cuerpo del rival- y a habituarnos con las vicisitudes tácticas y bélicas de cada partida.
Chivalry: Medieval Warfare ofrece varios modos de juego, en los que podemos cooperar y competir contra otros jugadores en distintos escenarios. Son seis en total, y van desde los habituales todos contra todos o muerte por equipos, a otros en los que se introducen objetivos de conquista, captura de bandera… Son en estos mapas, en los que la estrategia hace acto de aparición y nos obliga a cooperar unos con otros en combates o la defensa de objetivos, como granjas, murallas, castillos o poblados.
Pese a que doce jugadores por partida se nos antojan muy pocos para cada encuentro -sobre todo en comparación a la versión de PC- el juego, en su vertiente online, se hace muy ameno recuperar zonas asediadas, defender posiciones en las murallas o quemar y arrasar campos. La vertiente táctica, de objetivos y requisitos hace más amenas las partidas, evitando caer en un redundante y anodino desarrollo. Además, en la versión analizada -esto es, Xbox 360- no hemos encontrado problemas en los combates online que se han comportado de manera sólida en la mayoría de las partidas disputadas.
Es quizás el aspecto técnico lo más controvertido de Chivalry: Medieval Warfare, un videojuego al que se le ven las costuras desde el primer minuto. Basado en el otrora potente Unreal Engine 3, Chivalry: Medieval Warfare quizás no está a la altura de lo que podemos esperar de un juego de esta índole en consolas como Xbox 360 o PS3. Da la impresión de que, para parecerse todo lo posible a la versión de PC, se ha decidido recortar en fluidez y texturas, y eso perjudica en primera instancia al jugador que verá todo con un look un tanto descuidado -hay incluso algún nivel que tiene defectos graves, como modelados incompletos de montañas o casas-. Si a eso le sumamos unas animaciones algo ortopédicas y la habitual carga lenta de texturas del motor de Epic, pues lo cierto es que tenemos un plato de no demasiado buen gusto.
Pero Chivalry: Medieval Warfare también guarda detalles geniales, pese a lo grotesco de los mismos. La sangre, los desmembramientos y cortes o tajos están a la orden del día, con truculentas animaciones y muertes por decapitación añadidas a la brutal receta. Son una faceta muy realista -y divertida- que añaden cierto morbo al juego. Chivalry: Medieval Warfare está traducido al castellano y cuenta, eso sí, con un apartado sonoro bastante notable, con melodías y efectos de audio multicanal destacables y ambientales.
Conclusiones finales
Chivalry: Medieval Warfare es una más que correcta adaptación de su homóloga versión para PC. La conversión ha perdido algo de empaque al llegar a Xbox 360 y PS3, quedándose por el camino un modo multijugador más concurrido y dejando la sensación de que el juego no está del todo pulido a nivel técnico. Por lo demás, Chivalry: Medieval Warfare entretiene, y mucho, si nos dejamos llevar por entramado sistema de juego, sus duras mecánicas y sus casi infinitas posibilidades multijugador -no hay que olvidarlo, es un título enfocado casi al ciento por ciento al modo online, con lo que si no tenéis visas de acatar dicha premisa, mejor invertir el tiempo en otra cosa-.