Análisis de Shootanto: Evolutionary Mayhem WiiW (Wii)

WiiWare nos ofrece una propuesta que es, en el mejor de los casos, extraña a no poder más, cortesía de Hudson, quienes han producido este Shootando: Evolutionary Mayhem, un curioso juego de acción en el que monos, dinosaurios y cosas volando por los aires se dan la mano para expandir, si eso es posible, los significados del término "grotesco."

Shootanto es original, sin duda, pero no dentro de esa originalidad que en los videojuegos te hace intuir que estás ante un clásico, sino más bien ante la frescura que en los años 70 proporcionaban los alucinógenos (y que, si alguien necesitaba alguna prueba para ver que siguen vigentes hoy en día, ya la tiene con este juego).

La ventaja de esto es que quien quiera divertirse mientras se dibuja una expresión de estupor en su rostro no debe buscar más: bien parece que los programadores han hecho un esfuerzo por conseguir el mundo más extraño posible para ambientar este título.

Gracias a ello, nos encontraremos con un mundo en el que los monos y los lagartos han evolucionado por igual, luchando entre ellos desde el principio de los tiempos. Nosotros nos encontramos estas civilizaciones en el momento más importante de su historia: han aprendido a disparar, y ahora están condenados a luchar a tiros (léase, lanzando lo que sea) los unos a los otros.

Los monos no tienen fama de ser muy higiénicos, y sus heces van a ser la primera arma que dominemos. Tan desagradable como suena, los excrementos de mono serán nuestra primera toma de contacto con este juego, empezando en un entorno de toques prehistóricos, con entornos de tendencia selvática, lagartos de muy diferente índole. Según pasamos las pases, avanzamos en la evolución de este mundo y sus especies (tiemblen, no-darwinistas), acercándonos hacia entornos medievales. Estos micos se acabarán convirtiendo en humanos, y los hombres lagarto... bueno, ellos seguirán siendo hombres lagarto, aunque con herramientas adaptadas a esos momentos evolutivos.

De algún modo, parece que se ha destinado tanto tiempo (si es que se ha destinado alguno) a desarrollar un concepto de ambientación tan extraño que apenas ha habido tiempo para trabajar en la jugabilidad, que no tiene mucho misterio. Simplemente, dispárale a todo. Eso se hace, como no podía ser de otro modo, usando las funciones de puntero del mando de la consola, teniendo asimismo en cuenta que no hay nada más que hacer. Apunta, pulsa B, repite; o sólo apunta B sin apuntar es casi lo mismo.

Para ser justos, debemos destacar que en las fases entran en juego los elementos del entorno... pero de manera absurda, y no parece que sea algo motivado por el humor. Cuando estás tirando excrementos a los enemigos éstos tienen un poder inusitado capaz de reventar árboles e incluso rocas. No sabemos en qué consiste su dieta, pero debe otorgar cualidades de dureza extrema a los residuos orgánicos que generan. Con un par de disparos, romperemos todo lo rompible. En realidad todo responde a una jugabilidad frenética en la que las puntuaciones se suman y multiplican a toda prisa mientras realizamos combos imposibles. Si esto requiriese la más mínima estrategia podría ser interesante, pero es que realmente no hay más que disparar como un loco. Cerrar los ojos y seguir disparando deja de funcionar pasado un rato si has perdido la noción de por dónde la pantalla, pero es la única manera de añadir algo de reto adicional a esta propuesta.

Y es que el otro elemento jugable, que es esquivar los disparos enemigos, apenas tiene relevancia real en la partida. La idea es buena: el personaje aparece en la parte inferior de la pantalla; de hecho, el juego es en tercera persona a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los títulos de pistola, y nosotros debemos defendernos activamente usando el nunchuck. Nos podemos mover a lo lados y pulsando el botón esquivamos con una suerte de finta, que nos da una ligera invencibilidad. Puesto que el juego indica claramente con una flecha en pantalla cuándo se debe pulsar el botón, no hay que tener más que unos reflejos mínimos, por lo que todo el reto se diluye por completo.

Cuenta, al menos, con varios niveles de dificultad, y si nos ponemos en el más difícil la cosa empieza a ser interesante, pero no hay que tener excesivas esperanzas depositadas en él: sigue carencia de toda profundidad, y su única propuesta interesante sigue contando con una ejecución penosa. Debemos agradecer, al menos, que se haya tenido en cuenta la posibilidad de jugar con el mando clásico (aunque encontramos que no tiene mucho sentido desaprovechar el puntero) o con una configuración apta para para Wii Zapper, esto es, la pistola de Wii. Teniendo en cuenta que suma en torno a la media docena de fases, quizás hubiese sido recomendable destinar algo de ese tiempo a darle más duración al juego. Por otro lado, se incorpora un modo de juego en el que se pueden personalizar las fases incorporando elementos de unas y otras en la jugabilidad, que es curioso, pero poco más.

Poco se puede decir de su modo multijugador, tan poco interesante como el modo para uno solo, salvo por las risas que uno se puede echar durante los primeros minutos viendo las cosas absurdas que salen en pantalla. Pero para eso quizás sea mejor ponerse cualquier película de humor petardo, o bien preguntarle a los programadores de dónde se sacan los suyos.

A nivel gráfico, el juego se ve escasamente poligonado, mal texturizado, borroso, y con una estética horrible. No hay nada positivo que destacar en este campo. El sonido sigue la misma línea: la música es insulsa, los efectos de sonido suenan enlatados.

Conclusiones

Un juego de disparos en WiiWare puede resultar tentador para quienes gusten de este género, o para quienes quieran probar una propuesta de este tipo y no les apetezca desembolsar el precio de los juegos en disco (al fin y al cabo, cuesta 500 puntos, es decir, cinco euros), pero la ejecución hace aguas por todos lados. No resulta interesante, e incluso es justo preguntarse qué hay de divertido en Shootanto más allá de los comentarios que se puedan hacer por ver a un mono lanzar pelotas de materia fecal a lagartijas grandes. Quizás su segunda parte (sí, la hay, y resulta que ya está en Japón) sea mejor; no prejuzgaremos.