Análisis de Dragon Quest Builders (Switch)
Poco a poco, el catálogo de Nintendo Switch se está llenando de una gran cantidad de joyas, ya sea a través de sus propios exclusivos, remasterizaciones y conversiones de títulos multiplataformas. Este último caso es especialmente interesante, ya que si bien estas versiones suelen ser algo inferiores en lo técnico, cuentan con el gran atractivo de permitirnos jugar también en modo portátil gracias a esta característica única de la consola, lo que les da muchísimo valor.
Precisamente por esto, juegos que llegan a Switch con prácticamente un año de retraso respecto al resto de versiones consiguen vender realmente bien, tal y como demuestran casos como el de Dragon Ball Xenoverse 2 (título que ya ha pasado del medio millón de unidades en la consola de Nintendo).
Ahora le toca el turno a Dragon Quest Builders, uno de los mejores spin-off de la icónica y veterana saga de juegos de rol de Square Enix, el cual se estrenó originalmente en 2016, dándole una refrescante vuelta de tuerca a la fórmula de Minecraft para crear un genial juego de rol, acción y creación mucho mejor guiado y con todo el encanto de la serie creada por Yuji Horii.
Y si hay algo que os podemos confirmar tras esta segunda vuelta que le hemos dado en Switch, es que se sigue conservando como un gran juego capaz de enganchar de principio a fin con una facilidad asombrosa, ya sea en el televisor o en la pantalla de la consola, convirtiéndose en la versión ideal para todo aquel que todavía no se haya atrevido a darle una oportunidad.
Reconstruyendo Alefgrado una vez más
Como el juego es prácticamente el mismo que ya analizamos cuando se puso a la venta en PS4 y PS Vita (la versión de PS3 nunca llegó a Occidente), aquí vamos a centrarnos principalmente en las peculiaridades de esta conversión, por lo que os recomendamos que le echéis un buen vistazo al análisis original que le dedicamos en su momento si queréis profundizar en todos sus pros y contras.
De todos modos, para quienes no sepáis nada de él, comentar que estamos ante una aventura de rol con acción en tiempo real donde lo realmente importante no es combatir ni derrotar grandes monstruos, sino recolectar todo tipo de materiales para así poder reconstruir el mundo creando pueblos, aldeas, fortalezas e incluso ciudades ladrillo a ladrillo, algo para lo cual, evidentemente, tendremos que explorar un enorme y peligroso mundo.
Esto, que quizá podría no sonar demasiado atractivo o muy complejo, a la hora de la verdad sorprende por su sencillez, accesibilidad y capacidad de adicción, ya que el título sabe jugar muy bien sus cartas para guiarnos genialmente durante los primeros compases y que vayamos asimilando poco a poco todas sus mecánicas.
Aquí no construiremos simplemente por construir (eso solo en el Modo Libre, donde podremos dar rienda suelta a nuestra imaginación sin presiones de ningún tipo), sino que siempre tendremos un objetivo claro que nos motive a avanzar en una historia simple, pero con mucho encanto y que sirve de secuela al final malo del primer Dragon Quest.
Además, a diferencia de lo que ocurre en las entregas de la saga principal, la única forma que tendremos de mejorar a nuestro personaje será subiendo de nivel nuestra base principal (nuestro héroe no gana experiencia ni sube de nivel) y forjando armas y armaduras cada vez más poderosas.
La cuestión es que antes de que nos demos cuenta ya nos sentiremos como expertos constructores, fabricando todo tipo de objetos, edificios y estructuras con total facilidad. Lo único malo de todo el conjunto lo tenemos en lo tremendamente simple que es el sistema de combate, ya que apenas usaremos un botón para golpear y algún que otro objeto con capacidades ofensivas. Sí, sabemos que es algo secundario dentro de esta propuesta, pero al final hay tantísimas batallas a lo largo de todo el juego que se habría agradecido algo más complejo y elaborado que hiciese de los enfrentamientos una experiencia más divertida y emocionante.
Como hemos dicho, se trata de un juego largo, divertido y con mucho encanto que nos dará para decenas de horas de diversión, independientemente de si queremos pasarnos solo la historia o también buscamos explotar su Modo Libre. El mundo es grande y está repleto de secretos, recetas por descubrir, objetos que fabricar, etcétera. Además, la libertad que nos da a la hora de crear todo tipo de estructuras consigue sacar lo mejor de ese constructor que todos llevamos dentro.
Por desgracia, si ya lo jugamos en PS4 o PS Vita, no encontraremos demasiados motivos para volver a pasar por caja una segunda vez, ya que el título apenas incluye novedades, más allá de una montura de un Dientes de Sable para que podamos desplazarnos a toda velocidad y recolectar unos materiales únicos con los que podremos crear unos nuevos objetos de temática retro inspirados en el primer Dragon Quest. Como veis, nada realmente destacable ni que justifique una nueva compra.
Sin embargo, no os vamos a negar que puede resultar especialmente tentadora la posibilidad de jugar tanto en sobremesa como en portátil, sobre todo en un juego como este con lo bien que se adapta a ambos modos, tal y como ya demostró en sus plataformas originales, por lo que es un auténtico gustazo independientemente de cómo decidáis disfrutarlo.
En cuanto a sus especificaciones técnicas, en el modo sobremesa la única diferencia destacable respecto a PS4 la tenemos en la pérdida de resolución, bajando hasta los 720p, por lo que la imagen no es tan nítida y clara, y ciertos bordes de sierra se hacen más visibles, aunque a cambio mantenemos de forma prácticamente constante las 60 imágenes por segundo y la misma calidad gráfica en cuanto a texturas, modelados, efectos, distancia de dibujado, etcétera.
En el modo portátil, se mantienen los 720p, pero ciertos detalles gráficos pierden un poco de calidad y la tasa de imágenes por segundo baja hasta los 30 fps. A pesar de ello, el juego de este modo se disfruta muchísimo y en ningún momento se llega a resentir la experiencia (de hecho, se sigue viendo bastante bien), sobre todo cuando esto nos da la posibilidad de jugar en cualquier parte. Del sonido poco más que decir de lo dicho en el análisis original, ya que se mantienen las magníficas melodías clásicas de Dragon Quest, así como sus míticos efectos.
Conclusiones
Dragon Quest Builders es un gran juego de aventuras, rol, acción y construcción que se sigue manteniendo tan fresco y divertido como lo recordábamos, a pesar del tiempo que ha pasado. La conversión a Nintendo Switch está muy cuidada y, a pesar de que no incluye casi ninguna novedad y de que su resolución ha sufrido un bajón, nos parece la versión definitiva de este título al darnos la posibilidad de jugar tanto en sobremesa como en portátil.
Tampoco os vamos a engañar, si ya lo jugasteis en su momento no vais a encontrar demasiados motivos para volverlo a comprar, aunque si todavía no habéis descubierto el placer de reconstruir el mundo de Alefgrado como los constructores elegidos por la Diosa, aquí tenéis la excusa perfecta para hacerlo.
Hemos realizado este análisis gracias a un código de descarga que nos ha facilitado Nintendo.