Análisis de Worms Open Warfare (PSP, NDS)
Diseño perfecto, enfrentaba a dos grupos de orugas en una batalla técnica por turnos. Desfasado ya técnicamente para la fecha en la que salió (1995), fue precisamente ese diseño el que lo salvó del anonimato. Team 17 acertó a crear un de los títulos más influyentes, del cual han salido múltiples imitadores con escaso acierto. Éxito claro, la franquicia ha seguido por todas las plataformas habidas y por haber. A principios del milenio realizó su transición con éxito a las tres dimensiones, aplicando luego un toque más estratégico con la entrega posterior llamada "Fortress" Con una ejecución casi perfecta en las 3D, nos preguntábamos ¿Qué podía elegir ahora Team 17 para continuar Worms?
La respuesta nos la ha dado ahora: una nueva entrega bidimensional para las consolas portátiles.
El concepto es el mismo siempre: el jugador controla uno de los dos equipos de gusanos, los cuales van realizando ataques por turnos de la manera más diversa. Todo el arsenal de armas habitual se mantiene: plátanos, ovejas explosivas, la divertida granada sagrada, etc. Al mismo tiempo, el juego realiza la habitual generación aleatoria de escenarios, la cual puede ser editada, eligiendo decorado, objetos e inteligencia artificial. Las posibilidades no acaban aquí, y continúan con un modo principal que nos lleva a distintas misiones donde nos enfrentamos gusanos cada vez más inteligentes.
Lamentablemente, el multijugador ha quedado reducido a competición inalámbrica local, y no existe la posibilidad de jugar a través de Internet ni en la versión PSP ni en la de Nintendo DS. Quizás una de las taras más importantes del Worms Open Warfare.
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