Análisis de Roller Champions, diversión online sobre patines (PS5, Xbox Series X/S, PC, PS4, Xbox One)
Dado el éxito que están viviendo fenómenos multijugador como Rocket League o Fall Guys: Ultimate Knockout, por no mencionar al inabarcable Fortnite, es lógico que compañías de videojuegos como Ubisoft quieran también su pedacito de pastel. Lo han intentado en varias ocasiones y no siempre ha salido bien, pero eso no significa que vayan a parar de probar suerte: así lo demuestran con Roller Champions, un free-to-play deportivo que nos sorprendió en su presentación por su apuesta por la competición entre patinadores. No es una disciplina demasiado vista en estas lindes, así que ya de primeras llama la atención. La compañía francesa, en concreto su estudio de Montreal, le ha dado la forma de un juego como servicio y con temporadas, pases de batallas y cajas de loot lo acaba de lanzar gratis en PS5, Xbox Series X/S, PS4, Xbox One y PC (más adelante llegará también a Switch).
¿Cómo se juega exactamente a Roller Champions?
Se sustenta en una mecánica muy sencilla: hay que lanzar la pelota para meterla por un aro, pero para desbloquear ese aro es necesario dar al menos una vuelta completa al velódromo. Una vuelta es lo mínimo, pero mientras más demos más puntos sumaremos en caso de que consigamos encestar la pelota. De esta manera, si damos una vuelta y marcamos conseguimos un punto, pero si nos arriesgamos y mantenemos la posición nuestro gol valdrá más. Gana el primer equipo que llegue a cinco puntos (o el que más puntos tenga cuando acabe el tiempo).
Gracias a esa dinámica, Roller Champions consigue premiar el riesgo y convertir en desafiante una premisa que a priori puede parecer sencilla. Cuando tienes la pelota no sólo tienes que mantenerla en tu equipo, sino que tienes que evitar que el otro te la quite y te rompa la racha; al mismo tiempo, tu intención es dar la mayor cantidad de vueltas posibles para que el gol que marques valga mucho más que un simple punto, aunque a veces tienes que saber interpretar cuándo ese único punto tiene más valor que anotar cinco de golpe. Todo esto transcurre en cuestión de minutos, en medio de una batalla campal en un escenario muy reducido y durante un partido que nunca se detiene.
Al menos en las partidas que hemos jugado, el ritmo de Roller Champions es frenético, quizás incluso más de lo que el propio concepto puede soportar. Hay una sensación de desorden que contrasta con las partidas con el flujo de las partidas personalizadas en las que competimos contra bots (con una inteligencia artificial bastante básica, dicho sea de paso). Es fácil que los enfrentamientos se conviertan en un batiburrillo de placajes entre jugadores, quedando la pelota más tiempo en el suelo que en manos de los patinadores. Prueba de ello es también que casi ninguno de los partidos que hemos jugado ha acabado por alcanzar los cinco puntos, sino por el propio límite de tiempo.
No es la primera vez que sentimos este caos en un multijugador; Rocket League era así al principio, e incluso sigue siéndolo para jugadores novatos, y Destruction AllStars es otro buen ejemplo de lo que decimos. Está claro que cualquier videojuego que ofrezca una competición de estas características corre el riesgo de convertirse en una experiencia desordenada y, por consiguiente, aburrida, así que queda por ver cómo evoluciona Rollers Champions, si consigue pulir lo suficiente sus mecánicas y dinámicas para evitar eso o si por el contrario no logra evolucionar para explotar las buenas ideas que se ven en estos primeros pasos.
Más que dar vueltas a un velódromo
Evidentemente ahí tendrá mucho que decir la propia comunidad, que de momento parece estar apoyando bastante el nuevo proyecto de Ubisoft: no cuesta encontrar partidas, al menos, y ya se empiezan a ver técnicas y tácticas surgidas de la propia experiencia adquirida. A medida que vamos avanzando en el juego iremos ganando fans -que es una forma un tanto extraña de llamar a los puntos de experiencia- y estos nos dan acceso a dos nuevos modos de juego (partidos clasificatorios y eventos sorpresas) que tienen lugar en mejores escenarios. Es en esos encuentros en los que ya se va apreciando una mayor comprensión del juego por parte de los jugadores, donde vemos más control de las herramientas que nos da para ganar.
Por ejemplo, el movimiento de nuestro avatar -representado de una forma fluida y gratificante- es mucho más importante de lo que puede parecer en un principio. Las primeras partidas de Roller Champions son de tirar para delante y ya veremos qué pasa, pero poco a poco nos damos cuenta del abanico de mecánicas que tenemos a nuestra disposición para conseguir una ejecución más pulida que la del contrario: podemos utilizar las curvas del escenario para bombear y ganar velocidad, podemos aprovechar el rebufo de nuestros compañeros e incluso agarrarnos a ellos para después salir despedidos a gran velocidad, el mismo botón que sirve para derribar al contrario también nos permite esquivarlo cuando llevamos el balón… Todo esto está explícitamente detallado en la nada sutil interfaz del juego, pero una cosa es que sepamos que existen este tipo de movimientos y otra que sepamos sacarles provecho en el frenesí del partido.
Difícil de entender, fácil de dominar
Es cuando aprendemos a jugar cuando desbloqueamos todo el potencial que Roller Champions tiene para engancharnos, aunque para entonces ya habremos tenido que echarle unas cuantas horas de juego. Esa es una de sus principales barreras de entrada y eso puede convertirse en un problema para Ubisoft: un título de estas características debería ser fácil de asimilar, lo más sencillo posible para nuevas personas que se sientan atraídas por su propuesta. Si necesitamos jugar los 10 primeros partidos rápidos que nos piden para desbloquear los siguientes modos es posible que no lleguemos ni a la mitad. Hay mucho trabajo que hacer en los compases iniciales de este título, comenzando por su tutorial en vídeo, que se utiliza para contarnos las reglas antes incluso de dejarnos jugar y es tan lento como innecesariamente denso.
Si conseguimos pasar de ahí seguro que seremos capaces de verle las cosas buenas que tiene, que son bastantes. Se notan, sobre todo, en el diseño de las propias normas del juego: no sólo es muy inteligente la idea de premiarnos con más posibles puntos al dar más vueltas, arriesgando lo que ya tenemos, sino que también se propician momentos de tensión con decisiones como la "última oportunidad", un tiempo de gracia infinito que se le da al equipo que va perdiendo si tiene la pelota cuando acaba el tiempo. Roller Champions tiene una serie de reglas con las que sabe estructurar bien una competición tan divertida como desafiante con momentos de tensión que, honestamente, no esperábamos de este proyecto.
Al ser un juego táctico y competitivo, a pesar de su faceta arcade, requiere que nuestro equipo esté bien sincronizado para no caer en esas situaciones de descontrol que comentábamos antes. Esto es algo problemático cuando jugamos en solitario, porque los desconocidos no siempre trabajan en equipo (como en cualquier otro multijugador, en realidad) y eso provoca que en más de una ocasión perdamos los nervios al ver que no nos pasan la pelota o que cada uno sigue su propia estrategia individualista. La obligación de jugar en equipos de tres (el único modo disponible a día de hoy, además del Skatepark) quizás no es la mejor idea de todas, aunque tampoco se nos ocurre cómo podría transformarse esta experiencia en algo más solitario; una modalidad individual de todos contra todos podría ser incluso más caótica.
El elefante en la habitación: su faceta 'juego como servicio'
Más allá de todas esas buenas o malas ideas que tiene en su entorno mecánico y de diseño de reglas, Roller Champions tiene también una capa de juego como servicio que incluye todo lo que podemos esperar de un free-to-play de estas características: pase de temporada, personalización del skater, cajas de loot (que aquí son pelotas), desafíos, objetos de diferentes rarezas, micropagos, eventos… No hay nada, a priori, que nos fuerce a pasar por el aro; todos son añadidos estéticos, no afectan a la jugabilidad, así que podemos estar tranquilos en ese sentido. Si somos transigentes con este tipo de distracciones podremos jugar sin problemas, aunque evidentemente el juego va a hacer lo insufrible por recordarnos que están ahí y por animarnos sutilmente a pagar.
Si en vez de como algo a evitar entendemos este modelo como uno adecuado que incluso queremos apoyar, la estética de Roller Champions tampoco va a ponérnoslo especialmente sencillo: pese a intentarlo con todas sus fuerzas, la dirección artística del juego carece de personalidad. O al menos no tiene toda la que le gustaría. Hay muchos colorines, es bastante vistoso en ese sentido, pero el aspecto final de los personajes, escenarios y complementos es algo más simplón de lo que nos gustaría. Incluso se deja llevar demasiado por una estética deportiva que quizás no le viene del todo bien. Dada la peculiar premisa de la que parte, ¿no sería un buen juego en el que dejarse llevar por la estética fantástica? ¿Por qué cascos protectores en lugar de sombreros disparatados, por ejemplo?
Al tratarse de un juego como servicio todo esto irá evolucionando poco a poco, evidentemente, y muchas partes de Roller Champions, como ilustraciones conceptuales o pantallas de carga, ya dejan entrever que este tipo de material más carismático puede acabar llegando próximamente al juego. Esperamos que lo haga, y de hecho esperamos que no se quede ahí: nos gustaría ver más modos de juego, modalidades originales y escenarios que le saquen partida a la buena base que tiene de por sí. Roller Champions necesita creerse toda esa imagen gamberra que intenta vendernos y dejarse llevar por la fantasía.
Conclusiones
Roller Champions es uno de esos proyectos fáciles de descartar: su naturaleza de juego como servicio, el modelo de negocio free-to-play y la mala fama que acarrea Ubisoft en los últimos años hacen que sea un juego al que muchas personas no querrán acercarse. Sin embargo, detrás de eso se halla un divertido multijugador que propone un esquema de juego diferente centrado en la competición arcade y enfocado hacia la colaboración con el resto de personas de nuestro equipo. Es cierto que le faltan todavía ciertos retoques, sobre todo a la hora de hacer más accesibles sus primeras partidas, pero nos ha sorprendido gratamente las buenas ideas que pone sobre la mesa; a nivel de diseño tiene ciertos detalles que le hacen ir más allá de un simple juego deportivo de dar vueltas a un velódromo, y aunque pueda ser caótico en algunos momentos es capaz de engancharnos más de lo que podríamos imaginar. Queda por ver cómo evoluciona -algo que sin duda dependerá de la acogida de la comunidad-, pero a día de hoy cuenta con unas sólidas y divertidas bases que haríais bien en, al menos, probar un par de veces.
Hemos escrito este análisis en PS5 descargando el juego gratuitamente desde PS Store.