Análisis Final Fantasy VII Rebirth, un reencuentro histórico que va más allá de los sueños (PS5)
Hemos escrito este análisis gracias a un código de descarga anticipado que nos ha ofrecido Plaion.
Han pasado ya casi 20 años desde que Square Enix nos hiciera soñar por primera vez con un remake de Final Fantasy VII, el juego con el que toda una generación de jugadores descubrió las mieles del rol japonés. A pesar de ser tan solo una demo técnica destinada a mostrarnos las posibilidades de PS3, aquel vídeo de 2005 en el que pudimos ver recreada la mítica introducción del juego con un apartado gráfico increíble para la época hizo que nuestra imaginación echara a volar.
En aquel entonces creíamos tener muy claro cómo debería haberse enfocado un proyecto de esta envergadura y en nuestros sueños vislumbrábamos el mismo juego de 1997 con gráficos actualizados y algún que otro retoque para añadir aquellas cosas que se dejaron sin terminar en el original por falta de tiempo. Sin embargo, Square Enix se atrevió a soñar a lo grande.
No fue hasta 2015 que Final Fantasy VII Remake se anunció de forma oficial, ya para PS4, y tras un cambio en el estudio de desarrollo (el proyecto estuvo en manos de CyberConnect2 antes de que se convirtiera en una producción interna), nos sorprendieron con una noticia de lo más inesperada y atípica: el remake se haría dividiendo el clásico en varios juegos individuales, confirmándose años después de que se trataría de una trilogía.
A pesar de la polémica que esta decisión trajo consigo en un primer instante por lo extraña que parecía, en Square Enix lo tenían claro: si iban a volver a uno de los juegos más queridos, importantes e influyentes de la historia, tenían que darlo todo para hacer de su remake algo igual de único y especial. Una experiencia que no se olvide, que nos marque y que a su vez nos permita sumergirnos en Gaia como si fuese la primera vez, independientemente de que nos conociésemos el viaje de Cloud como la palma de nuestra mano.
Y para que algo así sea posible a día de hoy, no valen las medias tintas. Hay que ser muy, muy ambicioso para ir más allá de los sueños y las expectativas de los jugadores, algo que ya vimos materializado con su primera entrega, cuando Final Fantasy VII Remake llegó finalmente a las tiendas en 2020. El resultado fue una obra sobresaliente que nos permitió ver este universo con su escala real, que mejoraba la narrativa en todos los frentes, que trataba con sumo mimo y respeto al original, que le daba a sus personajes una profundidad espectacular, que recreaba a la perfección todos esos momentos que tenemos grabados a fuego en nuestra memoria, que no se dejaba fuera ni uno solo de sus divertidos minijuegos y que además se atrevía con un nuevo y revolucionario sistema de combate que aunaba de maravilla el dinamismo de la acción con la estrategia de los turnos.
Sin embargo, se suele decir que Final Fantasy VII empieza de verdad cuando dejamos atrás Midgar, justo el momento en el que esta primera entrega cerraba, no sin antes hacer una jugada maestra que plantó la semilla de la duda en todos y cada uno de nosotros: ¿significaba su final que la historia iba a cambiar en los dos próximos juegos? Una pregunta a la que tenemos que sumarles otras que ya teníamos, como la forma en la que, tras un título de corte lineal, se iba a dar el salto al mundo abierto que debía traer consigo la llegada al "mapamundi".
De este modo, llegamos a Final Fantasy VII Rebirth, la segunda parte de la trilogía, un capítulo decisivo que debía demostrar la auténtica escala y ambición de este remake, así como el rumbo que iba a seguir el proyecto. No os vamos a mentir, pues estábamos deseando jugarlo y teníamos muchas ganas de descubrir cómo iba a continuar nuestro periplo con Gaia, pero lo que aquí nos hemos encontrado ha sobrepasado y por mucho nuestros mejores sueños, ofreciéndonos una recreación perfecta que mejora y lleva muchísimo más allá a una obra maestra intocable de este hobby que tanto nos apasiona.
No hablamos solo de un juegazo de una ambición y escala descomunal capaz de enamorar a cualquiera que decida darle una oportunidad, sino también del mejor remake que hemos visto jamás en medio alguno. No existe nada ni remotamente parecido a esto y lo que su equipo de desarrollo ha hecho con cada escena, con cada minijuego, con cada añadido, con su mundo, con sus personajes, con sus combates y con cada minuto que hemos invertido en él está a un nivel muy diferente de lo que nadie se ha atrevido antes con un remake, deleitándonos con un reencuentro histórico que nos ha hecho volver a entrar en comunión con el planeta.
La maravillosa recreación de un viaje inolvidable
De este modo, nos encontramos ante una aventura de rol que retoma las bases jugables que instauró Final Fantasy VII Remake para potenciarlas, mejorarlas y llevarlas a un entorno de mundo abierto, rompiendo así la linealidad de su predecesor para darnos un nivel de libertad muchísimo mayor en unos escenarios gigantescos y repletos de cosas para hacer.
En lo que respecta a su historia, esta abarca desde que el grupo abandona Midgar hasta los impactantes eventos que tienen lugar en la Capital Olvidada, una de las partes más memorables del original que muchos recordamos por la gran variedad de lugares que visitábamos y los acontecimientos tan especiales que sucedían en cada uno de ellos, concluyendo con el que es uno de los momentos más icónicos de toda la saga.
Como bien sabréis a estas alturas, el final de Final Fantasy VII Remake pareció dejar las puertas abiertas a que el guion clásico pudiese sufrir cambios, algo que, curiosamente, mejora muchísimo la narrativa de esta secuela. Si en la primera parte simplemente disfrutábamos viendo cómo se recreaba y expandía cada escena sabiendo en casi todo momento qué es lo que iba a pasar, en Rebirth jugamos con la tensión añadida de no tener esa certeza, lo que nos ha permitido jugarlo con la misma incertidumbre con la que vivimos por primera vez Final Fantasy VII hace casi 30 años, algo de lo que pocos remakes pueden presumir.
A grandes rasgos, el viaje como tal se ha mantenido intacto y, aunque hay algunas partes que se han guardado para la tercera entrega, la mayoría de los lugares y momentazos del original se han respetado y han sido recreados de una forma tan maravillosa, tan perfecta, con tanto gusto, con tanto detalle y con tantas sorpresas inesperadas que mejoran hasta cotas insospechadas nuestros más nostálgicos recuerdos. Es difícil describir con palabras lo que han hecho, pero es un juego que nos ha vuelto a emocionar y que nos ha hecho reír y hasta llorar, teniéndonos con la sonrisa de un niño constantemente dibujada en la boca.
Por supuesto, huelga decir que el principal culpable de todo es su guion, el cual difícilmente podría estar mejor escrito. De hecho, no solo se dedica a expandir la trama del original, sino que también arregla muchos de sus problemas, dando una mayor coherencia a los motivos que llevan a nuestros héroes a viajar de un sitio a otro y explicando infinidad de cosas sobre su mundo, sus personajes y ciertos acontecimientos que antes o no tenían sentido o teníamos que creernos de buena fe. Gracias a todo esto, Gaia es ahora un mundo mucho más rico y con un trasfondo bastante más interesante, algo que también se aprovecha para tirar de hilos narrativos que quedaron muy desaprovechados y que esta vez se explotan con sumo acierto.
A diferencia de lo que a veces ocurría con Final Fantasy VII Remake, cuando Rebirth expande, extiende o añade algo, lo hace dando en el clavo y sumando al conjunto, por lo que nunca hemos tenido la sensación de estar viviendo momentos artificialmente alargados cuyo único objetivo es el de rellenar el contador de horas hasta llegar al final, lo que tiene muchísimo mérito si tenemos en cuenta que se han llegado a hacer capítulos completos de secciones como nuestro paso por Costa del Sol o el viaje en barco hacia esta ciudad, por no hablar de otros tantos completamente nuevos que nos han parecido de lo de mejor de toda la aventura. Todo esto se acaba traduciendo en la sensación de estar viviendo un viaje que conocemos muy bien, pero al mismo tiempo totalmente novedoso y repleto de sorpresas y añadidos que le dan una frescura sin igual.
Mención especial merece el tratamiento que han recibido los personajes, a los cuales se ha dotado de una profundidad increíble, algo que ya vimos en la entrega anterior, pero que aquí se lleva varios pasos más allá al tratar con mucho más detalle sus historias personales y las relaciones que van forjando entre ellos, lo que da como resultado unas dinámicas de grupo fantásticas y con mucha química que, además, nos han conseguido sacar alguna que otra carcajada espontánea con muchos de sus diálogos y reacciones. O, dicho de otro modo: derrochan carisma, son muy creíbles y se hacen querer con una facilidad pasmosa.
Una nueva forma de descubrir Gaia
Podríamos seguir escribiendo sobre las bondades de su historia, su narrativa y sus personajes durante horas, pero como no queremos arruinaros ninguna sorpresa, vamos a cambiar de tema para que podáis descubrir este maravilloso viaje por vosotros mismos. Así pues, nos toca hablar sobre la que es, sin lugar a dudas, la gran novedad de esta entrega: su mundo abierto.
Uno de los rasgos distintivos de los juegos de rol clásicos que también estaba presente en Final Fantasy VII era la existencia de un mapamundi, es decir, un mapa general a escala reducida por el que nos podíamos mover libremente para llegar a las ciudades y mazmorras, lo que ayudaba, de paso, a transmitir la sensación de estar viviendo un gran viaje.
Sin embargo, el equipo encargado de Rebirth ha sido sumamente ambicioso y ha querido recrear Gaia a escala real, sumergiéndonos de lleno en un fascinante mundo abierto que nos permite recorrer y ver este planeta ficticio como nunca antes, sobrecogiéndonos con la belleza de sus paisajes, el tamaño de sus montañas y cañones, la frondosidad de sus bosques y la amplitud de sus mares.
A efectos prácticos, su función es la misma que la de un mapamundi de toda la vida, es decir, conectar sus diferentes zonas, ciudades, mazmorras y momentos de la historia, pero con el añadido de tener ahora una enorme cantidad de contenidos completamente opcionales en los que invertir nuestro tiempo cuando nos apetezca desviarnos del camino principal.
Si os somos sinceros, la primera impresión que transmite este mundo abierto una vez pasado el impacto inicial de ver así este universo no es muy positiva y puede llevar a engaño, ya que confía en la habitual fórmula de llenar el mapa con iconos de actividades secundarias, sin olvidarse de incluir hasta las típicas torres que sirven para revelarlos.
La buena noticia es que en Square Enix se han fijado en los mejores del género para replicar sus aciertos, añadiendo de paso otros tantos de cosecha propia y evitando sus errores más comunes para dar forma a un mundo que invita constantemente a explorar y que nos anima a invertir nuestro tiempo en hacerlo todo.
Por un lado, gran parte de la culpa de todo esto la tiene la enorme personalidad que se le ha dado a cada una de sus regiones, ya que no son solo muy diferentes en términos visuales y de ambientación, sino también en lo jugable. De hecho, la forma de movernos por cada una de ellas es completamente distinta, aportando una variedad que rara vez se suele ver en el género. Tan pronto estaremos recorriendo amplias praderas que planeando por un enorme cañón aprovechando circuitos aéreos o buscándonos la vida para movernos por una laberíntica selva en la que los árboles apenas dejan ver el cielo y donde debemos usar unas setas gigantes que nos impulsan a lugares que de otro modo serían inaccesibles.
Se trata de un juego que aprovecha con muchísimo tino la verticalidad de sus escenarios para crear rutas que no son siempre aparentes de primeras y que nos acaban obligando a fijarnos en nuestro entorno para llegar a cada sitio, lo que consigue que explorar resulte en algo muy divertido y gratificante. De hecho, cada región cuenta con un tipo de chocobo distinto con habilidades únicas sobre el que podemos cabalgar, lo que afecta a nuestra movilidad y a las posibilidades de acción que tenemos en cada territorio. Y sí, también regresan el buggy para atravesar el desierto y el Potrillo para surcar los mares y ríos.
Aquí también merece la pena destacar que las zonas que visitaremos son grandes, pero a su vez tienen un tamaño lo suficientemente contenido como para no abrumar o cansarnos con largas y aburridas caminatas hasta llegar a los puntos de interés, pues han preferido poner el foco en su densidad en vez de en su extensión.
En lo que respecta a las actividades opcionales como tal, encontraremos un poco de todo: cacerías en las que debemos cumplir una serie de objetivos concretos, desafíos de combate en coliseos y simuladores, jefes secretos, zonas de excavación, altares con los que fortalecer a nuestras invocaciones, una ingente cantidad de divertidos y elaborados minijuegos, misiones secundarias propiamente dichas y un largo etcétera.
Puede que no lo parezca, pero os aseguramos que todo lo que nos propone funciona genial y está muy bien planteado. Todos los retos que tienen que ver con los combates son muy estimulantes, los minijuegos nunca dejan de sorprender, la cantidad y variedad de sus contenidos es bastante alta y las recompensas nunca decepcionan. De hecho, todo lo que hagamos suele ayudarnos a desbloquear funciones muy interesantes, equipo, puntos de arma y de grupo con el que obtener nuevas habilidades en el árbol de talentos de cada personaje, materias que amplían nuestras posibilidades estratégicas, invocaciones, objetos coleccionables cuya función no os desvelaremos, secretos que merece la pena descubrir y mucho más.
Pero, sin duda, la mejor parte se la llevan las misiones secundarias, las cuales huyen por completo de los típicos encargos de recadero en favor de pequeñas historias de todo tipo, muchas de las cuales nos llevarán a resolver ligeros puzles, explorar sitios, luchar contra jefes especiales, participar en un buen puñado de nuevos minijuegos y hasta tomar ciertas decisiones que afectan a que el final de estas pequeñas subtramas sea más o menos satisfactorio, algo que a veces también depende de otros factores.
Sí, algunas son tan "emocionantes" como atraer gallinas hasta un corral o buscar setas, pero incluso esas suelen ser entretenidas de hacer por los minijuegos y mecánicas propias que traen consigo, por no hablar de alguna que otra cuyas conclusiones fueron de lo más inesperado. Como decimos, son muy variadas y hay un poco de todo, desde las más locas y orientadas a la comedia hasta otras tantas muy interesantes que expanden y profundizan en la historia del juego y sus personajes. Es más, todas suelen narrarnos algo sobre alguno de los miembros de nuestro grupo, permitiéndonos subir nuestro nivel de afinidad con ellos y conocerlos mejor, por lo que merece la pena detenerse a hacerlas.
Tampoco podemos olvidarnos de las misiones en las que debemos resolver un misterio relacionado con unos extraños artefactos que han sido bautizados como Protomaterias, las cuales están muy trabajadas y esconden unos minijuegos y unas batallas fantásticas. Es difícil hablar de ellas sin destripar nada, pero si sois fans de la saga, estamos convencidos de que las vais a disfrutar muchísimo, especialmente cuando descubráis de qué trata realmente su trama.
Materias y mazmorras
Como veis, Square Enix ha dado forma a un mundo enorme, variado, bien diseñado, que anima a explorar y repleto de cosas interesantes por hacer, aunque si lo que queréis es disfrutar de su historia y vivir una experiencia más o menos lineal en la que la narrativa tenga la voz cantante, os alegrará saber que el recorrido principal pasa muy de puntillas por lo que sería este nuevo "mapamundi", ya que los caminos que conectan las diferentes ciudades y mazmorras que hacen avanzar la trama son muy cortos. Sí, nos quedaremos sin ver muchas cosas, pero es de agradecer que el juego nos dé total libertad para degustarlo a nuestro ritmo.
Como todo en esta segunda parte, todo lo relacionado con las misiones principales está a un nivel altísimo, tanto por el ritmo del que hace gala la narración como por las cosas que viviremos, donde hay espacio para infinidad de momentazos, grandes batallas, minijuegos de toda índole y secuencias más íntimas y personales que dejan un tanto de lado la acción para centrarse en otro tipo de cosas, lo que incluye secciones que son puro Final Fantasy.
Por un lado, la recreación de las ciudades es fascinante, pues distan de ser los típicos "decorados" artificiales que estamos acostumbrados a ver en muchos videojuegos. Tanto es así que cada urbe transmite la sensación de ser un lugar que rebosa vida. Hay gente por todas partes haciendo todo tipo de cosas e interactuando entre ellos y resulta fácil perderse por sus calles parándonos a escuchar las conversaciones de los transeúntes, a jugar a las cartas con alguien o simplemente a disfrutar de un concierto callejero. Además, al haberse reproducido a escala real se ha conseguido que sitios como Junon o Cañón Cosmo sean simple y llanamente sobrecogedores, por no hablar del mimo y detalle que se ha puesto en recrearlos de la mejor forma posible para darles una personalidad única y que sigan siendo igual de reconocibles que siempre.
Sin embargo, el grueso de las misiones principales suele tener lugar en las mazmorras. Sí, estas tienen un diseño relativamente lineal que puede recordar a lo visto en Final Fantasy VII Remake, pero se ha hecho un gran esfuerzo en hacerlas bastante más entretenidas y en diferenciarlas mejor. Antes dijimos que ahora es un juego mucho más vertical, lo que también implica que nuestros personajes son más ágiles y pueden sortear obstáculos y escalar por ciertos sitios, algo que también se aplica a estas secciones, lo que nos obliga a fijarnos mejor en el entorno, elimina la sensación de estar ante una aventura pasillera y nos da un margen mayor para buscar rutas secundarias y llegar hasta determinados secretos.
Por supuesto, también se han añadido sencillísimos rompecabezas aquí y allá, montones de minijuegos muy trabajados y ahora hay al menos una mazmorra protagonizada por cada uno de los integrantes del grupo, lo que cambia por completo las mecánicas y la forma en las que nos movemos por ellas, pues nos fuerzan a hacer uso de sus habilidades exclusivas, como la posibilidad de correr por las paredes de Red XIII o la de Tifa de impulsarse a lugares elevados con un gancho. Y sí, todas ellas están muy bien resueltas y aportan variedad.
Un sistema de combate simplemente perfecto
Evidentemente, otro de los grandes pilares de la aventura lo tenemos en sus combates, ya que esto no deja de ser un juego de rol y como tal no serán pocas las peleas que tendremos que librar para subir de nivel y abrirnos camino tanto por su mundo abierto como por las mazmorras. Como podréis suponer, para esta ocasión se ha recuperado el sistema de batalla de Final Fantasy VII Remake, ofreciéndonos una deliciosa mezcla entre acción en tiempo real y turnos, pero potenciando todas sus virtudes hasta límites insospechados.
En términos generales, todo funciona de un modo muy similar, por lo que podremos movernos libremente por los escenarios realizando ataques básicos, esquivando, bloqueando y ejecutando la habilidad personal de cada personaje. Por supuesto, a medida que pase el tiempo y acertemos golpes, rellenaremos nuestro medidor de BTC, gracias al cual podremos realizar acciones como ejecutar técnicas especiales, lanzar un hechizo o usar objetos, pudiendo pausar la acción para introducir estos comandos. Huelga decir que la gestión de esta barra es fundamental para alzarse con la victoria, ya que es la que nos permitirá curarnos y hacer daño de verdad, entre otras cosas que necesitaremos para sobrevivir.
Se trata de un sistema que, por un lado, supone la evolución lógica de los combates ATB del Final Fantasy VII original y, por el otro, consigue aunar lo mejor de los dos mundos: el dinamismo y "realismo" de la acción y la estrategia de los turnos, dando como resultado unos enfrentamientos muy intensos, espectaculares y con muchas posibilidades que, además, se ven beneficiados por el sistema de materias, gracias al cual podremos equipar a nuestros personajes con diferentes habilidades, pasivas y sortilegios.
Si en Remake ya nos parecieron unas batallas simplemente perfectas, ahora Rebirth las lleva al siguiente nivel con un buen puñado de novedades, entre las que destacan cosas como la inclusión de combos aéreos y técnicas que dependen de si estamos en el suelo o en el aire, montones de nuevas materias que amplían a lo grande nuestras posibilidades de personalización para desarrollar nuevas tácticas, un bloqueo perfecto que nos permite anular todo el daño recibido de la mayoría de ataques si levantamos nuestra guardia en el momento adecuado y la posibilidad de realizar invocaciones en cualquier combate, no solo en los jefes.
A todo esto, debemos sumarle ajustes y cambios en los movimientos y habilidades de cada personaje que los hacen incluso más interesantes que antes, así como la inclusión de tres nuevos héroes que se unen al grupo: Yuffie, Red XIII y Cait Sith. A Yuffie ya la conocimos en INTERmission y sigue manteniendo un estilo de combate muy similar, pudiendo alternar entre combos cuerpo a cuerpo y ninjutsus para atacar a distancia con cualquier elemento, lo que la hace extremadamente versátil y útil.
En cuanto a Red XIII y Cait Sith, el primero se centra en bloquear ataques para rellenar su medidor de venganza, el cual le permite entrar en un estado en el que se potencian todas sus estadísticas y le permite utilizar ciertas técnicas, mientras que el segundo es una auténtica locura que puede invocar un peluche de Moguri gigante y subirse a él para realizar habilidades conjuntas o luchar por separado. Y sí, no faltan sus características técnicas basadas en el azar lanzando dados.
Como veis, todos ellos están genialmente diferenciados, aportan cosas únicas y se compenetran muy bien con los personajes de la primera entrega, permitiéndonos crear nuevas formaciones según la estrategia de combate que queramos desarrollar, por lo que ayudan a que los enfrentamientos ganen en profundidad.
Otra novedad importante que traen consigo las peleas son las habilidades sincronizadas, las cuales permiten que dos personajes colaboren para realizar devastadores movimientos especiales y adquirir algún tipo de ventaja, como extender el tiempo en el que un enemigo permanece en estado de vulnerabilidad, subir el nivel de nuestros Límites para que podamos usar otros más poderosos, poder lanzar hechizos sin gastar puntos de magia durante un tiempo o dividir nuestra barra de BTC en tres porciones en vez de los dos habituales.
Lo realmente interesante es que para poder poner estas habilidades en práctica, cada personaje necesita acumular varias barras de acción, las cuales se adquieren al utilizar cualquier comando que gaste el indicador de BTC, por lo que se trata de un sistema que nos anima a cambiar constantemente el control de nuestro personaje activo para poder utilizar el máximo número de acciones posibles con todos ellos, evitando así que nos centremos únicamente en el que más nos guste. Además, no todos los personajes tienen las mismas habilidades sincronizadas con el resto del grupo, lo que añade otra capa más de profundidad a tener en cuenta a la hora de decidir nuestras formaciones. Más allá de esto, también tenemos la posibilidad de, cuando defendemos, llamar a un aliado para realizar una acción sincronizada básica junto a él que no consume ningún tipo de recurso y que tienen utilidades prácticas muy concretas.
Otro aspecto de las peleas que se ha mejorado es el sistema de fatiga y vulnerabilidad. Al igual que en Remake, la clave para bajar rápidamente la vida de los enemigos consiste en subir su barra de postura para rellenarla y que queden temporalmente vulnerables, momento en el que reciben mucho más daño de lo normal y que podemos aprovechar para soltar nuestros movimientos más letales. La forma más rápida para llenar este indicador suele consistir en fatigarlos haciendo acciones concretas, algo que se ha llevado mucho más allá de lo que habíamos visto hasta ahora gracias a un bestiario bastante más grande y con mecánicas más elaboradas.
Cada monstruo es algo completamente único y tiene una personalidad muy marcada, obligándonos a encarar nuestras batallas con ellos de un modo completamente diferente, y si queremos fatigarlos nos vamos a encontrar rivales que nos van a requerir hacer cosas como esquivar una técnica concreta, utilizar un movimiento devastador cuando prepare cierto ataque, explotar su debilidad elemental en el momento adecuado, castigarlo con un estado alterado, realizar varias paradas perfectas consecutivas y más. Gracias a esto, hasta las peleas contra los enemigos normales se convierte en algo muy divertido y, al haber tantísimos tipos de rivales distintos, la experiencia al luchar siempre se mantiene fresca, variada y gratificante. De hecho, no dejaremos de toparnos con nuevos contrincantes hasta el mismísimo final.
Y hablando de rivales a batir, no podemos olvidarnos de aplaudir con todas nuestras fuerzas a los duelos contra los jefes, todo un espectáculo que llevan la épica a límites insospechados para alcanzar unos clímax que más quisieran la inmensa mayoría de juegos que llegan al mercado. Son todo lo que cabría esperar de este tipo de batallas, es decir, unos combates encarnizados, largos, con numerosas fases, con montones de mecánicas únicas a tener en cuenta, con una puesta en escena apabullante y con momentos intensísimos en los que vamos a tener que poner en práctica todo lo aprendido para salir con vida. No exageramos si os decimos que muchas de estas peleas nos han parecido de las mejores que hemos vivido nunca en un juego de rol, las cuales son incluso mejores en la segunda vuelta, cuando se desbloquea el Modo Difícil y el desafío se dispara, obligándonos a jugar a la perfección.
Like a Fantasy VII
Pero como ya hemos comentado varias veces a lo largo de este análisis, Final Fantasy VII Rebirth es mucho más que combates y si algo nos ha sorprendido ha sido la gigantesca cantidad de minijuegos de la que hace gala ya sea en la trama principal, en misiones secundarias o simplemente como actividades opcionales. El juego está plagado de ellos y hemos tenido momentos de no tener claro si en realidad estábamos jugando a un spin-off de Like a Dragon (Yakuza).
Sí, sabemos que Final Fantasy VII era una obra repleta de minijuegos y que incluso tenía una zona exclusivamente dedicada a ellos, pero creednos cuando os decimos que aquí el juego entero parece un Gold Saucer gigante, ya que están por todos lados. Y ojo, no lo decimos como algo negativo, pues creemos que casa muy bien con el espíritu de este clásico y la inmensa mayoría de ellos nos han encantado, por no hablar de la variedad que aportan a su desarrollo.
Además, hasta el más simple suele estar trabajadísimo y no ha dejado de sorprendernos el enorme mimo y cariño que ha recibido esta faceta de la aventura. Algunos se han rescatado de Remake y otros del original, pero también hay infinidad de ellos que son completamente nuevos y con los que nos lo hemos pasado en grande. Es más, nos atreveríamos a decir que hay algunos tan buenos, completos y trabajados que podrían haberse vendido perfectamente por separado como productos independientes, como las carreras de chocobos o el nuevo minijuego de cartas coleccionables bautizado como Sangre de la Reina, dos maravillas brutalmente adictivas que nos han hecho desear la inclusión de un modo online para poder competir contra otros jugadores.
Una aventura enorme y repleta de contenidos
En total, la historia principal dura alrededor de 50 horas si vais al grano, aunque nosotros no vimos los créditos hasta las 95 horas, ya que antes de llegar al final nos dedicamos a sacar la puntuación máxima en casi todos los minijuegos, completamos todas las misiones secundarias y exploramos cada zona hasta terminarlas al 100 %. E incluso así, actualmente llevamos más de 110 horas y todavía nos quedan numerosas y extremadamente desafiantes arenas de combate que superar, eventos alternativos por ver, coleccionables que encontrar y terminar la segunda vuelta en Difícil, por lo que si queréis verlo todo es muy probable que la cifra total acabe superando las 150 horas. Como veis, se trata de una obra con una cantidad de contenidos de calidad descomunal que os va a tener entretenidos durante mucho tiempo.
Una puesta en escena espectacular con una banda sonora legendaria
Finalmente nos toca hablar de su apartado gráfico, el punto más irregular del juego. No os equivoquéis, ya que el título es un auténtico espectáculo visual que destaca por el enorme detalle que tienen sus ciudades, los soberbios modelados de sus personajes principales, sus cuidadísimas animaciones, las coreografías de sus escenas de acción, su acertadísima dirección de arte, la cantidad de cosas que llega a poner en pantalla y unas secuencias de vídeo dirigidas con un gusto exquisito. Y ojo con sus increíbles expresiones faciales.
Es un juego donde todo está detalladísimo y que es una auténtica gozada para la vista, motivo por el que sus irregularidades técnicas chirrían doblemente por el contraste que provocan, como una iluminación que en ocasiones muy específicas es algo plana y hace que los rostros de los personajes se vean un tanto raros, texturas que tienen una resolución bajísima o elementos que cargan con algo de retardo. Nada de esto va a impedir que alucinéis viendo la recreación que se ha hecho de este mundo ni que disfrutéis al máximo de todo lo que tiene que ofreceros, pero llama la atención encontrarnos con este tipo de cosas en una superproducción donde la mayoría de los elementos lucen tan bien.
Eso sí, esto es hablando de su modo Gráficos, donde se prioriza la resolución y la carga gráfica a cambio de reducir la tasa de imágenes por segundo a 30 que siempre se mantienen muy estables, ofreciéndonos así una imagen limpia y muy nítida que ayuda a que todo se vea de maravilla. Lamentablemente, no podemos decir lo mismo del modo Rendimiento, donde sí, se consiguen alcanzar las 60 imágenes por segundo de manera estable, pero realizando grandes sacrificios para ello, lo que se traduce en una imagen extremadamente borrosa y sucia, algo a lo que hay que sumarle una disminución importante de muchos de sus elementos gráficos, arruinando por completo el que es, a todas luces, un juego realmente bonito y espectacular.
Cabe destacar que todo esto que os comentamos es jugando con su parche de lanzamiento, una actualización que estaba destinada a mejorar este modo de visualización, pero la mejora no nos ha parecido suficiente como para compensar la pérdida tan grande de detalle, menos todavía al tratarse de una aventura que busca ofrecer una experiencia lo más inmersiva posible, así que nuestra recomendación es que apostéis por el modo Gráficos.
Donde sí que no se puede poner ni una sola pega es en el sonido, ya que todo lo que digamos se va a quedar corto para hacerle justicia a su apabullante banda sonora, una de las mejores y más extensas que se ha hecho nunca para videojuego alguno. No solo estamos hablando de que recupere temas clásicos y nos dejen con la boca abierta con sus nuevas versiones o que las canciones inéditas que se han compuesto para la ocasión sean una delicia, sino que el juego es capaz de atreverse con una ingente cantidad de géneros musicales y bordarlo con todos y cada uno de ellos, desde el jazz, el rock y el pop hasta otros más atípicos que no nos esperábamos para nada escuchar y que han sido toda una sorpresa.
Por su parte, los efectos también son variadísimos, de calidad y muy reconocibles, la mezcla de sonido es excelente y el doblaje tanto en inglés como en japonés nos ha parecido sensacional. Evidentemente, los textos están en español, aunque nos toca advertiros de que la traducción se ha hecho partiendo del guion original japonés, por lo que hay grandes discrepancias entre lo que dicen los personajes en la lengua de Shakespeare y lo que leemos, algo que deberíais tener muy en cuenta a la hora de escoger el idioma del audio.
Conclusiones
Volvemos a repetirlo: Final Fantasy VII Rebirth es, sin lugar a dudas, el mejor y más ambicioso remake que se ha hecho nunca en medio alguno. Es una secuela que va mucho más allá de lo que jamás habíamos soñado para ofrecernos una recreación inigualable de un viaje inolvidable que hizo que hace casi 30 años muchos nos enamoráramos de todo un género. Tiene prácticamente todo lo que se le puede pedir: una narrativa exquisita que mejora, amplía y añade profundidad y complejidad a la historia original, su mundo y sus personajes, una recreación soberbia de todos y cada uno de los momentazos que tenemos grabados a fuego en nuestra memoria, un mundo abierto bien diseñado y repleto de contenidos de calidad que nos animan a invertir tiempo en ellos, un sistema de combate prácticamente perfecto, unas batallas contra jefes que quitan el aliento y una cantidad de elaborados y divertidos minijuegos que no han dejado que nos aburramos ni un solo momento.
Se trata de un juego tan bueno y con tantísimo contenido que nos ha llevado a preguntarnos qué van a hacer para superar esto con la última entrega de la trilogía, ya que la impresión que nos hemos llevado tras invertir más de 100 horas en él es que su equipo de desarrollo lo ha dado ya absolutamente todo.
Al final, lo mejor que podemos decir de él es que ha vuelto a emocionarnos, a tocarnos la fibra sensible y a hacernos disfrutar como solo los mejores Final Fantasy han sido capaces, devolviéndole el lustre perdido a una saga que llevaba demasiado tiempo alejada de la grandeza que la caracterizó en el pasado con sus aventuras para un jugador. No era nada fácil hacer justicia a uno de los mejores, más importantes y más queridos videojuegos que se han hecho nunca, pero esta secuela no solo ha sabido estar a la altura de nuestros recuerdos más nostálgicos, sino que los ha superado y nos ha permitido forjar otros nuevos reviviendo esta maravillosa historia como si fuese la primera vez. Y eso, como fans, es algo que nunca podremos agradecer lo suficiente.
Hemos escrito este análisis gracias a un código de descarga que nos ha ofrecido Plaion.