Análisis Dragon Quest I & II HD-2D Remake: Los padres del JRPG cierran una trilogía imperdible para los amantes del género (PS5, Switch, Xbox Series X, PC, Switch 2)
Hay lanzamientos cuya importancia trasciende lo meramente actual y que cobran un significado especial por diversas razones. Algunas veces, por su relevancia como iconos culturales de épocas pretéritas; otras, por estar a la vanguardia de la tecnología o por ofrecer algún elemento que con el paso del tiempo termina convirtiéndose en un referente. Hay casos, aunque son los menos habituales y sin duda también los más significativos de la industria, que marcan un antes y un después para un género y en cierto modo también para una o varias generaciones de jugadores. A ellos se les debe mucho, pues innovar, construir el camino que seguirán otros muchos títulos a lo largo de los años, es el proceso más complicado a la hora de concebir un producto nuevo, que tenga ese toque especial y único que entusiasme y fascine al mismo tiempo. Luego llegan otros que pavimentan el sendero ya marcado por el primigenio. Es decir: que mejoran sus cualidades e implementan otras nuevas con las que se pulen las aristas y perfeccionan sus sistemas de juego.
Si estáis leyendo estas líneas, ya sabéis a qué franquicia y juegos en específico nos referimos. Hablamos, por supuesto, de Dragon Quest. Hace un año tuvimos la oportunidad de poder disfrutar de la tercera entrega del remake de la trilogía de Erdrick, que a su vez representa el primer capítulo o prólogo de los dos títulos que hoy analizamos. Dragon Quest III HD-2D Remake fue el que marcó el camino a seguir para actualizar a los tiempos modernos los que se consideran, sin lugar a duda, los padres del rol japonés, el género que hoy todos conocemos como JRPG y que precisamente por ese motivo asociamos con un estilo narrativo, visual y jugable muy específicos.
En un movimiento poco habitual por su parte, Square Enix decidió comenzar la casa por el tejado lanzando en primer lugar la tercera entrega de la franquicia, también la más compleja de las tres, y dejando así para el final un compendio de los dos primeros títulos, aparecidos originalmente en NES (o Famicom en Japón) sucesivamente en 1986 y 1987. El planteamiento de la compañía japonesa tiene su lógica, ya que el propósito de recrear el denominado "Legado de Erdrick" no fue otro que el de ofrecer un contexto histórico para que los jugadores entendiesen cuál fue el héroe con el que comenzó esta peculiar historia, mezcla de fantasía, épica y de un sentido del humor muy propio de la mentalidad japonesa. En realidad, no es difícil entender el porqué de esta peculiar forma de actuar en el mercado, dado que tanto ese como Dragon Quest I & II HD-2D Remake ofrecen prácticamente las mismas novedades o cualidades en lo que respecta a un remozado técnico y jugable de los pies a la cabeza.
Dos lanzamientos, tres juegos: una única trilogía
La idea era hacer de la trilogía un único paquete que compartiese estilo gráfico y sistema de juego con sus correspondientes novedades, algo que, como veremos a continuación, no solo se ha logrado con éxito, sino que además nos ha hecho experimentar sensaciones que los jugadores más experimentados (quizás también los más entrados en años, los que ya tenemos canas y achaques propios de la edad) nunca hubiésemos imaginado sentir hace diez, veinte o treinta años, que es básicamente el tiempo que ha transcurrido desde el lanzamiento original de ambos títulos y la retahíla de remásteres que han ido apareciendo cada poco tiempo en las subsecuentes generaciones de consolas. Desde MSX a SNES, pasando por Game Boy Color, sin olvidar los ahora omnipresentes dispositivos móviles y terminando en los peculiares remásteres de Nintendo Switch, Dragon Quest ha estado siempre presente en nuestras vidas y en el mercado, pero nunca de esta forma, con un estilo visual heredero del éxito de Octopath Traveler y con mejoras en lo que hoy denominados "calidad de vida" que acercan su esencia a jugadores de todo tipo, independientemente de su edad o experiencia en el género.
Lo hace además a través de una de las compañías más míticas y con mayor legado de la industria japonesa, Artdink, como equipo de desarrollo, con la supervisión de su creador y padre fundador, Yuji Horii, respetando el excelente trabajo a la batuta del ya desaparecido (y siempre polémico) Koichi Sugiyama, y sin contar con la presencia del que fuese el director y diseñador de la trilogía original, Koichi Nakamura, cuya ausencia alarmó en un principio a los aficionados acérrimos que consideraban que sin el fundador de Chunsoft, la compañía que originalmente desarrolló los títulos originales, se perdería parte de la magia de estas tres joyas atemporales. Por suerte, la calidad que atesora Dragon Quest I & II HD-2D Remake y que comparte con la entrega que analizamos hace un año aleja la sombra de cualquier duda que pudiese existir sobre la autenticidad de unos remakes que, como decimos, han logrado actualizar su estilo de juego sin alterar en absoluto la esencia de los originales. Veamos cómo y por qué.
Un héroe de leyenda, Erdrick, un descendiente heroico y tres valerosos vástagos
Un héroe forja su propio destino. Toma sus decisiones basándose siempre en lo más correcto, en el camino de la nobleza y la rectitud moral. Es la definición por antonomasia del aguerrido luchador que, por los siempre caprichosos designios del destino, se ve en la encrucijada de salvar al mundo al mismo tiempo que rescata a una princesa en apuros. También es la clásica historia del héroe sin nombre que pone su vida en peligro una y otra vez, demostrando en incontables ocasiones su valía pese a los infortunios que la vida pone en su camino. Sin embargo, lo hace por un motivo que va más allá de sus propias convicciones, pues forma parte de la estirpe de un ser legendario que evitó que la oscuridad consumiese la vida, que la maldad triunfase ante la bondad. Hablamos, claro está, de uno de los descendientes del mítico Erdrick, a quien en ocasiones se la ha llamado Loto (como en la edición de GBC) y en otras, las más frecuentes, simplemente "héroe".
No hacen falta muchas palabras para explicar el argumento de Dragon Quest I, sobre todo si hemos tenido la suerte de haber conocido la trama de Dragon Quest III HD-2D Remake, en la que se explican los orígenes de todo lo que sucede en esta entrega. A grandes rasgos, controlamos a un personaje que ha de cumplir dos misiones: salvar al mundo y a la hija de un rey que, desesperado, acude a una persona que asegura haber despertado al escuchar una voz divina que le empujaba a salvar Alefgrado después de que el reino pasase una época de esplendor, gloria y paz. El malvado Draconarius ha resurgido de sus cenizas cual ave fénix y con él ha despertado una legión de monstruos a los que hemos de combatir a lo largo y ancho del reino. Lo haremos, al menos en esta primera entrega, completamente solos, sin ningún personaje secundario nos ayude, o al menos sin nadie que forme parte de nuestro equipo de combate. Tampoco hace falta hacer un gran esfuerzo para vaticinar el desenlace de esta nueva lucha entre el bien y el mal, sobre todo porque el argumento empieza y termina casi con la misma brevedad que lo que dura la partida principal: alrededor de unas diez horas.
Los sucesos que tienen lugar en Dragon Quest II enlazan directamente con los de su antecesor. Mucho tiempo después de que el valeroso descendiente de Erdrick volviese a salvar el mundo y tras fundar su propio reino junto a su amada, su árbol genealógico crece y sus nuevos vástagos crean tres reinos en los que impera la paz… hasta que una nueva invasión de monstruos irrumpe de la nada y vuelve a sumir el mundo en las tinieblas. Esta vez no será un descendiente, sino tres los que harán frente al mal, uniendo sus fuerzas para poder así combatir a un enemigo que vuelve con más fuerzas y con el mismo propósito de siempre: destruir la vida para que reine el caos. El porqué no importa, es totalmente secundario e irrelevante: en estos cuentos de fantasía lo único que realmente significativo es el predominio del bien sobre el mal, de la amistad sobre la vileza de aquellos que solo quieren que la vida desaparezca. Y así es como se narran las hazañas de los descendientes de ese héroe de leyenda de cuyas andanzas pudimos disfrutar hace un año, en el tercer capítulo de la franquicia, que como hemos repetido en no pocas ocasiones, se corresponde por orden cronológico al principio de todo, al comienzo de la leyenda de Dragon Quest.
Una adaptación perfecta al mercado internacional
En Dragon Quest I & II HD-2D Remake no importa tanto lo que se cuenta como el cómo. Su localización a mercados occidentales, tanto durante la primera oleada con el lanzamiento de Dragon Warrior en Estados Unidos como en la segunda, cuando Dragon Quest VIII llegó al mercado internacional (y al europeo por primera vez) siempre ha sido motivo de interminables debates en la comunidad de aficionados. Tal y como ha venido ocurriendo durante los últimos años, Dragon Quest I & II HD-2D Remake sigue la senda de la última hornada de títulos en lo que a su adaptación al castellano se refiere, esto es, hace gala de una traducción en la que a medida que recorremos los pueblos desperdigados por el mapamundi, encontramos personajes que hablan con marcados acentos de nuestra geografía. Esto, que puede chocar en un principio y aún hoy es un tema que genera debate entre los aficionados, se ha realizado con mucho mimo y cuenta con una traducción lo bastante buena y original como ayudar a que los jugadores se sumerjan aún más en la historia y en los parajes que recorrerán a lo largo de la aventura. En definitiva, nos ha parecido un trabajo loable y muy ajustado al tono de ambas entregas.
En realidad, uno de los elementos que han caracterizado a Dragon Quest es su sentido autorreferencial y el no tomarse demasiado en serio a sí mismo pese a narrar una épica historia plagada de clichés. Como comentábamos, en el mercado español hemos tenido la suerte de contar con una traducción que logra captar dicho tono humorístico y cuenta en general con un estilo que le viene como anillo al dedo, a tenor de muchas de las situaciones de las que somos testigos tanto en la primera entrega como en la segunda. Además, también hay algunas escenas nuevas y escenarios que no estaban presentes en las aventuras originales; nuevos personajes secundarios con una función que trata de enlazar los cabos sueltos que estos dejaban tras de sí, pero lo más importante de todo es la nueva forma de presentar los acontecimientos, mucho más entretenida y con un toque muy auténtico.
Solo nos podemos quitar el sombrero por el esfuerzo aquí realizado para dotar al universo de esta trilogía de una lógica intrínseca que se mantiene estable de principio a fin, con momentos hilarantes, otros extrañamente dramáticos y muchas conversaciones anodinas, clásicas en el género, que no podremos acelerar, sino exclusivamente saltar por completo. Aunque es posible acelerar el ritmo de los diálogos para que estos aparezcan de golpe en pantalla, no es posible realizar un avance rápido (fast forward) del doble o del triple cómo sí ha sucedido en otros JRPG que han sido remasterizados en los últimos años. Y aunque seguramente a muchos acérrimos los chirriará leer esto, hubiese sido de agradecer contar con esta opción de cara a los jugadores que busquen centrarse más en la parte jugable que en el argumento. Sea como fuere, el trabajo que Square Enix ha realizado para que no se pierda la esencia de los juegos originales también en este sentido es cuando menos loable.
Un estilo visual que actualiza con sentido la magia de los originales
Los que hayáis jugado a Dragon Quest III HD-2D Remake ya sabéis qué vamos a encontrar en la parte visual de estos remakes: el motor gráfico creado originalmente por el Team Asano que combina elementos en 3D con el píxel art que tan de moda se ha puesto en nuestros días. El resultado es igual de espectacular que en la tercera entrega, con un HD-2D movido por el motor Unreal 4 que fluye sin problemas reseñables y que ofrece una experiencia que encaja como anillo al dedo con el estilo visual que estas entregas han ido ofreciendo con las sucesivas remasterizaciones que han aparecido en el mercado con el paso de los años. Comparar el trabajo gráfico realizado aquí con las versiones remasterizadas de Switch que aparecieron en 2019 exclusivamente en Japón, no digamos ya con las originales de NES, es entender que de alguna extraña forma se ha logrado mantener el estilo clásico actualizándolo a los tiempos que corren.
Gran parte de la culpa de que esto sea así la tienen algunas de las decisiones que Artdink ha tomado al emplear las melodías de los juegos originales orquestadas con un gusto exquisito, a la vez que se emplean algunos sonidos tradicionales de los juegos de 8 bits que reconoceremos al instante. El respeto por mantener intactas los elementos característicos de ambas aventuras nos lleva a escuchar con más frecuencia de la que nos gustaría alguna canción que, pese a su notable belleza, se quedará inevitablemente pegada en nuestra cabeza durante días, no tanto por su calidad como por la cantidad de veces que la escuchamos. O tal vez por ambas cosas. En cualquier caso, si a este magnífico trabajo se le añade la presencia de algunas voces, con un excelente trabajo tanto en inglés como en japonés, lo cierto es que hay poco o nada que criticar de lo que ofrece este juego y, en general, el remake entero de la trilogía. Eso sí: existe una evolución comprensible en la cantidad y variedad de escenarios que exploramos, algo que puede resultar algo confuso por alterar el orden de lanzamiento original de estas entregas.
Empezar la casa por el tejado, aunque con más calidad de vida
Al comienzo de este análisis comentamos que Square Enix había comenzado a lanzar estos remakes en orden argumental, pero no siguiendo la cronología de su aparición en el mercado. A eso lo denominamos "empezar la casa por el tejado", algo que tiene todo el sentido del mundo para descubrir el argumento de principio a fin sin extraños saltos temporales (aunque, sinceramente, tampoco hubiese sido tan difícil entender que la tercera entrega es el prólogo de las dos anteriores), pero no tanto a nivel de mecánica de juego. Dragon Quest I presenta una mecánica bastante más sencilla que sus dos secuelas. Aquí solo controlamos a un héroe en los combates, que como novedad ahora permiten luchar contra varios enemigos al mismo tiempo y no contra un único monstruo como sucedía en el original. No hay clases, o vocaciones, como en Dragon Quest III, por lo que es muy importante establecer una buena estrategia a la hora de saber cuándo y cómo emplear los PM (puntos mágicos) con los que atacamos o nos curamos.
Ya sabíamos de antemano que como Dragon Quest I & II HD-2D Remake iba a combinar algunos de los elementos presentes en la segunda entrega también en la primera, como los "sigils", sellos que podremos desbloquear en un momento dado del argumento y que cumplen una función específica cuando se dan ciertas condiciones concretas durante los combates. Sin embargo, también se incluyen algunas funciones que no estaban presentes en ninguna de estas aventuras, como los pergaminos, que nos permiten aprender nuevas habilidades o hechizos mágicos, o las ya clásicas minimedallas (ausentes en la trilogía original), que justifican que vayamos explorando pormenorizadamente los escenarios para encontrar estos objetos u otros de corte curativo, por poner un ejemplo. La vista de los combates repite el estilo del remake de Dragon Quest III, ofreciendo por un momento el diseño de los héroes para centrarse luego en la vista en primera persona característica de estos capítulos de la franquicia. No hay posibilidad de cambiar este aspecto, pero sí de establecer patrones automáticos de ataque que no son para nada recomendables cuando jugamos en cualquier dificultad que no sea la más fácil de las tres presentes.
No queremos entrar en demasiado detalle en los nuevos escenarios o situaciones que vivimos por motivos obvios: son de lo más destacado de ambos juegos si somos amantes de los originales y mejoran la experiencia tanto si hemos disfrutado de ellos como si no. Sin embargo, sí os garantizamos que, por ejemplo, la interacción con las hadas de Dragon Quest I es uno de los momentos más divertidos del juego, que las nuevas mazmorras suponen un reto más que a la altura de los que busquen auténticos desafíos, y que la presencia de la princesa de Cannock como personaje controlable en Dragon Quest II aporta un toque de variedad con el que no contábamos. Añadir novedades en este sentido es un movimiento muy arriesgado que aquí ha dado muy buenos resultados, algo que en parte se debe a que el equipo de diseño ha sido capaz de implementar estas nuevas escenas y conexiones narrativas en momentos cruciales, demostrando así un profundo conocimiento de las mecánicas de los títulos originales.
Renovar sin perder la esencia de los clásicos. Un paseo o un hueso: tú eliges
La fluidez y diversión que experimentamos al jugar a cualquiera de los dos capítulos están directamente relacionadas con las novedades en cuestión de "Calidad de vida", o lo que viene a ser lo mismo: mejoras como contar con varios modos de dificultad que permiten disfrutar de las aventuras sin tener que pasar por las penurias de los originales. Al no modificar la estructura básica de los juegos volvemos a encontrar un sistema de relativa libertad para explorar el mapamundi que por intuición nos llevará a las zonas en las que los monstruos no nos hagan pedazos de dos golpes. Pero incluso siguiendo el camino pautado o más adecuado, es muy posible que en un encuentro de los innumerables que tienen lugar al azar (combates aleatorios en los que no vemos al enemigo previamente y que tienden a multiplicarse al explorar montañas o bosques), un enemigo ataque dos veces con dos críticos que nos hagan morder el polvo a las primeras de cambio.
No es la primera vez ni el primer análisis en el que destacamos que las mejoras en concepto de calidad de vida solo amplían el espectro de jugadores que se puede acercar a estos clásicos sin tener que sufrir traumas. Si queremos pasarlas canutas, como en los originales, basta con elegir la dificultad más elevada y sufrir las consecuencias. Si lo que queremos es descubrir el encanto del juego sin complicarnos la vida, podemos jugar en el modo fácil y activar la opción de ser invencibles, donde nuestros PV nunca bajarán de cero (y, por lo tanto, nunca morimos). También podemos correr manteniendo pulsado un botón o pulsándolo solo en una ocasión, o elegir entre que se marque en el mapa la ubicación a la que nos tenemos que dirigir o buscarnos la vida para encontrar el camino hablando con los personajes secundarios, tal y como sucedía en los originales. Por suerte tenemos la función de autoguardado como nuestra mejor aliada, algo que se produce prácticamente después de cada mínimo acontecimiento que tiene lugar, aunque si lo preferimos podemos ceñirnos a los puntos de guardado originales, en iglesias y otros puntos selectos.
Hay algunas mejoras más, como los atajos para emplear magias, una interfaz mejorada y la opción de guardar los últimos diálogos que tienen una importancia relativa en función de nuestro estilo de juego; pero también hay otras, como poder detectar las debilidades de los enemigos, repetir los enfrentamientos contra los jefes cuando morimos y un sistema de combate grupal más accesible en Dragon Quest II, que son muy de agradecer se mire como se mire. Lógicamente, poder acelerar el ritmo de los combates es una de las funciones que más agradecemos, sobre todo cuando jugamos en la máxima dificultad, donde el grindeo es algo tan normal como el respirar. Nosotros elegimos cómo preferimos afrontar cada aventura y por cuál de las dos entregas queremos comenzar, y podremos modificar estos aspectos en cualquier momento, así que si un enemigo se nos atraganta, podemos hacer "trampa", cambiar la dificultad y aquí paz y después gloria. Ya os garantizamos que algunos de los nuevos jefes finales nos van a hacer sudar la gota gorda, así como los enfrentamientos más míticos, por lo que conviene irse mentalizando de que superar ambos juegos siguiendo el estilo tradicional no es para nada una tarea sencilla.
Conclusiones
Podríamos seguir escribiendo un buen rato sobre las ideas, sensaciones y recuerdos que hemos experimentado jugando a Dragon Quest I & II HD-2D Remake; elogiando sus gráficos, la inclusión de novedades sutiles que atan ciertos cabos sueltos de la trilogía o regocijándonos en las mejoras en concepto de calidad de vida que hacen de esta una experiencia más viable para cualquier tipo de jugador. Pero, francamente, nada de lo que podamos añadir es comparable al valor enciclopédico que tiene el hecho de poder disfrutar ya no solo de este título dual que llega ahora al mercado, sino de la trilogía de Erdrick en general. Estos son los padres del JRPG, con su peculiar traducción y sentido del humor, con sus escenas rocambolescas y su argumento a medio camino entre el drama y la comedia, solo que mejorados y actualizados a los tiempos que corren. Es una oportunidad única para descubrir cuáles fueron los orígenes del género, además de una garantía total de divertirnos que nunca hubiésemos imaginado hace años, cuando la única opción de disfrutar de ellos era pasar por el siempre complejo estilo original de alguno de sus múltiples remásteres.
De hecho, al margen de algunas posibles mejoras en la calidad de vida que no se han implementado, el único pero es el que no se hayan incluido los dos títulos tal y como fueron concebidos a finales de los ochenta, para así mostrar a los jugadores, expertos o recién llegados, cómo ha evolucionado el género y la enorme importancia que esta franquicia tuvo a la hora de definir otros muchos clásicos que nos han ofrecido horas y horas de entretenimiento. Si sois aficionados a la franquicia, no hay nada que pensar. Si no, es la oportunidad perfecta de profundizar en los orígenes del JRPG con toques modernos. No os los perdáis.
Hemos analizado este juego en PS5 gracias a un código de descarga proporcionado por Bandai Namco.
NOTA
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Puntos negativos
En resumen
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