Análisis de Pix the Cat (PS4, PC, Switch, Xbox One, PSVITA)

Es imposible no ver la influencia de juegos arcades y muy orientados a batir puntuaciones en Pix the Cat, principalmente Pac-Man –que son palabras mayores- y Snake, ese juego de los 70 que se hizo tan popular entre los móviles Nokia consistente en controlar una serpiente que aumenta su tamaño tragando objetos. Puede que por eso el resultado no podamos definirlo como completamente original, pero sí es uno de los juegos más adictivos que han llegado recientemente al catálogo digital de PlayStation 4 y PS Vita, y además sin coste alguno para suscritos a PlayStation Plus.
Pastagames nos presenta un juego de aspecto retro muy ochentero, no anticuado en el sentido de gráficos descuidados que ahorran trabajo –el pixelart mal entendido-, sino más inspirado en la renovación de Pac-Man con Championship Edition y sus laberintos de neón. Porque de eso va el juego: recorrer laberintos y conseguir puntos dentro de un tiempo establecido. La fórmula tiene unos cuantos giros para no ser un mero clon de la mascota de Namco, y es que esta vez vamos recorriendo el tablero en busca de unos huevos que eclosionan una vez pasamos por ellos. Los patos seguirán a nuestro minino en fila india, formando una cola que se va acumulando de manera peligrosa limitando nuestro espacio en el laberinto. La meta es llevar a los patos a las casillas con un símbolo circular, uno para cada uno, para que sean contabilizados. Tras limpiar todos los de ese laberinto, bien o mal, pasamos al siguiente.
¿Dicho y hecho? Para nada. No podemos parar al gato frente a una pared más que unos segundos, tocar a los animales –lo que sería morder la cola en Snake- elimina a los patos, hay que evitar a los enemigos o las bolas de púas, todo ello contra el crono e intentando aumentar la puntuación extendiendo los combos, superando tableros de manera perfecta hasta llegar al estado "Fever", tomando mejor los giros –mismo efecto de chispas que en Championship Edition-, retrasando el momento de introducir a los patos en sus objetivos para no resquebrajar los huevos restantes de esa pantalla y prestando mucha atención a medida que la velocidad sube. La mecánica se comprende mucho mejor en la práctica, y es divertidísimo, de hecho es una de las mejores reinvenciones de Pac-Man que hemos visto.

Los laberintos están presentados de una manera muy espectacular, uno dentro de otro. Una vez hemos salvado a los patos, o han muerto, llega el turno de pasar al siguiente reto, que se abre en alguno de los límites del actual mapa. Eso nos llevará a otra zona con un efecto zoom, un Inception o juego de Matrioska que da lugar a puzles elaborados como aquellos en los que debes sacar a los patos de un tablero, regresar al anterior y llevarlos a otro. Al profundizar en las fases el diseño se hace más complejo y aparecen unas calaveras que si bien no representan un enorme peligro –movimiento constante y predecible por una ruta marcada- suponen otro obstáculo a tener en cuenta.
Lo descrito es la jugabilidad general del modo arcade. Tenemos también una cantidad de misiones con premios por conseguir una determinada puntuación u otro requisito, pongamos rescatar una cifra de patos. Estas recompensas son ilustraciones o nuevos comentaristas para la acción; si no te gusta la profunda voz tipo Mortal Kombat del inicio, hay otras variadas. Y si quieres pulir tu técnica, nada mejor que activar los fantasmas de récords para ver, como en un juego de carreras, dónde mejorar.

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