Análisis de Star Trek: Conquest (PS2, Wii)
El mundo de Star Trek es de los más prolíficos en cuanto a series de televisión, películas, novelas convenciones de aficionados con disfraces, formando parte de ese pequeño universo de producciones capaces de mover a profundos y apasionados seguidores, ya sea con orejas de elfo, cascos de soldado imperial, o, bueno, otra vez orejas, pero en esta ocasión de vulcano.
Se trata de una apuesta un poco extraña dentro del campo del universo de ficción de la saga televisiva y, también, dentro de los géneros que habitualmente han sido empleados... aunque con tanta historia a sus espaldas, la verdad es que ya hemos visto de todos.
En cualquier caso, estamos en una época en la que la diplomacia ha fracasado y las alianzas de la Federación están más débiles que nunca, sometida al acoso de las facciones enemigas, lo que lo sitúa en un ambiente mucho más oscuro y negativo que el que típicamente hemos visto en la saga con la excepción, quizás, de algunos capítulos muy concretos.
En este sentido, por un lado nos vamos a encontrar con todo lo que un seguidor de estas series puede esperar, con múltiples razas, desde los Ferengi hasta los Borg o Xindi, e incluso algún cameo muy ocasional de algún que otro personaje, en un conflicto que enfrenta a las seis razas principales, cada una con sus puntos fuertes y sus debilidades, pero con un mismo objetivo: controlar la mayor parte del espacio. Con esta premisa, Star Trek Conquest se perfila como un juego muy accesible gracias a un sistema de celdas, o sistemas, interconectados entre sí,
Nuestra misión principal pasa por ir conquistando los diferentes sistemas, que son principalmente neutrales. Arrasar mundos neutrales es algo que a Zapp Brannigan se le da bien, pero aquí va a ser un poco más difícil por la competencia del resto de facciones. Además, una vez hayamos conquistado ese sector, podremos establecer una base estelar y una gestión de recursos a través de una colonia minera o una estación de investigación, para ir potenciando nuestros recursos. Pero claro, para construir esas localizaciones es necesario disponer de capital efectivo, y aunque la cantidad de dinero va aumentando progresivamente, es necesario decidir en qué invertir en cada ocasión para optimizar los recursos para potenciar los diferentes elementos estratégicos y no ser aniquilados ante una ofensiva de consideración. De hecho, cuantas más minas tengamos, más dinero conseguiremos, lo que será importante para poder costear nuestra flota espacial.
Evidentemente, el campo de las naves espaciales es muy importante en un juego basado en Star Trek, y aunque nos hubiese gustado ver una mayor variedad de dispositivos en este sentido, el juego va bien surtido. Y es que tres clases de naves espaciales se nos antojan pocas, aunque su versatilidad está contrastada y sus características son bien diferentes entre sí. Por supuesto, crear esas naves implica gastar nuestro dinero, y su coste no es precisamene bajo, por lo que una vez más el juego nos obliga a pensarnos muy bien cómo invertir el dinero, ya que también nos puede interesar el gastarlo en mejorar las diferentes bases espaciales, tanto con armas como defensas. De hecho, esta opción no se debe pasar por alto, pues el juego sólo permite mantener tres flotas diferentes en operación, por lo que hay que asegurarse de que las bases espaciales tengan autonomía.
Pero no sólo la minería es importante, ya que si no creamos estaciones de investigación, no conseguiremos avanzar tecnológicamente y, por tanto, conseguir mejores armas y prestaciones. Cada una de las razas (klingons, romulanos, cardassianos, dominion, breed y la federación) tiene tres armas especiales específicas que habrá que desbloquear mediante investigación, y cada una de ellas tiene resultados muy diferentes. Con esas armas podemos dañar a todas las naves enemigas o, incluso, reparar todas las naves aliadas, pasando por la teletransportación y otros efectos, no siempre tan útiles. Por supuesto, estas diferencias tecnológicas no son las únicas que hay entre las diferentes razas, ya que algunas pueden moverse más veces por turno, o tener mayor potencial ofensivo o defensivo, por poner unos ejemplos y si añadimos que la evolución de cada una mediante mejoras es bien diferente, nos encontramos con que realmente el estilo de juego que impone la elección de raza influye de manera notable en la jugabilidad.
El sistema de los combates es muy sencillo, con varios niveles de combate automático. A la hora de enfrentarnos contra los rivales podemos incluso hacer que la máquina haga sus cálculos y nos ofrezca el resultado de la refriega en función de las estadísticas acumuladas propias y las del enemigo. También es posible tener un cierto control sobre la estrategia a llevar acabo, distribuyendo según consideremos oportuno más energía a los escudos o a las armas, lo que puede hacer que ganemos por resistencia o que arrasemos al enemigo sin darle ocasión a responder. O que salga mal. La última opción es la más compleja, y consiste en que llevemos las riendas del combate.
En realidad, ahí está buena parte de la salsa de Star Trek: Conquest. En este momento, si optamos por controlar el combate, podremos mover libremente a cada una de nuestras naves, atacar con los phasers o los torpedos, realizar tácticas evasivas... Todo el aspecto es muy sencillo, y bastante básico incluso, pero la necesidad de evitar los rayos, mover las naves para desarrollar estrategias, y, en general, los combates en cierto modo consiguen captar con gran acierto toda la esencia de Star Trek. Además, hay que agradecer que el control sea muy sencillo y, al mismo tiempo, efectivo. Por ejemplo, apuntamos a los enemigos seleccionándolos con el stick analógico derecho, y escogemos nuestra propia nave a controlar con la cruceta digital. De esta manera, el combate nave a nave es sencillo, pero también podemos emplear estrategias ofensivas como concentrar absolutamente todo el fuego contra un único objetivo. Del mismo modo, se pueden adoptar otras formaciones ofensivas y defensivas, por lo que en realidad el sistema esconde un poco más de profundidad de lo que parecía al principio.
Decíamos que el juego es bastante sencillo a nivel gráfico, y la verdad es que eso es difícil de discutir, pero no podemos obviar que se ha puesto mucha atención a los detalles. La interfaz del juego, sin ir más lejos, cambia en función de la raza con la que estemos jugando, lo que apreciarán los seguidores de Star Trek como una buena muestra de integración. Además, el juego tiene algunos momentos de calidad en forma de elementos en pantalla un tanto anómalos, como los agujeros negros, que aportan vida y variedad a los entornos espaciales, algo sosos por definición. Así, la ambientación del juego va ganando enteros, aunque la verdad es que luego los diálogos son vacíos y repetitivos durante las batallas, y en algunos casos, simplemente, sobran. La música es algo mejor, más viva, y aunque falta el toque de las melodías de las series de televisión o las películas, la calidad de la composición es buena en líneas generales y se adapta al complejo universo de la saga sin mayores inconvenientes.