Análisis de That Dragon, Cancer (PC, Android, iPhone)
Nadie sabe realmente lo que es el miedo hasta que tiene hijos. Y That Dragon, Cancer es la plasmación del mayor terror para un padre: perder a un hijo, en este caso, por cáncer. Si hasta hace poco hablar de cáncer era casi tabú y se utilizaban circunloquios y eufemismos como "una larga enfermedad", en los niños se sigue considerando una dolencia prohibida, quizás como defensa porque como sociedad y como personas no entendemos que una vida que acaba de empezar se vea amenazada o truncada súbitamente.
Pero el cáncer existe y se lleva por delante a mayores y a niños. Por mucho que queramos es imposible entender el sufrimiento de una familia que ve cómo pierde la lucha contra el dragón a uno de sus miembros más pequeños, pero Ryan y Amy Green decidieron tras la muerte de su tercer hijo, Joel, contar el proceso y acercarlo a los demás empleando para ello sus conocimientos: Amy Green es -además de cómica- escritora y su marido es programador y desarrollador de videojuegos. De ahí nace esta experiencia emocional que es That Dragon, Cancer.
Una historia interactiva más que un videojuego
Ryan Green y el también desarrollador de videojuegos Josh Larson llevaron a cabo una campaña de microfinanciación en Kickstarter que recaudó 20.000 dólares más de los 85.000 que tenía marcados como objetivo para desarrollar el juego, que es una experiencia con una jugabilidad point and click pero que, en realidad, no se trata de un videojuego como tal, no hay acción, ni puzles, ni plataformas, sino que hay que ir marcando algunos puntos en la pantalla para conocer más detalles de lo que nos quieren contar los autores del juego, ver algún vídeo o avanzar en la historia.
El contenido del juego es en su mayor parte duro, muy duro, aunque está mostrado sin excesos dramáticos ni tremendismos. Al contrario, todo tiene un tono tremendamente poético, el drama va evolucionando y nos va mostrando mediante pequeñas escenas -hay 14 en total- la vida de la familia en torno a la enfermedad de Joel, desde que tiene un año y le diagnostican la enfermedad hasta que fallece a los cinco años.
Vamos acompañando a los Green en el dolor del diagnóstico y en los tratamientos, en la lucha contra la enfermedad, que se representa como unas bolas negras llenas de pinchos y como un amenazador dragón, pero esto se integra en escenas cotidianas, muchas de ellas en un hospital, en las que la familia intenta mantener la esperanza y no olvidar a los demás hijos de la pareja.
A través de estos momentos, de situaciones a veces alegóricas, Amy y Ryan Green desvelan su rabia ante el sufrimiento del pequeño, la esperanza sustentada por la fe religiosa, la desesperanza... a través de mensajes telefónicos o pensamientos de uno de los padres de Joel. No hace falta ser padre para entender su angustia y su dolor, el mensaje llega a través de algunas ideas que apelan al corazón, sin dirigirse a él por el sentimentalismo facilón, y otras realmente originales.
Aunque no se trata de un videojuego en sí, nos encontramos en That Dragon, Cancer algunas referencias al mundo del entretenimiento interactivo que probablemente sirvieron de desahogo a Ryan Green, y otras situaciones en las que los videojuegos se convierten en un momento narrativo directo. El resultado es una obra lírica que consigue lo que muchos juegos intentan lograr, una conexión emocional con los protagonistas. Juegas con Joel, le columpias en el parque, oyes sus risas, intentas consolar su llanto, deseas que se cure, igual que sus padres lo desearon.
Un estilo low poly que logra conectar con el jugador
El juego logra esa empatía pese a tener un estilo artístico muy poco realista, low poly de geometría sencilla y texturas simples con alguna excepción. Los personajes apenas tienen algunos rasgos distintivos, en el mejor de los casos. Es una característica que parece en los primeros momentos que te va a distanciar de lo que te están contando, pero a los pocos minutos no importa cómo son las facciones de Joel para sentir su inocencia o para conectar con el dolor en sus padres.
La música y el sonido tienen gran importancia en un juego de autor que sabe combinar con acierto los sonidos y los silencios. La risa y el llanto de Joel tienen una importancia vital, la música te prepara para los momentos más duros, las voces de los padres del pequeño tienen gran fuerza cuando intentan sonar despreocupadas, cuando están falsamente contenidas, cuando dudan, cuando intentan reforzarse en su fe cristiana y cuando muestran enojo.
La duración del juego es muy breve, menos de dos horas incluso aunque leas los mensajes relacionados con enfermos de cáncer que incluye, pero al tratarse de una experiencia tan especial y singular se entiende que sea así
No todos los juegos buscan divertir, y se podría englobar a That Dragon, Cancer como unserious game, pero su objetivo no es realmente didáctico sino que es una catarsis para la familia que ha sufrido una pérdida tan espantosa por cáncer, es una llamada de atención sobre la enfermedad, un grito desesperado de unos padres que ven cómo se tambalean los cimientos de su vida y de su fe religiosa. El formato de videojuego y que se cuente de una forma tan lírica muestra hasta qué punto los videojuegos son un gran medio de expresión de emociones y artístico para conseguir una historia tan emotiva y terrible.
Hemos escrito este texto con un código de PC que nos han proporcionado los creadores del juego.