Análisis Pikuniku, un derroche de frescura, encanto e ingenio (PC, Xbox One, Switch)
Como venimos atestiguando en Vandal, el panorama independiente siempre está en continua evolución y reinvención. En los últimos meses hemos asistido a una oleada de videojuegos muy notables, perfilados y frescos, que demuestran que la creatividad de la comunidad indie está alcanzando nuevos picos. Entre la pléyade de juegos que llegan cada semana a consolas y PC, siempre suele destacar con asiduidad la editora Devolver Digital, que parece que tiene un olfato único a la hora de apadrinar y acoger este tipo de videojuegos. No quiere decir que fuera del paraguas de Devolver Digital todo sea malo, mediocre o de baja estofa, pero sí podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que los de Austin (Texas, Estados Unidos) sí tienen uno de los criterios más acertados de cara a seleccionar los títulos que tengan buenos mimbres con los que sorprender al jugador.
Así es el caso de Pikuniku, un entretenido, divertido y más que notable videojuego indie, que apoyándose en una sólida fórmula jugable basada en los puzles, la exploración y la aventura centrada en las plataformas, consigue encandilarnos desde su mismo inicio. No os mentiremos si os decimos que junto a otros juegos más grandes y con mucho más presupuesto y publicidad, se trata de uno los posibles videojuegos de este año que acaba de comenzar.
Forastero en tierra extraña
En Pikuniku nada es lo que parece. El título nos narra una divertida historia en la que una criatura, temida y venerada a partes iguales por los habitantes de un mágico y colorido mundo, despierta de su milenario letargo. Saliendo de su escondite en la más alta de las montañas, el monstruo rojo, comienza a aventurarse por los campos intentando llegar a la civilización.
Una vez paremos como jugadores en el primer y onírico pueblo, nos daremos cuenta de que nada es lo que parece. Ni somos una verdadera bestia -¿o tal vez sí?- ni somos realmente malvados. La máscara de felicidad que parece envolverlo todo es una mera fachada, nadie está realmente contento, y todo parece guardar un terrible secreto.
Devolver Digital y Sectordub han estructurado la narrativa de Pikuniku de forma exquisita. Sin entrar en spoilers ni destripes de la trama de ningún tipo, el argumento del juego nos contará cómo la corporación Sunshine INC., un enorme entramado de empresas que está presente en todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad, está minando y socavando todos los recursos naturales del universo del videojuego. Con la falsa promesa de ofrecer grandes sumas de dinero a los habitantes, cientos de robots gigantes y sus legiones de autómatas drenan los ríos, absorben las cosechas y talan los árboles que dan alimento y cobijo a los coloridos habitantes y ciudadanos del videojuego.
Sin usar pinceladas de trazo gordo ni entrar tampoco en excesivos maniqueísmos, incorpora a su relato un buen trasfondo sobre el aprovechamiento de los recursos naturales por parte de las multinacionales o la excesiva industrialización, siendo el jugador todo un motor de cambio que hará despertar a los obnubilados personajes que pululan por el escenario del título. Encontraremos por lo tanto situaciones muy cómicas y estridentes, así como otras herederas de la excelente Un mundo feliz de Aldous Huxley o incluso nos toparemos con elementos que nos recordarán rápidamente a la presencia asfixiante del estado de George Orwell y su 1984.
Esto, que podría quedar como una extraña mezcolanza de conceptos, acaba convirtiéndose en un pretexto ideal para la jugabilidad. Toda la metáfora del videojuego es parte de la jugabilidad y viceversa, y es quizás eso lo que hace tan bueno a Pikuniku. Como la pieza que no encaja en todo este vacío y colorido rompecabezas, como jugadores deberemos relacionarnos con los extraños congéneres que encontramos por un mundo enorme, interconectado, y que guarda decenas de secretos, mazmorras y trofeos ocultos en su interior.
El título nos invitará a estrujarnos el cerebro, a prestar atención a los detalles y a escuchar cuidadosamente a las peticiones de los ciudadanos. De esta forma, y mediante tareas que en un principio serán muy sencillas, ayudaremos a mejorar la vida y el día a día de estas criaturas, deshaciéndonos de los lazos de la dictadura de la corporación Mr. Sunshine y haciéndoles ser más libres. Pikuniku explota sus cualidades de forma muy inteligente, usando las habilidades físicas de la simpática criatura bermellón que encarnamos, invitándonos a dar patadas a una araña para tejer un puente que cruce el río, a encontrar pájaros perdidos, a llevar objetos de un lado a otro o incluso a ayudar a ser creativos a aquellos músicos, pintores o alfareros que afirman haber caído en la monotonía. Una vez más, los responsables del videojuego saben cómo y de qué forma encajar todas las piezas de su pretexto argumental en las mecánicas del título.
Como videojuego, usa una estructura similar a la de un metroidvania, parecida a la de juegos como el mítico Tombi, desmarcándose de un avance demasiado lineal más allá de visitar los lugares que nos indican en pantalla cuando toca. Poco a poco nos daremos cuenta de que tenemos cierta libertad para volver sobre nuestros pasos, accediendo a partes del escenario que antes eran inaccesibles o que no podían ser descubiertas en ese momento. Aquí entran los gorros, máscaras y accesorios que podemos portar como personajes, y que nos abrirán las puertas a mazmorras llenas de trampas o similares, permitiéndonos redescubrir constantemente el colorido ambiente que nos rodea. Se nos darán situaciones muy divertidas, como llegar al final de un arduo y complejo recorrido de trampas para que nos baile un gusano o para que un extraño dios con forma de tostada nos haga combatir contra sus hijos en forma de rebanadas de pan. Siempre hay espacio para la carcajada, el humor y lo alocado, y lo que es mejor: Pikuniku siempre recompensa, de una forma u otra al usuario. El juego también incluye un pequeño elemento de recolección en forma de monedas, que nos permitirá comprar souvenirs, algún trofeo o incluso gorros y accesorios como gafas de sol.
Jamás nos cansaremos de usar bellotas, piedras, balones de fútbol u otros elementos para activar puertas, ingenios mecánicos o trampas que nos ayuden a avanzar. Pikuniku nos hará estrujarnos el cerebro, escudriñar los escenarios o intentar encajar esa pieza que nos falta para seguir hacia adelante. El patrón del videojuego suele ser el mismo, sí, pero siempre encontraremos nuevos componentes en la fórmula que conseguirán que todo se sienta fresco y distinto. No hablamos de un indie especialmente difícil, más bien al contrario, pero el reto y el desafío sí están presentes en su ADN. Hay pequeños combates contra jefes, retos deportivos, duelos de baile o incluso de construcción. No nos aburriremos mientras de desarrolla la aventura, y dado el ingrediente creativo de muchas de las soluciones, también nos encontraremos con la reconfortante sensación de haber encontrado la respuesta al enigma que se nos planteaba, o al menos, haber dado con nuestra propia respuesta.
Pikuniku cuenta con un modo cooperativo a nivel local que sirve como extra a la aventura para un jugador. Hablamos de un modo especial, que nos presentará intrincados y originales niveles llenos de rompecabezas y puzles en los que tendremos que usar la cooperación con otro jugador a nivel local para avanzar. La jugabilidad se adapta muy bien a esta vertiente, con desafíos realmente divertidos, en los que habrá que abrir puertas, activar interruptores o usar el ingenio de las maneras más imprevisibles para seguir hacia el siguiente nivel. Este modo para dos jugadores también incluye una suerte de baskick, un baloncesto con sandías, bastante desternillante, y que tiene su aparición en la aventura durante la historia. Quizás sepa a poco -son un puñado de niveles que podemos completar en poco tiempo-, pero es un soplo de aire fresco que añade variedad a la propuesta del videojuego.
Un colorido y distópico universo
Devolver Digital y Sectordub es un título muy colorido, minimalista, muy parecido al universo de Loco Roco y su secuela, con personajes simpáticos y vibrantes, así como con escenarios oníricos con un componente rural y natural. De planteamiento y perspectiva en 2D, iremos de un sitio a otro, con múltiples estancias -en forma de casas, mazmorras, cuevas o similares-, gracias a un gran diseño de niveles. Cada rincón del mundo de Pikuniku tiene una gran personalidad y nos invitará a pararnos, escudriñar cada píxel y deleitarnos con él y sus habitantes. Además, de contar con una banda sonora que hará que tarareamos alguna que otra melodía cuando no estemos jugando, está exquisitamente traducido al castellano.
Conclusiones finales
Pikuniku es un revolucionario soplo de aire fresco. Sencillo pero sólido en sus planteamientos de aventura con puzles y exploración, lo nuevo de Devolver Digital y Sectordub, es una auténtica joya. Con un pretexto exquisito, hablamos de un indie muy divertido en solitario y en cooperativo, capaz de atraparnos durante su desarrollo y hacernos partícipes de su relato. Uno de los videojuegos a considerar en este poderoso arranque de 2019 y un serio candidato a convertirse por derecho propio en uno de los títulos año. No lo dejéis pasar.
Hemos realizado este análisis en su versión de Nintendo Switch con un código proporcionado por Cosmocover.