Análisis de Final Exam (PC, PS3, Xbox 360)
Los juegos "yo contra el barrio" están lejos de su época dorada de los recreativos, pero siguen llegando de vez en cuando en forma de remakes y títulos completamente nuevos que nos ofrecen una jugabilidad clásica en el mejor de los sentidos, por lo que los herederos de clásicos como Streets of Rage, Final Fight o Double Dragon, entre muchos otros, siguen llegando al mercado mientras el género, por su parte, ha ido adaptándose a subgéneros que han alcanzado gran popularidad en la era poligonal.
Final Exam es un "yo contra el barrio" básico, que no clásico, con algunos aspectos distintivos que le dotan de personalidad, algo que debemos agradecer. De hecho, se nutre particularmente de una estética fuertemente influenciada por los cánones del cine de serie B. El bajo presupuesto de esa película hacía que -por lo general, inintencionadamente- el terror se uniría con el humor por lo chusco de los efectos y las limitadas capacidades interpretativas de sus protagonistas.
Hoy en día se trata de una estética consagrada y lo bueno es que el título combina aspectos de serie B clásica con slash (léase, "casquería"), así que jóvenes adolescentes, motosierras y demás están a la orden del día junto a bichos que más que terroríficos son cómicos, cuando no un cuidado equilibrio de ambos mundos.
Queda claro, por tanto, que el juego cumple con este punto estético para construir una ambientación apropiada, desenfadada y con mucho potencial para el género. Si seguimos con sus puntos fuertes, hay que destacar también el sistema de combos. Por supuesto, no estamos ante combinaciones casi infinitas de golpes como en algunos juegos de lucha, sino que se sitúa en la tradición de golpes enlazados eficientes, suficientemente espectaculares y con buen rendimiento en la lucha. El sistema es gratificante, multiplica nuestra puntuación y ayuda a mejorar las estadísticas. Una de sus ventajas es que no es ni demasiado complicado ni machacabotones sin más.
Añadamos a eso un sistema de combate esencial que permite combinar ataques cuerpo a cuerpo y a distancia gracias a las diferentes habilidades e ítems que conseguimos ir sumando a nuestro inventario. Esto incluye pistolas, explosivos (también cócteles molotov) y, en general, un arsenal lo suficientemente variado. Es ahí donde el juego consigue ofrecer un sistema de combate pleno y satisfactorio para el jugador, aunque hay un peligro: si omitimos combos y variedad de recursos, todavía podemos jugar con muchas opciones de éxito simplemente machacando botones sin pensar en nada. Es decir, podemos jugar y pasarlo bien, pero el título no nos lo exige en ningún momento y eso es un peligro en su diseño.
Se gana algo de profundidad en su concepto por las estadísticas de los personajes, que vamos personalizando según avanzamos al mejorar sus habilidades. Según el camino que sigamos en el desbloqueo del árbol de habilidades la experiencia puede ser diferente. De hecho, podemos jugar con el estereotipo de nuestro personaje y sus habilidades para conseguir una animadora increíblemente mortífera y salvaje, sin ir más lejos.
Todo esto forma unos sólidos cimientos para una experiencia de juego completa en el género, pero Final Exam fracasa a la hora de consolidar un buen sistema de juego con acertadas mecánicas de progreso de personajes en un título que sea divertido de jugar. Los niveles tienen una estructura de desarrollo excesivamente similar y las mecánicas de los enemigos son también clónicas en exceso, lo que hace que resulte repetitivo y tedioso rápidamente. Cuando nos enfrentamos una y otra vez a hordas y hordas idénticas el problema que nos encontramos es que la sensación de estar haciendo lo mismo una vez tras otra no logra disimularse en absoluto.
De la misma manera, los objetivos adicionales que deberían ofrecernos una mayor variedad y dinamismo a la estructura de juego fracasan al ser, en esencia, lo mismo una y otra vez. Hay que encontrar primero una serie de ítems; luego otra serie de ítems diferentes; luego otra… cuando no hay que proteger a un personaje, y luego a otro. Estos segmentos son tan repetitivos como la estructura general del juego.
La experiencia mejora cuando apostamos por el multijugador, por supuesto, pues ahí el componente humano le hace un grandísimo favor al título. Afortunadamente podemos jugar tanto en modo local como en línea y es ahí cuando podemos decir que el juego saca lo mejor de sí mismo, no porque introduzca cambios en su cuestionable diseño de niveles, sino porque cuando jugamos con una o dos personas más la experiencia es automáticamente divertida al reproducir con eficiencia el carácter arcade del género. Además, aunque es cooperativo, tiene toques competitivos (por ejemplo, se nos evalúa cómo hemos jugado por separado al final de cada nivel), por lo que esto sí funciona muy bien.
La campaña general dura unas tres horas, pero si tenemos en cuenta que podemos pasárnoslo con cada uno de los cuatro personajes y que, asimismo, hay diferentes niveles de dificultad disponibles, nos encontramos con que el título cumple bien con los elementos que pueden potenciar su rejugabilidad. Además, si tenemos en cuenta la extensión del juego, para su género es un título lo suficientemente largo.
Conclusiones
Final Exam es un "yo contra el barrio" competente en su planteamiento estético gracias a una buena apuesta gráfica, música que acompaña al estilo de juego y acción, y con un buen componente multijugador. Sin embargo, su diseño de niveles y progresión general son pobres y monótonos, algo que se logra disimular con la experiencia multijugador. Le falta rellenar sus espacios de monotonía con algo más que misiones repetitivas para conseguir un buen diseño global. Se trata, por tanto, de un juego limitado por un diseño de niveles pobre que lastra al conjunto global… y es una pena porque todo lo demás resulta satisfactorio y lleno de posibilidades. El resultado final es, por tanto, muy dispar. Habrá usuarios que sepan perdonar su monotonía y pobre diseño de niveles pero otros, en cambio, sentirán que es un lastre excesivo para el conjunto.