Análisis de Dungeon of the Endless (PC, Xbox One, Switch, iPhone, PS4, Xbox Series X/S)
¿Es el pixelart una elección artística o impuesta por el bajo presupuesto? Tenemos dudas y es probable que cada juego posea una explicación que justifique esta tendencia entre los juegos independientes. Amplitude Studios ha apostado por este estilo gráfico a lo grande en Dungeon of the Endless, tan grande como los pixels que componen a los personajes y escenarios del juego. Y ojo porque queda bien, y esconde un juego más profundo de lo que parece a simple vista.
Dungeon of the Endless, durante una temporada en acceso anticipado en Steam, es definido por sus desarrolladores por una mezcla de defensa de torres y roguelike. Es una descripción bastante ajustada para su desarrollo y da una idea de lo que nos vamos a encontrar. Los primeros, la defensa de torres, se definen por ser juegos estratégicos en los que hacemos frente a oleadas de enemigos no de manera directa, sino colocando trampas y torretas automáticas en puntos vitales del recorrido por el que creemos que pueden aparecer los monstruos.
Los juegos parecidos al mítico Rogue que ha dado nombre a todo un subgénero están ambientados en mazmorras, hay exploración, y funcionan por turnos que se activan al realizar algún tipo de acción, ya sea con cada desplazamiento o, como sucede en Dungeon of the Endless, al abrir las puertas.
La historia en este juego –apenas esbozada en un par de animaciones iniciales- nos presenta a una serie de criminales que aterrizan de manera accidentada en un planeta aún sin explorar. Es un lugar con vida, agua, zonas confortables y, lamentablemente, algunos peligros. La nave de los protagonistas supervivientes quedará desintegrada excepto su núcleo de energía, y la misión en ese momento será la supervivencia en esta especie de mazmorra de diferentes pisos. Al comenzar seleccionamos a los dos supervivientes de la partida, cada uno con diferente perfil, habilidades y orientado a una tarea: ingeniero, médico, ataque, etc. Más adelante encontraremos otros compañeros para reclutar y desbloquear, ampliando las posibilidades de simultanear la exploración y defensa con cuatro personajes.
Una vez en el mapa, nos encontramos con un objetivo claro: llevar a cuestas el cristal de energía al ascensor del piso para continuar ascendiendo al laberinto o mazmorra superior, y así hasta doce niveles; si mueres, deberás volver a empezar. Ah, pero no es tan fácil como suena. Hay que explorar las habitaciones obteniendo recursos de diversas categorías que aumentan los puntos de industria, ciencia, alimentos o Dust –energía y moneda para comprar- y mejoramos el equipamiento con objetos conseguidos o comprándolos a un mercader. Los tutoriales son mínimos, aunque suficientes para hacerte una idea de cómo se juega; si tienes experiencia en este tipo de juegos quizás no tengas problemas en adaptarte a él, de lo contrario, te costará un poco aprender a optimizar tu partida.
La cuestión está en que mientras descubrimos el mapa y adquirimos armaduras, plantamos determinados artefactos que generan más recursos o damos energía a las salas, las oleadas de enemigos irán llegando de manera dosificada, con intención tanto de matar a nuestros personajes –la muerte es permanente para la partida, tendrás que apechugar en siguientes niveles sin su ayuda- como de destruir el cristal, que supone el "game over" definitivo. La parte de estrategia viene porque no actuamos directamente controlando a nuestras unidades, es decir, indicamos la habitación a la que deben desplazarse, pero luego ellos actúan según la situación, por ejemplo, si hay enemigos a la vista, dispararán automáticamente –no es un shooter de vista superior- o recaudarán todo el material de la habitación.
No obstante, por número y resistencia de los oponentes que empezarán a salir de los lugares sin energía activada, los personajes no van a poder hacer frente a todas las amenazas por sí solos. Es por eso que habrá que plantar trampas allí donde sea permitido, y esto pertenece claramente al género defensa de torres. Una buena idea es distribuir al equipo en los cruces de camino y proteger los pasillos cercanos al cristal mientras enviamos a uno de los personajes a explorar para que, en caso de asalto, tengamos una defensa mínima que frene el ataque. El primero de los pisos es casi una introducción, pero ya a partir del segundo tendrás que demostrar que empiezas a asimilar toda la mecánica.
Los mapas están generados aleatoriamente, por tanto cada partida que inicias será algo imprevisible. Para este tipo de juegos hay muchísimas más ventajas que inconvenientes, sobre todo a la hora de la rejugabilidad: no importa que sea tu millonésima repetición, nunca sabes qué te espera detrás de cada puerta –frase promocional del juego-. La única pega que encontramos es que la dificultad depende un poco de la disposición de las salas; en una de nuestras partidas el ascensor estaba en la otra esquina del recorrido, repitiendo ese mismo piso nos apareció a cuatro salas del inicio; en esos casos puedes tener la tentación de correr con el cristal en plan desesperado, aunque tampoco no sea lo más adecuado –de hecho sufrirías daños e incluso alguna baja-.
Dungeon of the Endless tiene diversas ayudas para el jugador, entre ellas la opción de cambiar la dificultad o de pausar la acción para hacer uso del menú durante los tiroteos. Con todo, no es un juego fácil, así que recomendamos paciencia. Engancha y mucho si disfrutas con el género, además, aunque no tiene nada realmente innovador, el conjunto sí funciona muy bien y todos esos elementos dan un resultado que parece fresco, razón por la que ha sido muy bien recibido por la comunidad que ha jugado a las versiones no definitivas.
Si dominas el modo solitario y has desbloqueado al resto de la tripulación, todavía hay unas cuantas opciones para alargar su vida. Cumpliendo una serie de requisitos –al estilo de logros internos- obtenemos otras naves para estrellar en este planeta, y no es un simple cambio estético: modifica las reglas de juego alterando los puntos de salud, o comenzamos con cuatro héroes desde un inicio, aparecen menos recursos, tenemos menos poder de ataque, etc. En definitiva, hay naves que hacen el juego más fácil o endiabladamente difícil. El otro de los modos nos permite jugar a Dungeon of the Endless en cooperativo, de dos a cuatro usuarios, lo que requiere una buena coordinación entre los jugadores y da una perspectiva diferente a la estrategia, pues ya no tienes total control de tu grupo, sólo de tu unidad.
La estética a nosotros nos ha gustado, pero entendemos que los pixels como puños crean opiniones muy polarizadas. Algo más de detalle para dar personalidad o diferenciación a las salas, sin salir de la idea del pixel-art, le habría sentado bastante bien, pero también es cierto que el entorno se convierte en algo muy secundario, pues no se explora manualmente, y por la naturaleza aleatoria no existe una mano detrás que decore especialmente cada sala. Hay un par de detalles, como el humo o la proyección de sombras, que le da un toque más trabajado de lo que aparenta en simples capturas.
Con la música habrá menos debate: es genial, más durante la partida como temas ambientales que escuchada aisladamente. Da un tono de ciencia ficción que le va como anillo al dedo; en cuanto a efectos de sonido nada nuevo y no hay voces, pero no importa, sólo por los temas musicales ya cumple sobradamente en este apartado. Puedes escuchar y descargar la música en BadCamp de manera oficial.
Conclusiones
Dungeon of the Endless es un sólido juego de estrategia, y uno de los mejores roguelike que hemos jugado últimamente. Nos habría gustado una curva de aprendizaje más cómoda o información más exhaustiva de cada función. Pequeñas críticas en todo caso que se palían jugando una y otra vez: la práctica hace al maestro.
El mérito de Amplitude Studios es que ha sabido dar con una fórmula de éxito dosificando lo mejor de cada género, lo que hace que evite caer en la excesiva pasividad que se atraganta a ciertos jugadores en la defensa de torres, aderezado con un poco de humor y un acertado estilo retro. Muy recomendable.