Análisis de Battlestations: Pacific (PC, Xbox 360)
Nadie tiene, a estas alturas, duda alguna sobre cuál ha sido el conflicto bélico más explotado en los videojuegos, pero lo cierto es que la Segunda Guerra Mundial sigue dando juego una y otra vez a las desarrolladoras. Tiene unos tintes épicos, unas implicaciones tecnológicas, y un cariz de eterna lucha entre el bien y el mal que se han vendido muy bien en la industria audiovisual, a todos sus niveles. Además, siempre se enfoca desde una misma perspectiva, triunfalista, confiada y con un respaldo moral incuestionable, que se distancia de otros conflictos, como Vietnam, sin ir más lejos. Cae lejos, así que ya no hay muchos que puedan quejarse, pero no lo suficientemente lejos como para ser sosa y carne de estrategia por turnos.
Desde luego, Battlestations: Midway fue otra apuesta en el género bélico, en esa ocasión con aviones, fragatas y demás, y ahora nos llega este título que nos ocupa, Battlestations: Pacific, que, todo sea dicho, explora el no tan sobreexplotado frente del Pacífico, retomando el planteamiento que se estableció en su predecesor. Esto no significa que no esté exento de mejoras, que las hay, y bastantes, pero realmente transmite una sensación de fidelidad muy intensa al combinar acción y estrategia, haciéndonos tanto desarrollar un planteamiento de la batalla a escala global, como en pleno fragor de la misma. Así que habrá que ver si se han mejorado algunos aspectos y corregidos los puntos flojos que se descubrieron en su primera parte.
Lo cierto es que hay que tener en cuenta que Battlestations: Pacific es una secuela directa de su predecesor, con la ventaja de que retoma la historia en un punto que conocemos, pues la verdad es que, con mayor o menor precisión, todo el mundo tiene una idea general de los hechos de la Segunda Guerra Mundial. Aquí nos encontramos con el inicio de la guerra en el Pacífico, y, por suerte, para nuestra mayor diversión, nos permite vivir el conflicto desde ambos bandos. Y decimos diversión, porque como suele pasar en estos casos las historias alternativas dan mucha cancha a los guionistas, más libertad para crear situaciones, y ahí entra el bando japonés. La campaña nipona nos permite explorar toda una historia alternativa en la que Japón va triunfando en la guerra y expande su imperio tras la destrucción de Pearl Harbor.
El problema que nos encontramos en ese sentido, de hecho, existe también en la campaña norteamericana, la historicista, y es que la narración es simple, superflua, y las flores malas con ganas. Se podría hablar incluso de que hay un preocupante toque amateur en las interpretaciones, y los diálogos (escasos, por otro lado), y descripciones de las secuencias en sepia (que están bien) son muy flojos. Las escenas se ven bien, realmente dan la sensación de estar extraídas del clásico documental de un canal temático sobre historia, y la unión con las voces (más allá de lo malas que son) da un toque serio al asunto, con mucha verosimilitud y una técnica buena en ese sentido, que se ve estropeada amargamente por el apartado sonoro.
La ventaja es que eso no es el juego en sí mismo, pues la verdad es que a la hora de la verdad el título sabe cómo lucirse y sacar lo mejor de sí mismo, combinando elementos de jugabilidades dispares para ofrecer una experiencia compleja, capaz de sorprender al más pintado, pese a que se trata de una herencia directa de su antecesor. Desde luego, hay que reconocer que la fórmula se planteó muy bien en su momento, y sigue funcionando ahora. Esto significa que podemos estar mucho tiempo metidos en el lucha desde la cabina de nuestro avión, aunque hay que reconocer que el sistema de control nos exige un periodo de aprendizaje algo más largo de lo habitual. Poco a poco, según el jugador va dominando su planteamiento, se abre una experiencia muy directa, con elevados toques arcade (desde luego, esto no es un simulador, ni lo pretende en ningún momento), aunque sin olvidarse de las notables diferentes entre pilotar una máquina y otra.
Y es que hay que tener en cuenta también el factor estratégico. Si vamos en escuadrón, ahí prima ese factor, pues podremos controlar un avión u otro a nuestro placer, cambiando de uno al siguiente, pasando por las diferentes unidades activas en la batalla, lo que lo aleja mucho del clásico arcade bélico con aviones. Y luego está el combate naval, claro, con un abanico tan amplio de barcos (y también submarinos) como el de aviones. Del mismo modo, hay que tener en cuenta los tipos de navíos a nuestra disposición, pues no es lo mismo un destructor que una fragata. Eso hace que también sea importante pasar de un barco a otro entre las múltiples unidades disponibles en nuestro combate, algo esencial para hacer frente a los diferentes tipos de ataques que estemos sufriendo, si nos toca adoptar estrategia defensiva, o los enemigos que tengamos que machacar. Combinar aire y mar, por supuesto, requerirá maestría, pero tiene sus evidentes recompensas.
Lo que va a requerir, posiblemente, más trabajo, es hacernos con los submarinos. Desde luego, sus posibilidades son elevadas, pero es un poco más difícil manejarlos y saber cuándo y cómo emplearlos, pues algunas opciones ofensivas son posibles sólo en la superficie, pero eso nos deja virtualmente indefensos. Del mismo modo, es posible que no nos quede más remedio que salir a la superficie porque las reservas de oxígeno se están acabando. Por supuesto, también podemos mantenernos a una distancia prudencial de la superficie, empleando el periscopio y pudiendo atacar con torpedos –lo que nos deja en una posición de riesgo comedido, si planteamos bien la estrategia-, y si hay que huir, ir al fondo marino.
Como vemos, los submarinos están llenos de posibilidades, pero hay que cuidarlos bastante, y suelen requerir mucha atención al jugador, atención que quizás le convendría poner en otros elementos de la batalla. Usarlos bien, y a tiempo, nos dará la victoria; dedicarles demasiado tiempo, nos la quitará. Por otro lado, hay que tener en cuenta igualmente que su movimiento es más lento, pausado, y por tanto las misiones centradas en su mayor parte en submarinos son, igualmente, lentas y en ocasiones se hacen pesadas. Esto afecta más a la campaña japonesa, donde diríamos que hay más misiones de ese tipo, sobre todo cuando ya estemos bien avanzados en la historia.
En líneas generales, el juego tiene dos tipos de misiones bien diferenciadas: las muy centradas en alguna unidad en concreto, y las abiertas, con todo tipo de unidades a nuestra disposición. Estas últimas son mucho mejores, más divertidas, animadas e intensas, mientras que las otras, por desgracia, no resultan tan equilibradas. Lo que pasa es que al ir avanzando las misiones son más exigentes, en ambos casos, así que las intensas y divertidas lo son mucho más, y las que no nos convencen tanto… lo hacen mucho menos. Sin embargo, hay que reconocer que esto irá por barrios, y habrá sin duda quien se sienta igualmente cómodo con unas misiones y con otras.
La razón por las que las misiones populosas son divertidas es por una razón fundamental: todo lo malo de las voces del juego se convierte en una inteligencia artificial sublime que sabe cómo y cuándo atacar y defenderse, con muy pocos fallos que nosotros hayamos experimentado. Lo cierto es que no es tan eficiente como para dejarle hacerlo todo, lo que hace que la mano del jugador sea siempre determinante, tanto a nivel estratégico como de acción, pero al menos la inteligencia de nuestros compañeros no nos dará dolores de cabeza. Esto hace que haya que ir cambiando entre unidades, objetivos y demás con frecuencia, pero al mismo tiempo no nos da problemas, y nos hace más partícipes de toda la acción.
Del mismo modo, hay que reconocer que es ventajoso el sistema de control empleado, sencillo y directo, que nos permite mantener el control y un orden dentro de la intensidad de la batalla, tanto para tomar acciones estratégicas (reponer unidades, por ejemplo), como para ejecutar una ofensiva. Resulta muy sencillo, tanto que sorprende, una vez llevemos un ratito jugando, aunque al principio hay que reconocer que puede resultar un pelín confuso. Algo de rodaje será clave, por tanto, para progresar, pero ahí veremos que la curva de dificultad es suave y progresiva. Así, iremos aprendiendo con agilidad a dar algunas instrucciones, pasar a la vista táctica, y regresar a la batalla.
La guerra que nos propone Battlestations: Pacific es de gran extensión, gracias a la posibilidad de jugar en los dos bandos, duplicando, de hecho, la duración efectiva de su predecesor, lo que le da una duración más que reseñable, y que se complementa con un variado multijugador. Nos encontramos en esta vertiente con cinco modos de juegos diferentes que, además, están repletos de opciones de personalización, lo que hace que las partidas con otros jugadores puedan ser muy agradables, pudiendo adaptarlas fácilmente a las necesidades de cada momento. En esencia, se trata de llevar elementos tradicionales, como capturar la bandera (aquí, capturar la isla), para jugar por equipos, todos contra todos, y demás. Dado el ritmo del juego, el multijugador no se resiente nada, y de hecho resulta muy atractivo e interesante, convirtiéndose en un título muy interesante para pasar unas buenas horas jugando en línea con nuestros compañeros de batalla. Ataques kamikaze, escoltas, y duelos, por ejemplo, serán el pan nuestro de cada día, y desde luego a poco que nos guste el género, hay que reconocerle a este título un potencial inusitado para crear divertidísimas partidas multitudinarias.
A nivel técnico, aunque ya hemos hablado por extenso de lo malo de sus voces, hay que alabar, por otro lado, los gráficos. No dan un gran salto con respecto a su predecesor, pero sí que hay mejoras, y los efectos visuales, como las explosiones, resultan consistentes y no afectan al ritmo de imágenes en pantalla. En el lado negativo están las texturas en baja resolución que apreciamos al acercarnos mucho a algunos escenarios u objetos, sobre todo sobre tierra. Otros elementos son de calidad, como las condiciones climatológicas, y sobre todo el mar, elemento esencial en el juego. La sensación global es agradable, y los menús están muy mejorados, haciendo que todo sea más fácil, bonito y útil. Y si las voces son patéticas, no podemos esconder que los efectos de sonido sí son contundentes y realmente salvan el conjunto, junto a una banda sonora de calidad.
La batalla del Pacífico, el frente abierto entre las tropas japonesas y norteamericanas, ha dado lugar a un videojuego lleno de acción y estrategia donde todo se mantiene muy equilibrado, respetando la jugabilidad de su predecesor, y mejorando los diferentes puntos oscuros que habían quedado patentes en esa ocasión. La posibilidad de jugar en el bando nipón, con una historia ficticia creada para la ocasión, es un incentivo interesante, alarga la jugabilidad del modo para un jugador, y da un resultado muy interesante para los solitarios. Quienes quieran jugar en compañía encontrarán también un entretenido multijugador, lleno de ritmo e intensidad que refleja todos los elementos propios de este título. Desde luego, los que disfrutaron con la primera entrega, no pueden faltar aquí: más de todo, y mejor.