Análisis de Spore Creatures (NDS)
En la industria del videojuego todavía hay pocos reyes Midas, auténticos genios que conviertan en éxito seguro todo lo que hagan. Aunque, bueno, si lo pensamos bien eso sucede en todas las industrias en realidad. En cualquier caso, Will Wright, padre de SimCity y Los Sims, nos ofrece ahora su nueva creación Spore, una nueva apuesta en la que la gestión de recursos será esencial para, en este caso, no sólo construir una sociedad, sino toda una civilización.
La versión para Nintendo DS busca unos objetivos diferentes en muchos aspectos a la entrega para PC (a la espera de ver qué nos deparará el juego en sus versiones para consolas y, también, iPhone), algo que ya se puede intuir fácilmente por su título: Spore Creatures. Diferente, aunque igualmente desenfadado y mostrando una apuesta original, la nueva marca de Maxis y Electronic Arts ha sabido adaptarse a la portátil de Nintendo con los cambios necesarios, aunque, claro, esto también puede tener sus aspectos negativos.
Desde luego, se deja atrás la inabarcable (pero sorprendentemente satisfactoria y bien plasmada) ambición de controlar una civilización desde su estado apenas pluricelular hasta su conquista del espacio, para dar paso a una historia llevada (aunque parcialmente) más por un guion en el que se nos sitúa en un campo concreto, convirtiendo el título abierto de PC en una aventura bastante lineal con toques de acción en el que el control sobre la civilización se queda atrás para ponernos en el control de un bicho al que, desde muy temprano, podremos ir consiguiéndole cachos de cuerpo que le añadiremos en el nido.
Eso se traduce, básicamente, en una estructura de evolución del personaje bastante próxima a la del rol tradicional: al luchar acumulamos experiencia, con la que luego subiremos de nivel mejorando las estadísticas vitales del ser, y, claro, según avancemos y consigamos más partes de cuerpo y se las añadamos, potenciaremos también esas características así como elementos importantes: qué debemos comer, qué reacción promovemos en las otras criaturas, etc. Porque no es lo mismo ser un encantador bicho social que una bestia parda con mucha fuerza bruta, o un armadillo venido a más.
Todo ello empezará con el control de bicho sin extremidades que no hace más que arrastrarse por el mundo: Oogie. Y su vida empieza más movida que la de las pobres tortugas: un malvado bicho que quiere conquistar el universo (o, al menos, una parcela razonablemente grande en primera línea de playa), y ahora mismo unos huevos en el agua se han cruzado en su camino. Ese ser malvado, con experiencia en elaboración de virus para llevar a cabo sus planes, está completamente obstinado en hacerse con Oogie y compañía, por lo que huir, sobrevivir, evolucionar y vengarnos es parte fundamental de lo que nos cuenta el juego.
Para hacer todo eso, tendremos que relacionarnos con criaturas, y hacernos amigos o bien enfrentarnos a ellos. Del mismo modo, podemos comernos huevos o llevárnoslos por ahí... en definitiva, la verdad es que Spore Creatures muestra en líneas generales varias alternativas y muchas opciones para afrontar el juego, pese a que los primeros pasos (que funcionan, claro, como tutorial) parezcan mostrar lo contrario. Realmente no llega a alcanzar nunca ni la sombra de posibilidades de juego de la versión para PC, pero es que el usuario que busque en Nintendo DS esa jugabilidad, se habrá equivocado de pleno. Aquí Spore es otra cosa.
De hecho, el título en realidad está estructurado en niveles (que son aquí diferentes planetas), cada uno de ellos dividido en una cantidad variable de fases (que son islas) de las que debemos salir para pasar a la siguiente, dejando por tanto un título muy lineal en su planteamiento, aunque con margen para operar y afrontar los retos con varias soluciones en casi todos los casos. El centro esencial del concepto jugable es la exploración de los entornos, para encontrar partes de cuerpo que aprovechar, animales con los relacionarnos (a palos o con cantos de sirena y bailes, que todo es posible), nidos, comida... y el modo de llegar al final del nivel alcanzando el objetivo propuesto.
Lo que es una pena, por tanto, es que la cámara sea tan negligente en ocasiones. No tenemos ningún control sobre ella, y tiene la costumbre de dar vueltas, rotar, subir y bajar no sabemos muy bien porqué. Y es que no se puede decir que busque una visión amplia, o cercana, o espectacular, ya que simplemente es díscola, y punto. El consuelo radica en usar los botones laterales para volverla a la posición neutra, pero da igual: en cuanto muevas al bicho (que en ese momento es posible que tenga un aspecto que no recuerde en nada al Oogie que conociste en los primeros veinte segundos de juego) volverá a las andadas.
Marea (no literalmente), y cansa, sobre todo esto último, siendo lo que al final más echa atrás.
Sobre todo si tenemos en cuenta que el control tampoco nos ha convencido demasiado. Se puede controlar tanto con la cruceta, como con la pantalla táctil. Al controlar con la táctil el desplazamiento de Oogie, nos encontramos con que es necesario mantener el lápiz tocando todo el rato la pantalla en la dirección hacia la que queremos ir, y con la cruceta, la verdad es que simplemente no se consigue la suavidad y precisión deseables.
Eso no es mayor problema mientras estamos rodeados de animales cándidos que están dispuestos a venirse con nosotros a pasear (nos acompañarán hasta un máximo de dos criaturas simultáneamente), pero cuando toca luchar, los problemas de imprecisión se disparan, junto a los de la cámara y demás. Es cierto que la interfaz es sencilla, todo mediante iconos fáciles de recordar, pero luego el control tiene esos puntos negativos que acaban pesando bastante. De hecho, las batallas son un simple caos en el que machacamos la pantalla táctil para atacar al bicho feo que sea hostil y luego, más adelante, usar bioataques y otros recursos especiales que conseguiremos al ir evolucionando y personalizando nuestra criatura.
Por lo demás, fuera de las luchas, la verdad es que como el ritmo de juego es más lento, y al fin y al cabo interactuar con animales amistosos no reviste complejidad ni exige un dominio magistral de nada (salvo, quizás, el minijuego de ritmo para bailar), ahí no tendremos problemas para que los seres no hostiles del juego nos propongan pequeñas aventuras secundarias y luego nos recompensen con más partes de cuerpo que podremos aplicarnos si será necesaria. Eso sí, hay que tener en cuenta que los entornos van a desvelarse como demasiado condicionantes, limitando en la práctica nuestro rango de elección de partes de cuerpo que sean efectivas en el juego.
En cualquier caso, queda claro que parte importantísima del juego pasa por usar el editor de criaturas para mejorar nuestro Oogie y poder, así, superar los diferentes retos que nos salgan al paso. En ese sentido, el editor es una versión reducida aunque suficiente del que se puede ver en la versión para PC, al que se le han eliminado posibilidades, sí, pero sigue ofreciendo un resultado majo y amplias opciones de personalización. Pero como casi todo en este juego, tiene una vertiente negativa: estéticamente es limitado, le falta color, brillo, vida y personalidad (lo que, quizás, sea una impresión errónea derivada del derroche incontenible que se ha visto en la versión mayor). Lo que sucede es que la baja resolución hace que se pierdan detalles, los colores son planos (en ocasiones con tramas), y las combinaciones de paletas de colores propuestas resultan limitadas y poco vívidas, y no creemos que Spore sea un juego en el que haya que usar colores apagados, precisamente, ni dejarnos llevar por la sosez.
Muchos de los detalles de las partes del cuerpo son casi inapreciables, y si los hacemos de mayor tamaño, la verdad es que se pixelam y lucen no muy bien en pantalla. El resultado global nos gusta, porque nos gusta la idea y el formato, pero está claro que podría haberse hecho algo mucho mejor con tan sólo añadir algunas pequeñas modificaciones y prestar más atención a esos detalles. Al menos, la información que se nos da es muy completa en todo momento gracias al buen uso de ambas pantallas, y siempre sabremos cuáles van a ser las consecuencias de nuestras decisiones referentes a la fisionomía del bicho, pero no se ha contemplado la inclusión de una herramienta para buscar esas partes del cuerpo. Teniendo en cuenta que las hay a montones, eso puede llegar a ser un problema cuando queramos una parte específica para, por ejemplo, usar un poder especial o conseguir más fuerza bruta ante unos enemigos. Si estamos en esa situación y y vamos un poco avanzados, leer las descripciones de las partes de los cuerpos una a una y por secciones es una tortura.
A nivel técnico, Spore Creatures nos ha resultado extrañamente limitado al emplear sprites/i> bidimensionales en combinación con elementos tridimensionales, lo que ofrece un resultado extraño. Al principio nos llama la atención esa combinación que parece emular un teatrillo de guiñoles, pero luego acaba cansando pues no se ha conseguido conjugar con el buen gusto necesario ambas técnicas gráficas. De hecho, aunque los diseños de los bichos y escenarios están bien (en el caso de los escenarios, correctos y poco más, y los de las criaturas, más que bien), la combinación de ambos elementos da lugar a una extraña yuxtaposición de ambos que no consiguen cuajar realmente en ningún momento.
No pegan, no cuajan, y no consiguen transmitir sensación de encanto ni una atmósfera lograda. Además, tenemos que volver a insistir en que su paso a Nintendo DS, no se ha conseguido aprovechar sus pantallas. Vale, tienen poca resolución, pero eso no justifica la falta de definición y concreción de lo que se ve en pantalla ni la pixelación excesiva; hay ejemplos de sobra para mostrar que la portátil puede mostrar cosas mucho mejores en entornos similares. Y es que hay veces en las que no sabemos qué estamos viendo, siendo todo una amalgama mal unida. Música y efectos de sonido se muestran en esa línea, simplona, no demasiado consistente, y en ocasiones genérica salvo cuando nos recuerda a las acertas y en ocasiones maravillosas composiciones de la versión PC.
Por último, debemos recordar que el juego tiene conectividad en línea, aunque limitada. Spore Creature es un juego estrictamente monojugador, pero ofrece la posibilidad de intercambiar nuestras craciones con otros jugadores, así como descargar algunas creaciones que aparecerán luego en nuetra partida. Está poco aprovechado, todo sea dicho, pero al menos permite unas funciones básicas de compartir.
Si buscas lo mismo que en PC pero para llevártelo a cualquier lado, Spore Creatures no es tu elección acertada. Si buscas, en cambio, una aventura original, puedes empezar a planteártelo. Sin embargo, más allá de todo su sistema de evolución y personalización de la criatura protagonista, lo que nos encontramos es una aventura un poco sosa en ocasiones, repetitiva muy a menudo, y con algunos inconvenientes que según nuestros gustos podrán jugar más o menos en su contra, como el control o la cámara. Tenemos la sensación de que podría haberse hecho mucho más con una idea que, de haber sido bien adaptada a las reglas impuestas, habría compuesto una aventura muy interesante. Ahora, sin embargo, su principal incentivo es el tirón del nombre y algunas curiosidades más.