Análisis de Lost in Blue 2 (NDS)
Nada nuevo bajo el sol
Toda secuela debería, en principio, implicar novedades respecto a su predecesor, ¿No es cierto? En el caso que nos ocupa no es así: Konami ha vuelto a las andadas creando una revisión de Lost in Blue más que una secuela del mismo, pero haciendo aún más patente que el género creado con la primera parte de la saga (los juegos de supervivencia en un medio hostil, a la manera de éxitos televisivos como Supervivientes o la tan aclamada serie Lost) no es un producto para el gran público, y menos cuando lo que se nos pretende ofrecer es más de lo mismo.
La supervivencia en la isla
La primera entrega de Lost in Blue nos situaba en la piel de dos adolescentes que quedaban atrapados en una isla desierta después de un desafortunado naufragio.
El punto de partida en esta segunda parte es el mismo: dos nuevos protagonistas, Jack y Amy, naufragan en el barco en el que viajaban junto a todos sus compañeros en un viaje de fin de curso. Tras una escena introductoria, nos despertaremos tirados en la arena de una playa, donde dará comienzo toda la historia.
Al principio del juego, se nos dará la posibilidad de jugar controlando al chico o a la chica, siendo esto de cierta importancia ya que depende de quien elijamos en un principio la empresa será un poco más complicada, en el primer caso, o más sencilla, en el segundo. En caso de que elijamos a la chica, comenzaremos la aventura con un poco más de energía y tendremos más variedad de setas comestibles, por ejemplo. Aún así, el funcionamiento de los dos personajes es el mismo y a la larga no afectará el hecho de que manejemos uno u otro.
Así, mientras nos encargamos de manejar a uno de los personajes, habremos de cuidar del otro, al cual, desgraciadamente, le han otorgado con la inteligencia de un ladrillo, siendo absolutamente dependiente de nosotros para cumplir sus funciones básicas, es decir: comer, beber y dormir. Estas tras funciones las podremos visualizar en todo momento en la pantalla superior de la consola, en tres barras de porcentaje para cada uno de los personajes (se agradece que en esta segunda parte podamos ver un dibujo detallado de los dos, y no una simple silueta como en la primera), más un porcentaje que representa la vida de nuestros personajes, y que comenzará a descender sin pausa en caso de que uno de los dos tenga sus contadores de hambre, sed o cansancio bajo mínimos.
Como decíamos, nuestro compañero nos necesitará hasta para acercarse al río a por un trago de agua. Esto hará que todo el tiempo tengamos que estar pendientes del estado de salud de tanto uno como el otro, sin opción en ocasiones para lo realmente interesante: salir a explorar la isla y avanzar en la aventura. Podremos pedir a nuestro compañero que cocine, que salga a por leña o a por comida, pero aún así, la autonomía de éste deja mucho que desear.
El gran problema, pese a todo, de Lost in Blue 2 es que nuestros dos jóvenes protagonistas parecen dos insaciables Gargantúa y Pantagruel que necesitan comer, beber y descansar continuamente y en grandes cantidades, sobretodo por lo que respecta a la comida. Al salir a recolectar comida, habiendo recogido todas las setas, cocos, cangrejos y almejas que encontramos por nuestro camino, nos dirigimos a nuestra cueva, cocinamos, nos disponemos a comer… Y vemos como tanto rato de esfuerzo, de búsqueda, tanta energía invertida sirve para bien poco. De hecho, en el primer estadio de juego, la comida que conseguiremos no satisfará para nada las necesidades que nos crea el hecho de ir de un lado para otro en su búsqueda.
Una vez descubramos cómo hacer un arpón y cómo pescar, veremos que no es para tanto: el asunto de la comida no será tan problemático, y además, pescar es sencillo, divertido (las treinta primeras veces…) y el pescado nos da muchísima energía en proporción a cualquier otra comida. Y cuando se rompa el arpón, vamos en busca de otro palo y otra piedra, y volvemos a empezar.
El problema es que el juego no sólo ofrece eso: hay toda una aventura por descubrir y toda una isla por explorar, pero el hecho de tener que comer cada poco y de tener que estar pendiente de las necesidades de nuestro compañero (que, además, no comerá si su contador de sed llega a cero, ni dormirá si tiene hambre… vamos, que no nos lo pondrá nada fácil) nos impedirá avanzar tan rápido como quisiéramos y acabaremos deseando terminar la partida por el método más rápido y sencillo: apagando la consola.
Pero todo tiene su parte positiva. A pesar de ser bastante monótono en su desarrollo (aspecto que ya veíamos en Lost in Blue, pero que en esta entrega queda aún más patente), los minijuegos que tenemos que superar para sobrevivir en el día a día de la isla son bastante divertidos. En general, hay más minijuegos que en la primera entrega, haciendo especial hincapié en la cocina (aspecto que nos recordará en muchos aspectos a otro juego de la Nintendo DS, el Cooking Mama) y en las luchas contra animales salvajes, los dos exclusivos de esta segunda parte.
Para cocinar, tendremos la posibilidad de cortar los ingredientes o cocinarlos, usando el stylus en ambos casos. Para ello, podemos contar con hasta cuatro ingredientes y dos especias, lo que complicará el asunto ya que la cantidad de energía que nos procure lo que cocinemos vendrá directamente relacionada con la calidad y el sabor del plato. Así, nos veremos en la obligación de buscar especias por todo el terreno de la isla, y a cocinar convenientemente los platos, ya que si se nos quema la comida o no la preparamos en condiciones, el esfuerzo habrá servido de poco.
Otras acciones que podremos hacer serán crear trampas y cazar tirando con arco para proveernos de carne animal (no sólo de pescado vive el hombre), crear adornos, encender el fuego en la cueva, desenterrar moluscos en la arena y tubérculos en tierra firme… En fin, un sinfín de actividades con sus correspondientes minijuegos que salpimentarán el día a día en la isla. Con todo, siempre nos veremos frente a frente con las necesidades alimenticias de nuestros protagonistas, que continuarán comiendo en grandes cantidades, las cuales siempre serán un obstáculo en el discurso de la aventura.
Una vez hayamos acabado el juego, podremos acceder a un modo de juego desbloqueable en el que deberemos sobrevivir solos en la isla, sin la ayuda de nuestro compañero y a la vez sin tener que preocuparnos por nadie más que por nosotros mismos. En cuanto al juego multijugador, se reduce a simplemente poder jugar a diferentes minijuegos de la isla entre varios jugadores. Una buena apuesta hubiera sido compartir la responsabilidad de la supervivencia entre dos jugadores, cada uno controlando a uno de los personajes, pero tendremos que conformarnos con poder competir en los diferentes minijuegos hasta contra tres jugadores más.
Apartado técnico
En el apartado gráfico, no vemos casi diferencias con el primer Lost in Blue. Los personajes ya no son los mismos, la isla no es la misma, pero todo se parece demasiado a la primera entrega. Los terrenos son vastos y sin demasiados detalles, pero a pesar de todo el grafismo de los escenarios da bastante el pego, y en ocasiones hasta encontramos lugares agradables de contemplar. Los personajes y animales del juego los veremos en tres dimensiones, excepto en los momentos de diálogo, en los que veremos a los personajes dibujados en pantalla como si de un cómic (manga, en este caso) se tratara.
Por lo que respecta al apartado sonoro, la música sigue en la tónica de la primera entrega: una banda sonora agradable de escuchar (aunque en muchas ocasiones no se corresponde con la acción que se está viviendo: no es muy acertado que mientras nuestros jóvenes protagonistas están a punto de perecer de hambre, escuchemos una relajada y bonita melodía en vez de una música que ayude a acentuar la tensión del momento) y los efectos sonoros están bastante bien logrados, contando incluso con algunas voces sintetizadas muy bien conseguidas.
La jugabilidad es sencilla, en algunos casos, e innecesariamente complicada, en otros. Veamos: el desplazamiento por la isla y la búsqueda de comida, tanto sea con la cruceta como con el stylus, es fácil de controlar. Pero los menús no están especialmente bien diseñados, y en ocasiones es difícil saber a qué parte del inventario estamos accediendo o dónde tenemos guardado determinado objeto. Por otra parte, a veces es difícil acertar la posición del personaje que controlamos desde la que se nos deje acceder a los iconos de encender el fuego, revisar leña o hablar con nuestro compañero, por poner un ejemplo, ya que tenemos que enfocar a nuestro personaje de una determinada manera para que salga el icono en la pantalla. Y, si encima, nuestro compañero se muere de hambre y no para de moverse, intentar encontrar el ángulo desde el que se nos permita hablarle puede ser desesperante.
Por otro lado, el interfaz de conversación con nuestro compañero es difícil de manejar, ya que tendremos que aprender qué secuencia de preguntas y respuestas tenemos que seguir para que éste vaya a buscar leña o nos deje acceder a su inventario para intercambiar objetos con él. Además, la traducción del juego es francamente mala (otro de los grandes defectos de Konami que, en general, encontramos en sus juegos es la mala calidad de sus traducciones al castellano), y eso en muchas ocasiones dificulta las conversaciones con nuestro compañero de aventuras y su comprensión.
Conclusión
Lost in Blue no es un mal juego, pero tiene un gran defecto: no aporta nada nuevo. Los defectos de la primera entrega no se han solucionado, más bien al contrario, ya que algunos incluso se han hecho más patentes. Los que no hayan podido jugar a la primera parte lo disfrutarán, siempre que puedan sobreponerse al hastío creado por la monotonía de hacer siempre las mismas acciones para mantener vivos a los personajes protagonistas. Lo que en la primera entrega fue original, un juego en el que mantenerse con vida es lo primero y la aventura pasa a un plano secundario, en esta segunda parte se convierte en todo un escollo para su disfrute. Una lástima.