Análisis de Animal Crossing: Wild World (NDS, Wii U)
Érase una vez…
Enciendo la Nintendo DS, y en unos instantes me encuentro en el interior de un taxi, en un día muy lluvioso. Al conductor le gusta charlar, y tras algunas preguntas y comentarios llegamos a destino: mi nuevo pueblo.
Tom Nook, un mapache orondo y bastante amable, en seguida me pone al corriente de mi situación: no tengo ni dinero ni casa, así que me cede una que debo ir pagando poco a poco. El trato es bien simple: mi deber es ir recogiendo todo aquello que sea susceptible de comerciar, como por ejemplo las frutas, accesorios, conchas, y él me pagará una cantidad por cada una y así podré afrontar la hipoteca. Por supuesto, también tiene muchas cosas para vender y que pueden ser muy útiles, y me llevará la contabilidad de todos los objetos que hayan pasado por mis bolsillos. Al lado de la tienda de Tom se encuentra una tienda de moda, en donde se comercializan trajes, accesorios, ornamentos y gorros de todo tipo. También tienen disponible una opción muy interesante, que es la de crear mis propios diseños. Con esas texturas que voy creando, puedo decorar a mi gusto mi casa, puedo definir mi forma de vestir, crear mi propio estilo, e incluso puedo llenar el suelo del pueblo con mis texturas, y así por ejemplo crear un ambiente que haga alusión a Zelda, recreando las típicas texturas de la hierba aparecida en las consolas de 8 y 16 bits, o simplemente poner la típica alfombra de bienvenido en la entrada de mi morada.
Me doy una vuelta por el pueblo para conocerlo un poco mejor, y llego a un museo. En su interior me encuentro con el búho Sócrates, un entomofóbico compulsivo que me pide que colabore con la comunidad completando varias colecciones: una exposición de cuadros, otra de fósiles que debo encontrar previamente y que él mismo se encargará de descubrir de qué especie se trata, y dos más de todos los insectos y peces que me encontraré a lo largo del año por el pueblo. Subiendo unas escaleras llego junto a Estela, un personaje al que le gusta ver el cielo nocturno y que me permite mediante un telescopio ver, crear y editar, mis propias constelaciones. Después ella me dirá en qué fechas pueden se verán en toda su plenitud. En el sótano del museo me encuentro con un pequeño bar, donde puedo tomar un sabroso café y disfrutar de los conciertos de Totakeke los sábados por la tarde.
Al salir me encuentro con dos vecinos que están hablando, y puedo entrar en su conversación y saber qué se están diciendo, al final acabaron preguntándome mi opinión sobre el tema que se estaba discutiendo. No debió sentarle muy bien a uno de ellos, porque se marchó claramente enfadado y ni me quería dirigir la palabra, mientras que el otro se retiró silbando, muy contento. La verdad es que en general mis vecinos son bastante afables, siempre tienen cosas de las que hablar, ya sea para hacerme una encuesta, contarme algún chiste malo, chismorreos acerca de otros vecinos o muy de vez en cuando pedirme que les haga algún pequeño encargo. Aunque no todo es alegría, algún vecino que me ha tocado es especialmente huraño, y la verdad es que cuesta ganarse su amistad, pero en el fondo no deja de tener un gran corazón.
En otro lugar me encuentro con lo que parece ser el Ayuntamiento. En su interior se puede ver al alcalde, Tórtimer, bastante atareado con sus papeles, y hay un mostrador con dos lugares en los que puedo obtener información variada e incluso realizar distintas acciones. Así, en el de la izquierda puedo consultar la opinión que los aldeanos tienen del estado del pueblo, editar la melodía oficial, hacer donaciones a algún país extranjero con una economía muy precaria, y también se me ofrece la posibilidad de realizar emigraciones e inmigraciones. La segunda ventanilla está para recoger las cartas que envío a mis vecinos, pagar las hipotecas a Tom Nook, almacenar cartas que me han enviado o que enviaré en el futuro, y consultar mi cuenta corriente de bayas, la moneda oficial del pueblo. También, dentro del Ayuntamiento, hay una especie de pequeño contenedor donde puedo tirar la basura, o encontrar objetos que los demás aldeanos no desean tener en sus casas.
Me voy a pasear al lago, y veo la sombra de un pez bastante grande, por lo que rápidamente saco la caña de pescar y le lanzo el anzuelo. El pez se fija y se acerca, parece como si lo olisquease y pasa de largo rumbo hacia la otra orilla, justo donde no alcanzo. Me voy hacia el otro lado, y observo que se mueve río abajo. Lo voy siguiendo al mismo tiempo que voy lanzando el anzuelo un par de veces más, infructuosamente. En cuanto me doy cuenta casi estoy llegando al mar, ¡al final he tenido que recorrer medio río para poder pescarlo! Al fin consigo llenar mis bolsillos de diferentes especies de peces, así que me voy donde Tom Nook para vendérselos. Con nuevas bayas en mi poder, decido comprar una hacha y una pala, herramientas que pienso utilizar más tarde para remodelar un poco la disposición de los árboles a mi antojo.
Me dirijo a la zona norte del pueblo, y allí, majestuoso, encuentro un gran portal por el que entro tímidamente. En su interior se encuentran dos perros con aspecto de soldado, guardianes de otra puerta interior bastante misteriosa. Nocencio, el can de la izquierda, me informa sobre si alguien ha cruzado dicha puerta; también es el encargado de objetos perdidos, al parecer todos llegan a él y si los reclamo como propios me los da sin hacer preguntas. También me permite diseñar el logo de la bandera que hay a la entrada del portal, proporcionándole a mi pueblo una seña más de que yo soy su habitante principal. Por su parte, Vigilio, el guardián de la derecha, es quien se encarga de abrir o cerrar la gran puerta, y también tiene la misión de anotar las direcciones de los pueblos de mis amigos que también poseen este juego. Sin más dilación, le doy el número de amigo, nombre de pueblo y nick de unos compañeros. En el foro he intercambiado mis datos con otros compañeros, así que tras quedar con uno, le indico a Vigilio que quiero ir a visitar su pueblo, usando el Nintendo Wifi Connection, por supuesto. Tras unas breves comprobaciones, me indica que al fin puedo salir hacia allá…
En unos instantes me encuentro en otra aldea. Contiene las mismas edificaciones que en la mía, un ayuntamiento, el museo, tienda, pero de primeras me doy cuenta de que todo está en diferente ubicación. También el río sigue un curso diferente, hay vecinos que no coinciden con los que yo tengo, los árboles dan otros tipos de frutas, en las tiendas se venden objetos diferentes, y por supuesto, el ambiente que mi compañero le ha dado a su pueblo es totalmente diferente a la mía, ya no hablemos de la decoración de su hogar o de su vestimenta. Nos ponemos a chatear, y tras intercambiar unos regalos de cortesía, me doy un garbeo para conocer un poco más de ese lugar. Aprovecho para visitar su museo y ver si ha pescado más peces que yo, o ver cómo ha decorado la noche con constelaciones. También me llevo un par de souvenirs de la tienda de modas que me han llamado la atención, unas cuantas frutas, y finalmente me voy de su pueblo, no sin antes enterrar un objeto que sabía que le gustaría y dejarle una carta en el ayuntamiento con pistas del lugar en donde lo podría encontrar.
Por fin de regreso. Me dirijo a la tienda a vender la fruta que he traído y veo que Tom Nook me paga muchas más bayas que por la autóctona, así que cancelo la transacción y me voy a plantar esa fruta para tener árboles que me la proporcionen y así ahorrarme el esfuerzo de visitar otros pueblos para ello.
¿Un cuento sin final?
Ya han pasado varias semanas desde mi primera incursión en esta aventura, y las cosas han cambiado mucho desde aquel primer día. He conseguido agrandar la casa donde vivo, ahora tiene tres pisos y varias habitaciones, donde puedo decorar a mi gusto: tengo una habitación dedicada a gimnasio, otra como una especie de salita con una televisión panorámica, otra con una exposición de trajes que me han llamado la atención… En el pueblo tengo multitud de árboles de todo tipo, desde naranjos hasta cocoteros, muchas flores por el suelo, algunas de las cuales se han cruzado dando origen a nuevas especies, y he logrado proporcionarle al pueblo un aire a Metroid que me encanta y provoca la admiración (y envidia) de cuantos amigos me visitan. También me he encontrado con que todos los días tengo una visita de alguien especial, ya sea una cerda que vende nabos o una jirafa loca por la moda, ¡incluso algún día me ha parecido avistar una especie de ovni! También suelo conectarme regularmente vía wifi, y ocasionalmente Nintendo me ha dejado alguna que otra sorpresa en forma de correo. De los vecinos con los que empecé sólo me queda uno, los demás se han ido todos, y otros nuevos han llegado y ocupado su lugar. En realidad es emocionante este va y viene de nuevos personajes, pues todos y cada uno de ellos tienen una marcada personalidad. ¿Quién sabe lo que pasará mañana? Quizás venga Don Sisebuto a venderme un nuevo seguro de vida, o quizás alguien de mi lista de amigos decida visitarme y traerme algún objeto que no he visto, o puede que opte por diseñar un nuevo traje acorde con el sombrero pirata que he conseguido hoy.
Al fin llega a Europa Animal Crossing: Wild World, un título que ya ha sobrepasado los dos millones y medio de ventas por el resto del mundo, y que viene dispuesto a aumentar la comunidad creada con su anterior versión de GameCube.
Como buen juego de NintendoDS que se precie, Animal Crossing: Wild World puede utilizar el stylus para realizar cualquier acción, ya sea caminar, correr, hablar con los aldeanos, comprar, recoger cosas, etc. Ello es así porque el personaje se muestra principalmente en la pantalla táctil, reservándose la pantalla superior para mostrar el cielo y qué es lo que ocurre alrededor de nuestro personaje cuando estamos inmersos en el menú, aunque, personalmente, encuentro mucho más cómodo el uso de la cruceta y botones (A y B) para mover el personaje por el pueblo e interactuar con el decorado. El menú en este título juega un papel fundamental, ya que continuamente te encuentras entrando y saliendo de él porque la situación así la requiere, y es donde el stylus muestra todo su esplendor, ya sea para moverse por las distintas ventanas, traspasar objetos, reordenar nuestros bolsillos, escribir, dibujar, no querrás utilizar otra cosa y el uso de botones o cruceta aquí dentro se torna lento, pesado, y sobre todo, incómodo.
Por si alguien tiene alguna duda respecto a los gráficos, hay que decir que la versión para NintendoDS apenas se resiente respecto a la de sus hermanas mayores, siendo el cambio de resolución de pantalla el cambio más significativo y a la vez menos importante. Todos los elementos caben perfectamente en las dos pantallas, a lo que hay que añadirle la nueva perspectiva programada específicamente para esta versión, denominada rolling-log, que hace que tengamos la sensación de caminar en una especie de "miniplaneta", y así podremos ver personajes, árboles, objetos, animales o cualquier otra cosa a una distancia bastante aceptable.
La fluidez de todos los movimientos en pantalla no sufre ninguna ralentización, y si algo puede achacársele en cuanto a gráficos es que puede apreciarse que en el horizonte aparecen o desaparecen objetos cuando movemos al personaje rápidamente, de todas formas es algo que en ningún momento enturbia la jugabilidad y que se produce en muy contadas ocasiones. Por supuesto el sonido acompaña perfectamente, por ejemplo a medida que nos acercamos a la playa va subiendo el volumen de las olas rompiendo en la orilla, y si se gusta de utilizar auriculares, se puede apreciar perfectamente si un vecino se acerca por la derecha o por la izquierda y la distancia aproximada. En general los temas principales encajan perfectamente con el ambiente que se respira cuando uno juega, y no resultan cansinos pues van variando a lo largo del día. Ha sido un trabajo correcto, sin grandes pretensiones, pero cumple perfectamente.
Pero uno de los puntos donde más destaca el juego es en su jugabilidad. El pueblo está en constante cambio, hace uso del calendario interno de la consola, y todo lo que en él acontece gira alrededor del tiempo; así podemos apreciar cómo va variando la luz a lo largo del día, o por ejemplo los cambios que se producen a lo largo de las estaciones. Otra característica fundamental de Animal Crossing: Wild World son las colecciones, ya sean muebles para la casa, canciones, sombreros, trajes, accesorios, emociones, fósiles, etc, todos tienen alguna utilidad en el juego, y todas ellas contienen un mayor número de elementos que lo visto en la versión de GameCube. Además, la forma de hacerse con todas ellas es aún más variada.
También llama poderosamente la atención que se puede decorar a gusto no sólo las paredes y suelo de la casa, sino lo que lleva puesto el personaje y, lo más importante, el suelo exterior del pueblo. Este nuevo aspecto permite que uno pueda generar un ambiente que le recuerde por ejemplo un paisaje, o un juego en concreto, y todo ello simplemente con las texturas que vas creando. La imaginación, de nuevo, marca los límites.
Juego online
Por último, hay que hablar del juego online. Animal Crossing: Wild World es uno de los juegos en los que puedes conectarte con otros usuarios y disfrutar de las bondades que ello supone. El protocolo es básicamente idéntico a lo visto en Mario Kart DS, es decir, para visitar el pueblo de un amigo (o recibir visitas), debes tener agregadas a esas personas en una lista de amigos, de otra manera no sería posible, aunque sí puede darse la situación de coincidir con otras personas que no conoces en un pueblo ajeno. Sobra decir que esta nueva posibilidad le viene como anillo al dedo, ya que dada la gran cantidad de colecciones que hay, vecinos, las combinaciones casi infinitas del cartucho a la hora de generar un nuevo pueblo, y la forma diferente que cada jugador tiene de llevar su aventura, hace de cada aldea un lugar único pero al alcance de cualquier persona que tenga internet en su casa.
De esta forma podrás intercambiar todo tipo de cosas, o negociar con ellas, puedes recogerlas y llevártelas, e incluso ideas para redecorar el aspecto de tu pueblo, incluso Nintendo ha querido facilitar que los jugadores crean sus propios juegos, y para ello ha habilitado un pequeño cronómetro, que podrás comprar en la tienda de Tom Nook, muy útil para improvisar competiciones de pesca, caza o cualquier otro que pueda surgir. Pero no todo es jauja, y hay una serie de limitaciones que si bien no llegan a enturbiar la experiencia online, sí suponen trabas a las que hay que acostumbrarse. Como máximo puede haber cuatro jugadores en un mismo pueblo, y no pueden entrar más de dos en una misma casa. Los vecinos también se esconden todos en el interior de sus moradas y no los encontrarás pululando por el exterior.
Se supone que todo ésto es así para evitar una carga gráfica que suponga la aparición de ralentizaciones en el juego, y quizás los programadores han preferido sacrificar cantidad en pro de calidad. La comunicación con otros jugadores se hace mediante chateo, en su correspondiente menú aparece un teclado y con el stylus vamos tecleando las letras. También hay un límite de palabras, y te encontrarás con que continuamente te aparecerá un mensaje en pantalla indicándote que debes enviar la frase que has puesto para poder seguir escribiendo.
Por todo lo comentado hasta ahora, hay que decir que es impresionante ver cómo han conseguido introducir un juego como Animal Crossing en un cartucho de la Nintendo DS, conservando la jugabilidad que tanto le ha caracterizado en la GameCube. Es cierto que se han suprimido los juegos de NES, pero por el contrario se ha potenciado interacción entre cartuchos gracias a Internet, que junto al carácter portátil de la consola, hace que entrar en este miniuniverso creado por EAD sea toda una experiencia superada por muy pocos títulos. El enemigo a batir en esta ocasión es el más poderoso de cuantos se conocen: el aburrimiento, y tendrás a tu disposición las mejores armas: una increíble variedad de situaciones y tu propia creatividad. ¿Lograrás derrotar tan temible jefe final?.