Análisis de Mario Party 6 (GameCube)
Desde 1999, en la ya clásica Nintendo64, año tras año el binomio Hudson-Nintendo ha ido ofreciendo, más o menos por estas fechas, las sucesivas entregas de Mario Party, una saga que se ha ido haciendo un hueco entre una parte del sector y que tiene en la renovación total de los minijuegos que ofrece su principal baza. Quizá algunos no sean tan imaginativos o adictivos como otros, y siempre queda atrás un puñado de odas a la diversión directa, pero en líneas generales la selección que presentan cada año estos Mario Party sigue siendo difícilmente superable y es lo que sitúa a estos juegos un paso por delante de los demás títulos del mismo género. Además, como en esta ocasión se ha introducido un micrófono (sin aumentar el precio del juego) hay un buen surtido de juegos destinados a usarlo. Habrá que ver si es un trasto o, por el contrario, una apuesta de diversión asegurada.
Es cierto que tras seis años, el concepto del juego empieza a estar agotado (si no lo estaba ya hace una cantidad indeterminada de tiempo), y que por muchos minijuegos nuevos que se creen desde la nada, todo el conjunto pierde frescura. Se han ido incluyendo nuevos tableros, con más detalles, más posibilidades de interactuar con ellos, más personajes del universo Mario... pero la fórmula parece agotada en cierta medida. No es algo que afecte únicamente a Mario Party, sino a cualquier juego de su mismo género, pero el hecho de que éste sea su exponente más popular y el único que ha logrado establecerse firmemente año tras año hacen que esto sea mucho más visible en él.
Quien no haya jugado nunca a un juego de este tipo, quedará fascinado por la diversión que puede llegar a ofrecer; quien haya disfrutado de pocos, se sorprenderá por lo dinámico de sus minijuegos, pero los que hayan ido siguiendo las anteriores entregas tendrán una sensación notable de estar ante lo mismo, una vez más. Por supuesto, los esfuerzos de los programadores se han centrado en intentar evitar, en la medida de lo posible, que esta sensación se produzca, por lo que han potenciado los juegos en los que un jugador se enfrenta a los otros 3 a través de la inclusión del micrófono, y, también, un juego de preguntas y respuestas para un jugador que sería difícilmente concebible, cómo no, sin el nuevo micrófono.
El micrófono, por cierto, se conecta a la entrada para la segunda tarjeta de memoria del frontal de la consola, y exigirá seguramente el uso del asa de la consola para situarla cerca del grupo de jugadores, ya que la extensión del cable del micrófono no es particularmente generosa. La calidad del periférico es bastante buena, parece diseñado para soportar un trato bastante duro, aunque no nos hemos dedicado a golpearlo contra el suelo para ver cuántos golpes podía aguantar. Da sensación de robustez, así que no hay que temer demasiado si los más pequeños de la casa empiezan a trastear con él. En cuanto a su implementación en el juego, el reconocimiento de voz es muy acertado, fallando en tan sólo unas pocas ocasiones, aunque en muchas ocasiones puede deberse a un exceso de ruido ambiental (lo que puede hacer, claro está, que si juegan cuatro personajes excesivamente dadas al jolgorio el micrófono no dé ni una). En líneas generales funciona de manera más que correcta y la experiencia de juego no se estropea ya que las veces que no responde como debería son excepción.
¿Cómo? ¿Diga?
En cualquier caso, esas en apariencia pequeñas novedades convierten al micrófono en un centro de entretenimiento considerable, modificando en algunos momentos la manera tradicional de relacionarnos con un videojuego. Hay un minijuego en el que debemos dar órdenes a nuestro personaje en una carrera, de manera que con instrucciones sencillas como "arriba" o "abajo" pueda evitar los obstáculos que hay en la pista y convertirse en el ganador de la competición. Naturalmente, también podremos decirle que corra más o que salte, por ejemplo.
El juego responde perfectamente a las órdenes que recibe a través del micrófono, y aunque poca duda cabe de que los más pequeños disfrutaran como locos con este tipo de juegos, los más talluditos (y, por tanto, los que han dejado atrás la necesidad incipiente de exacerbar su masculinidad y adultez impostada) se encontrarán echándose unas risas en cuanto menos se lo esperen, disfrutando como críos ante el estilo desenfadado y abiertamente cómico que impregna todo Mario Party que se precie.
Con ese ejemplo se ilustra en buena medida el uso general que se hace del micrófono en los minijuegos que se han diseñado para el nuevo periférico, pero el juego de preguntas y respuestas merece también que le dediquemos unas líneas. No podremos jugar simultáneamente, pero se nos ofrece la posibilidad de ir pasándonos el micrófono en turnos alternos, de modo que hasta cuatro jugadores pueden retarse a una ronda de preguntas. El planteamiento está bastante bien llevado y puede, de hecho, convertirse en una de las opciones de juego que más horas de diversión nos proporcione. Las preguntas que se plantean son asequibles para todas las edades, pero no por ello son simples y burdas. Por ejemplo, se nos presentará una silueta de un personaje girando sobre sí misma a gran velocidad y tendremos que decir quién es.
También puede salir una escena determinada, como un paisaje lleno de objetos, y luego, al desaparecer la escena, se nos puede preguntar desde qué personajes había en pantalla hasta cuántas estrellas habían aparecido, pasando por toda una gran variedad de preguntas diferentes que nos obligan a fijarnos en muchísimos elementos y retenerlos en nuestra memoria. Son, como os decíamos, juegos orientados a que cualquiera pueda participar (no precisa un conocimiento extenso del universo Mario, ni de matemáticas o de cualquier otra materia) pero, sin embargo, no por ello son fáciles, sosos e insustanciales.
Día y noche
Los juegos de tablero "normales" también se han visto modificados por otra pequeña novedad, y es que han introducido el concepto de noche y día. Eso sí, debe quedar claro que no se basa en el reloj interno de la consola, sino que cada tres turnos pasaremos del día a la noche y viceversa, y esto puede producir modificaciones en el planteamiento de algunos minijuegos, con cambios en algunos personajes, objetitos y elementos del escenario, etc. Las modificaciones no son muchas ni muy variadas en realidad, pero en conjunto le añaden un toque diferente al aspecto global, que tampoco es malo.
Mario Party 6 vuelve a ofrecernos un sistema de juego pensado para los más solitarios, de manera que la consola controla al resto de personajes en el tablero y en los minijuegos. Además, por primera vez se nos ofrece la posibilidad de no tener que tragarnos las escenas de la máquina o los minijuegos en los que sólo participe ella. Bastará pulsar el botón Start para no tener que ver esos momentos.
Otro elemento introducido para intentar agilizar el ritmo de juego es la posibilidad de saltarnos la pantalla de instrucciones que precede a cada minijuegos, aunque, eso sí, el tránsito por los tableros sigue siendo lento como él solo. Al jugar con otros colegas, esto apenas se nota, pero al enfrentarse a la consola (o con tan sólo otro compañero), uno se da cuenta del escaso ritmo que tiene el juego en todo el tránsito que representan los tableros. Los intentos por agilizar su desarrollo se agradecen, pero todavía tiene que pulirse este aspecto para hacer que la experiencia para un único jugador sea equiparable a la de jugar en grupo.
Queda claro, por tanto, que la esencia del juego se ha mantenido inalterable pese a los años. Tiramos el dado, nos movemos hasta la casilla, y procedemos a superar el minijuego. Por muchas novedades que pueda traer el uso del micrófono, el juego en sí sigue siendo el mismo que vimos hace seis años, por lo que sigue estando falto de una renovación más profunda. Es cierto que la fórmula sigue funcionando, pero el desgaste es notable y los nuevos tableros poco o nada aportan. Además, estéticamente no son ningún prodigio, y al igual que los personajes, adolecen de falta de polígonos y una texturización más digna. A esto debemos añadir que las voces son los viejos samples de audio que llevan usando desde el principio de los tiempos, y las músicas y efectos especiales andan más o menos por ahí.
El resultado audiovisual es particularmente desfasado e incluso parece estar un paso por detrás de lo que nos ofreció Mario Party 5. Lo que sí se ha mantenido de esa entrega es la posibilidad de tener tres ítems en la recámara cuando estamos en el tablero y poder usar uno de ellos en nuestro turno para darnos ventaja (tirar tres dados, por ejemplo) o entorpecer el avance de nuestros contrincantes. Hay una veintena de objetos que podemos usar, y eso, al menos, le da mayor variedad al desarrollo del juego mientras estamos en los tableros. Sin embargo, lo más probable es que en cuanto hayamos visto un buen surtido de minijuegos y estén disponibles para jugarlos sin pasar por el tablero, procuraremos no pasar por estos.
Conclusiones
Mario Party 6 es la mejor opción dentro del género, con multitud de minijuegos novedosos (unos 80), un buen puñado de tableros y un grupo de personajes carismáticos del universo Mario. Las novedades que aporta el micrófono son destacables, y proporciona nuevas formas de diversión, pero la falta de novedades en el resto de aspectos sigue condenando a esta saga a un inmovilismo pertinaz. La fórmula, ya lo decíamos, funciona, sigue siendo un título divertido para todo el que se acerque a él, pero sólo si no ha jugado a otros Mario Party... a menos de que sea un auténtico seguidor de estos juegos. El problema principal es que si nos olvidamos del micrófono, estamos ante un nuevo calco de las entregas anteriores, que suple apenas un par de faltas que se habían ido haciendo notables a lo largo de los años, y nada más. De este modo, la percepción que tengamos del juego variará directamente en función de cuánto hayamos jugado a los anteriores... cuanto más conozcamos la saga, es casi seguro que menos diversión nos dará éste; en cambio, si es nuestro primer contacto, no seremos conscientes del desgaste que arrastra y, por tanto, lo disfrutaremos durante muchas horas. Al fin y al cabo es, probablemente, el mejor en lo suyo.