Análisis de Donkey Kong King of Swing (Game Boy Advance)
Nadie puede negar que Donkey Kong sea polifacético en lo que a géneros se refiere. Comenzó siendo un malvado que arrojaba barriles para luego convertirse en el rey de las plataformas de Super Nintendo. Tras repetir experiencia en Nintendo 64, en GameCube ha puesto nombre a un juego musical y a otro de plataformas y música como es Jungle Beat, recién lanzado. En la portátil GBA ha protagonizado remakes de sus anteriores títulos, pero ahora vuelve con este King of Swing, cuyo título puede engañarnos. No se trata de un juego musical, sino de nuevo de un juego de plataformas, aunque con matices.
Si en anteriores títulos se había incidido en las extraordinarias capacidades para saltar del mono más famoso de Nintendo, en este juego, que adopta por cierto un estilo gráfico muy diferente al de los Donkey Kong Country de Rare, tendremos que balancearnos.
Todo el juego gira en torno a balancearnos –con ambas manos- y a girar, y a saltar apoyándonos en los poderosos brazos de Kong. Esto hace también que el título se controle prácticamente con los botones L y R de la portátil de Nintendo, salvo eventuales pulsaciones de los botones A y B.
La historia es típica, teniendo Donkey Kong que recuperar las medallas robadas por el malo de turno (King K. Rool) para que así se puedan celebrar unas olimpiadas. Para conseguirlo, tendrá que recorrer una serie de niveles, organizados en mundos al final de los cuales tendremos que hacer frente a un jefe final. En los propios mundos no estaremos obligados a seguir siempre el mismo camino, sino que tendremos una ligera capacidad de decidir qué nivel queremos superar antes, aunque para llegar al jefe final habrá que pasar todos.
Como decíamos, DK: King of Swing trata de balancearse, lo cual consiste en saltar de un lugar a otro. Donkey Kong puede agarrarse a prácticamente todo, y una vez se haya agarrado con una mano comenzará a girar en una dirección, pudiéndose agarrar con las dos, quedarse parado y preparase para saltar. Cuando estemos en el suelo podremos saltar pulsando L y R a la vez (es decir, las dos manos), mientras que agarrados funcionará del mismo modo pero también podremos saltar si estando balanceándonos soltamos la mano, haciendo honor a la fuerza centrífuga, y manteniendo pulsados los dos botones daremos un gran salto y haremos que DK ruede, abatiendo por lo tanto a los enemigos que nos crucemos. Esta dinámica de balanceos y agarres da lugar a niveles muy interesantes. Partiendo del concepto de ir del punto A al punto B, o mejor dicho, de subir desde el punto A hasta el punto B, el juego nos plantea retos que consisten tanto en llegar a algunas plataformas difíciles de alcanzar usando lo mejor posible nuestras capacidades como en evitar –o acabar con- enemigos que no están por la labor de dejarnos llegar.
Esto da lugar a diseños de niveles bastante originales, como puzzles que solo pueden solucionarse si estamos girando con una mano y accionamos el mecanismo con la otra, lo cual nos exigirá pensar de qué modo llegar hasta ahí, o bien situaciones especiales como tornados que nos empujan cuando estamos en el aire, obligándonos a pensar calculadamente nuestros saltos. De este modo King of Swing no es solo un juego de plataformas sino que por la naturaleza tranquila de la acción (podemos estar girando sobre un agarre indefinidamente a no ser que sea una de las clásicas plataformas quebradizas) y el calculado diseño de los niveles, adquiere también características de un juego de puzzle.
Aparte del uso compulsivo de los botones L y R para agarrarnos, un mecanismo que, por cierto, no siempre resulta tan preciso como nos hubiese gustado, en el juego también iremos recolectando plátanos y usándolos o bien para regenerar nuestra vida o bien para entrar en una especie de estado especial donde saltaremos más y correremos más rápido. Cada vez que caigamos al vacío o un enemigo nos golpee perderemos una vida, por lo que será importante conseguir plátanos siempre que podamos para mantener el tipo en las pantallas más difíciles, y pensárnoslo dos veces a la hora de gastarnos 20 plátanos para entrar en el estado especial.
Aparte de devolver las medallas al comité olímpico simio, a medida que vayamos avanzando conseguiremos minijuegos, que serán tanto para un solo jugador como multijugador. Estos giran en torno a las capacidades de para balancearse, planteándonos retos como carreras o gymkhanas donde tendremos que competir contra otros monos controlados por la máquina o nuestros amigos. Aquí no solo estará Donkey Kong, sino también sus amigos Diddy, Dixie y Funky.
Estos minijuegos son meramente anecdóticos y prácticamente todo se centra en el modo principal donde, como decíamos, hay una cantidad sorprendentemente variada de niveles pese a las teóricamente simples e incluso repetitivas dinámicas básicas de juego. De hecho, King of Swing termina convirtiéndose en un título muy adictivo al que uno puede engancharse durante mucho tiempo si no fuese por un pequeño detalle: la alocada curva de dificultad. En efecto, la complejidad de las situaciones a las que nos iremos enfrentando irá en aumento progresivo, pero repentinamente alcanzará picos absurdos que nos pueden dejar atrancados durante mucho tiempo.
No es que el juego tuviese que ser coser y cantar, pues de hecho habrá muchas veces que nos caigamos, o incluso que tengamos que reintentar un nivel porque nos han matado, pero algunas partes de algunos niveles pueden acabar resultando frustrantes. Por ejemplo, ya en el primer mundo, una zona donde tendremos que trepar rápida y frenéticamente o si no nuestro mono acabará atrapado entre dos muros, o en el segundo, una pantalla que tiene lugar en un huracán donde nos inclinaremos hacia un lado u otro al saltar y donde agarrarse a un saliente acaba siendo tarea complicadísima.
En el apartado gráfico King of Swing es sorprendentemente simple, no en un sentido negativo sino en comparación con la costumbre de ver a Donkey Kong como un render de un modelo 3D y no como el clásico Donkey completamente 2D de los años 80. Tanto Kong como sus enemigos gozan de un animación decente, mientras que los escenarios quizás sean un poco sosos y faltos de detalle y de variedad. La ausencia de efectos gráficos avanzados o de alguna que otra virguería hacen que el juego tenga una apariencia de juego de móvil considerable; y de hecho por su simplicidad de control sería un buen juego de teléfono. Cumplen pero no sorprenden. En cuanto al sonido, el repertorio de FX es bastante reducido, mientras que la música si tienen bastante variedad y destacan los remix de temas clásicos de la saga Donkey Kong.
En definitiva, estamos ante un buen juego aunque nada sorprendente a nivel técnico y con el pequeño punto débil de su poco ajustada curva de dificultad, que propicia niveles demasiado difíciles en los primeros mundos del juego. Aún así su concepto es muy original y muy apropiado para la idea de juego portátil que tenemos, y sus minijuegos lo bastante divertidos para una partida rápida de cinco minutos, y más entre amigos. Un juego muy curioso que quizás encuentre a un público que lo adore entre aquellos que buscan una combinación entre puzzle y plataformas.