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Crítica de Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones - Una aventura de pura fantasía

Paramount Pictures estrena el 31 de marzo la nueva película de Dungeons & Dragons, una aventura protagonizada por Chris Pine y otros artistas de renombre que nos ha fascinado.
Crítica de Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones - Una aventura de pura fantasía
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Menuda sorpresa ha sido Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones. Para bien, por supuesto. De entre tanto reboot, secuela y película de superhéroes o blockbuster, en general, de presupuesto desorbitado que quiere rascar un producto cultural de éxito trasladándolo a la gran pantalla, ha aparecido un proyecto con una fuerte personalidad que puede, sin problemas, rivalizar con casi cualquier obra con la que comparte género. Los cineastas John Francis Daley y Jonathan M. Goldstein, responsables de la tremenda Noche de juegos (trabajaron también en las películas de Cómo acabar con tu jefe), firman un largometraje nacido de las cenizas de la primera Dragones y Mazmorras estrenada allá en el año 2000 con Courtney Solomon tras las cámaras, y el resultado no podría haber sido mejor teniendo en cuenta que se ha tenido que armar un relato (cerrado) a partir de una historia amplísima y con mil y una variantes, puesto que hablamos del primer juego de rol publicado en 1974.

Una partida normal y corriente, como la que podría jugar cualquiera, convertida en película

Los dos realizares a cargo de esta nueva aventura de Dungeons and Dragons dan un giro importante a sus carreras para adentrarse en la fantasía más pura. Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones es consciente de que no todo el mundo al que se dirige ha podido dedicar unas pocas horas al juego de tablero, y su libreto se encarga perfectamente de dar contexto a los espectadores para que la trama pueda seguirse sin complicaciones. Estamos en una obra repleta de razas mitológicas y de fantasía como pueden ser enanos, elfos, magos y criaturas fantásticas de todo tipo. Todo nos resulta extremadamente familiar, pero el filme desprende un aroma a originalidad que es complicado describir, porque tiene a su vez un factor nostálgico que nos remite constantemente a los dados y a largometrajes de fantasía más clásicos como podrían ser Willow o La princesa prometida, que son dos pilares fundamentales del género y con los que puede dialogar sin despeinarse.

Yendo al grano, Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones es puro entretenimiento que no busca nada más que hacer pasar a los espectadores que la consuman un buen rato, pero por lo que sea, encajando dentro de todos los formatos de blockbuster actuales, el filme consigue calar un poco más gracias a ese cóctel tan bien medido de aventura, acción y comedia que los cineastas a cargo del proyecto inyectan en el libreto. Lo mejor de la película es que, desde el principio, no intenta tomarse demasiado en serio a sí misma. No nos malinterpretéis, no decimos que la película sea una parodia o una comedia desmedida que se carga cualquier tipo de atmosfera por estas metiendo chistes cada dos frases y media (como Taika Waititi y sus entregas de Thor para Marvel Studios). A lo que nos referimos es que John Francis Daley y Jonathan M. Goldstein han sabido compaginar bien lo que son las dosis de humor con las escenas de acción trepidantes y la dramática de determinados personajes, consiguiendo así un relato sólido sin nada que envidiar a sus principales referentes (y sin estirar excesivamente de referencias).

Dungeons and Dragons

La película está plagada de referencias y conexiones con el juego de mesa.

La estructura del filme encantará a los amantes del juego de mesa, y puede que también a los que hayan tenido experiencia similares en medios como los videojuegos, porque sus actos se traducen como niveles en sí mismos; con sus áreas bien diferencias (cada cual con su temática), con fases de exploración, con enfrentamientos con enemigos y con lo que serían los jefes de zona... Es un acierto que la película use esos elementos más propios del lenguaje de los juegos para narrar su historia, puesto que de haber intentado arrancar las bases de su lore para narrar la historia a un puro estilo cinematográfico clásico, el resultado habría sido similar al de la entrega del año 2000.

El apartado interpretativo es espectacular. Cada uno de los artistas se mimetiza de maravilla con el rol que le ha tocado interpretar. Chris Pine y Hugh Grant son los grandes vencedores de un reparto en el que Regé-Jean Page logra desmarcarse de sus roles habituales en papeles dramáticos para ofrecer unas set pieces de acción que, desde luego, no tienen nada que envidiar a las coreografías de El Hobbit de Peter Jackson en las que Legolas se carga a decenas de orcos él solito. Por otro lado, agradable ver a Grant, después de su pequeño traspié durante los premios Óscar, meterse en papeles donde de verdad puede lucirse apareciendo bastante tiempo en pantalla, y no tan solo unos breves segundos, como en Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion, como cameo. El elenco tiene buena compenetración y saben jugar sus papeles explotando las personalidades de la clase que les ha tocado dar vida.

Dungeons and Dragons

Hay coreografías de acción y algún plano secuencia que son increíbles.

Un guion sencillo por delante de unos efectos visuales que, a veces, rascan un poco

En lo que puede pinchar un poco el filme es en su apartado visual, que sin rozar siquiera lo peor que hemos visto, sí muestra un vestuario un tanto descuidado y una representación de criaturas que deja que desear. Hay criaturas representadas de forma, digamos, más artesanal y hay otras, por el contrario, que estiran mucho de CGI. En aquellas donde al vestuario se le pueden ver las costuras es donde la obra puede rascar un poco más. Pero si se entiende este diseño como simplemente una extensión de ese humor que los cineastas buscan transmitir, no tomándose tan enserio todo para que el espectador pueda entrar más fácilmente en la obra, entonces la cosa mejora. Pero desde luego puede ser un apartado que no termine de convencer a muchos.

En un panorama cinematográfico donde la mayoría de productos muestran problemas para desarrollar sus guiones, poniendo siempre por delante unos efectos visuales despampanantes, la nueva entrega de Dungeons and Dragons le da la vuelta a la tortilla para construir una historia sólida, muy sencilla, donde se nos sumerge en una aventura de mazmorras, misterios y secretos con los broches de humor suficientes para no sobrecargar la experiencia con bromas incómodas que nunca se sabe cómo encajar cuando no hacen siquiera pizca de gracia. El enfoque que ofrecen John Francis Daley y Jonathan M. Goldstein es ideal tanto para veteranos como para novatos en este universo, aunque como siempre puede que los más expertos tengan dónde rascar para hacer sangre. El blockbuster sin pretensiones que nadie esperaba y que ha terminado siendo un verdadero disfrute.

Xavi Mogrovejo
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