Archivo 81 tiene todas las papeletas para convertirse en la nueva serie de terror del momento. Con James Wan como productor, conocido por ser el responsable de obras como Insidious, Saw o Expendiente Warren, la ficción de Netflix se tira de cabeza a por un subgénero que ha sido explotado hasta la saciedad debido a la sencillez que requiere en términos económicos y de rodaje, aunque aquí el fin no es ese sino contar una historia perturbadora en varios puntos de vista, jugando con las perspectivas, el pasado y el presente.
Archivo 81 busca mezclar el found footage clásico de largometrajes como Holocausto Caníbal, The Blair Witch Project o [REC] y unirlo al misterio suspense de un episodio clásico de CSI, en el que un restaurador de cintas (Dan) debe ponerse manos a la obra con el proyecto más ambicioso de su vida; el mejor pagado y el más extraño de llevar a cabo, puesto que deberá hacerlo en una serie de instalaciones especiales porque el material original es tan delicado que no puede sacarse del lugar en el que reside.
El metraje que debe restaurar es en principio un estudio que realizó una joven cineasta (Melody) en un misterioso edificio de los noventa, el cual se estira como un chicle por parte de los guionistas para que el público se muerda las uñas cada vez que se nos va a hacer un pequeño tour con cámara en mano. Archivo 81 hace bastantes trampas en lo que respecta al uso de metraje encontrado porque no es en sí un producto de dicho género, más bien solo lo utiliza como recurso de terror para que los espectadores sepan cuándo deben estar en tensión y cuándo deben relajarse.
Es un arma de doble filo que en algunas secuencias funciona y, en otras, deja mucho que desear. Con La semilla del diablo como principal referente en ese sentido, además de la reciente Doctor Sueño con su Overlook maldito, el edificio termina convirtiéndose en el eje central del terror, algo que desde luego resta puntos a la parte “real” (vamos a decirlo así para referirnos al arco del personaje principal que debe arreglar esas cintas malditas).
Un medio found footage con aroma a videojuegos
La historia de Rebecca Sonnenshine se puede equiparar ahora mismo a lo que vimos en The Medium el año pasado. Ya sabéis, el primer exclusivo de Xbox Series X/S puro a manos de Bloober Team, quienes también, a su vez, realizaron una especie de adaptación de El proyecto de la bruja de Blair con Blair Witch. Los creadores de videojuegos están familiarizados con el found footage y, por tanto, con el terror en primera persona, y en The Medium dieron un salto formidable al cambiar a la tercera persona y jugar con dos planos de realidad paralelos: uno real y otro fantástico en el que la protagonista en cuestión debía encontrar una serie de pistas para resolver un misterio.
Archivo 81, puede que de forma extremadamente indirecta, bebe de la obra de Bloober Team en demasía, puesto que combina esos dos planos narrativos, de una forma mucho más mainstream y tomándose mil y una libertades, y como decíamos solo recurre a ese metraje encontrado para meter en su narrativa set pieces de terror que ahogan al espectador en mares de tensión, gracias también a una banda sonora que pone los pelos de punta.
Lo peor de todo es uno termina decodificando esa metodología empleada por los responsables en cuestión rápidamente, pero aún así resulta de lo más hipnótica porque esa realidad paralela que se nos muestra termina siendo la que absorbe toda la trama y se queda como plato principal. Archivo 81 sabe jugar muy bien sus cartas, a lo Sinister, y esas historias que se proyectan al final son lo que devoran y minan los nervios de los espectadores. No veréis muchos jumpscares en la ficción, ni tampoco golpes de sonido alocados (que ya tiene gracia que sea así teniendo en cuenta que James Wan fue el precursor de este tipo de cinematografía en el género), solo situaciones que van in crescendo para jugar con el público.
Las cintas juegan un papel similar al de los primeros compases de Resident Evil 7, en los cuales Ethan se topa con un vídeo con una serie de reporteros como protagonistas. Estos siguen una ruta específica, presentan los peligros que se podrá encontrar el jugador y termina abriendo la puerta a un sinfín de posibilidades. Eso es lo que vemos en muchas ocasiones en Archivo 81. Una ruta que conduce a la locura y que podemos estudiar a priori, pero tarde o temprano tendremos que pasar por allí.
Un poco tramposa, pero efectiva
La serie tiene referentes en todos los frentes y sabe lo que está cocinando, y a veces peca de querer abarcar demasiado y no terminar apretando en nada, es un poco tramposa en aquello de usar el found footage cuando más lo necesita, como decíamos, pero sin duda Archivo 81 va a ser una de las ficciones del año para los amantes del terror y el suspense que busquen explorar este subgénero un poco más pero sin quemarlo del todo. El cambio de formato y perspectiva, hasta de protagonista, hacen que la historia pueda respirar sin problemas y no se haga monótona, teniendo que jugar el papel de detective a un lado y al otro para resolver un caso que huele a secta y ocultismo desde el mismo instante en el que se nos “suelta” por ese edificio de 1994 que la joven cineasta quiere explorar con su cámara.
Puede que a veces el drama de Melody nos pese más que otra cosa y combinar los dos planos narrativos se pueda hacer cuesta arriba, pero son tan solo ocho episodios y realmente pasan como si nada. Eso sí, quitaos de la cabeza aquí ver cualquier cosa parecida a un tren de la bruja, porque no hay lugar para eso. Archivo 81 es posiblemente la mejor producción de James Wan en estos últimos compases de su carrera, que no termina de dar en el blanco con una Aquaman que no termina de despegar, y un hundimiento evidente de Expediente Warren con una tercera entrega para el olvido y una Monja que corresponde a una sesión nocturna de la Hammer Films.