Mientras China avanza en su conquista del cielo con grandes aeronaves como el J-35 de quinta generación y el avanzado J-36, Corea del Sur no se queda de brazos cruzados. El KF-21 no ha nacido para impresionar a Washington ni para rivalizar con el polémico F-35 en sigilo.
Su propósito es más sencillo y, a la vez, más ambicioso: asegurar que Corea del Sur no dependa de nadie cuando necesite un caza. Bautizado Boramae —halcón cazador—, el avión está llamado a convertirse en el pilar de la defensa aérea surcoreana hasta 2032. Pero más allá de ser un caza de nueva generación, es un símbolo de independencia tecnológica y un aviso claro a sus vecinos regionales.
No es ficción: Corea del Sur desafía a China con un caza híbrido de quinta generación
El origen del KF-21 se remonta a un desencuentro con Estados Unidos. Sí, como las grandes historias. Seúl buscaba acceder a tecnologías del F-35 para incorporarlas a su futuro caza, pero recibió un “no” rotundo: sistemas clave como el radar AESA, el EOTS, el IRST y el perturbador de guerra electrónica no se transferirían. Aquella negativa dejó claro que la única vía hacia la autonomía era desarrollar todo desde cero. Así surgió el KF-21: una apuesta por la soberanía industrial sin romper alianzas estratégicas, pero con un mensaje inequívoco: el control real solo existe si la tecnología crítica está en casa.
Para Corea del Sur, el KF-21 no solo es independencia, también es estrategia. Las tensiones con Corea del Norte son una constante, China se rearma y Japón ya trabaja en su caza de sexta generación, el GCAP. Según DAPA, la agencia responsable, el KF-21 reemplazará primero a los F-4 y F-5 y luego parte de los F-16, garantizando tanto defensa como posicionamiento geopolítico.
El programa avanza a buen ritmo. El primer prototipo voló en julio de 2022 y desde entonces los seis previstos han superado hitos clave: vuelo supersónico, pruebas con misiles Meteor e IRIS-T. La entrega a la Fuerza Aérea comenzará en 2026. Gran parte del radar y la aviónica son desarrollo propio de Corea, con un objetivo del 65% de nacionalización. Solo el motor sigue siendo extranjero, el F414 de General Electric, ensamblado bajo licencia.
El proyecto no ha sido barato: unos 5400 millones de euros, financiados mayoritariamente por Seúl, con participación de KAI y, parcialmente, de Indonesia, cuyo compromiso se reajustó en 2025. La estrategia es gradual, con bloques de producción y nacionalización progresiva.
Mientras Europa decide seguir el mismo camino y decir 'no' al F-35, y aunque aún no está plenamente operativo y sus capacidades aire-tierra llegarán en 2027, el KF-21 ya ha cumplido parte de su misión: demostrar que Corea del Sur puede ser fabricante, no solo cliente. Exportaciones futuras y mejoras dependerán del desempeño real y del contexto internacional, pero la línea fundamental ya está marcada: Seúl ya no está a merced de otros. Y cada vez más países, como Reino Unido, disputan los cielos en esta batalla por la supremacia.















