La última ocurrencia del supermercado británico Marks & Spencer ha puesto sobre la mesa un debate con tintes culturales y gastronómicos: ¿qué hace que una sangría sea, en efecto, sangría? El lanzamiento de una versión blanca, ligeramente espumosa y con notas tropicales ha generado entusiasmo en redes sociales británicas... y más de un gesto de desaprobación entre quienes crecieron asociando esta bebida al vino tinto y a los veranos ibéricos.
La bebida, que se vende a 7 libras (unos 8,20 euros), está elaborada con vino blanco espumoso, aromas de lima, naranja y papaya, y se presenta como alternativa ligera para el verano. Sin embargo, no pocos españoles se han llevado las manos a la cabeza al verla etiquetada como “sangría”.
Cuando la tradición se embotella con burbujas
El rechazo no es solo una cuestión de sabor: la sangría es un símbolo cultural, una bebida con denominación protegida dentro de la Unión Europea. Legalmente, solo puede denominarse “sangría” si ha sido elaborada en España o Portugal, aunque su composición puede variar ligeramente según la región. Aun así, el imaginario colectivo sigue identificándola con vino tinto, frutas troceadas y algún toque alcohólico añadido.
La propuesta de M&S, más cercana a un cóctel frutal con base espumosa, ha sido recibida con escepticismo por quienes la ven como una reinvención excesiva. “Eso no es sangría”, escribió tajante un usuario en Instagram. “Es como hacer paella con chorizo y llamarla valenciana”, ironizó otro.
Una sangría blanca, sí, pero poco conocida
Pese a la sorpresa, la sangría blanca no es una invención británica. En España se consume —aunque con menos popularidad— desde hace años, especialmente en zonas costeras y restaurantes que apuestan por una cocina más ligera o creativa. Se prepara con vino blanco seco, frutas cítricas y, a veces, cava, gaseosa o incluso Prosecco. En este sentido, la versión británica no está tan lejos de algunas reinterpretaciones que ya existen en territorio español.
En redes sociales británicas, la cuenta @moneysavingofficial contribuyó a la viralización de este producto, que ha sido recibido con cierta curiosidad: “Siempre he imaginado la sangría como algo denso, rojo y potente, pero esta me ha sorprendido”, decía la influencer Laura White.
Tradición, adaptación y mercadotecnia
La reacción ambivalente también refleja el modo en que los productos tradicionales se adaptan a los gustos de consumidores extranjeros, algo frecuente en la industria alimentaria global. Para el mercado británico, acostumbrado a vinos frutales, bebidas con burbujas y sabores tropicales, la propuesta tiene sentido comercial.
Pero cuando se toma un producto culturalmente cargado y se transforma para otro público, surge la pregunta: ¿dónde termina la innovación y empieza la apropiación? No es la primera vez que ocurre. La “paella británica” con guisantes congelados y chorizo, el “tinto de verano” con limonada de lata, o los tacos de fish fingers en versiones anglosajonas han causado antes reacciones similares.















