Ha sido una edición de Eurovisión muy polémica. Contra todo pronóstico y con gran parte del público dividido, Israel se alzó el pasado sábado como la segunda candidatura más votada por la audiencia en Eurovisión 2025, rozando la victoria gracias a un televoto masivo que vuelve a poner en entredicho la neutralidad política del certamen.
Mientras el ejército israelí intensificaba los bombardeos sobre Gaza, su representante Yuval Raphael intentaba lavar la imagen del país, muy dañada a nivel internacional, en el mayor escaparate televisivo del continente. Austria, finalmente, se llevó el micrófono de cristal con la emotiva balada Wasted Love de JJ, y España, con Melody, se encontró pagando los platos rotos de las decisiones tomadas por RTVE en los últimos días.
RTVE, ante la polémica de Eurovisión: el caso de Israel exige una revisión urgente del sistema de votación
RTVE decidió enviar un contundente mensaje en defensa del pueblo palestino y reclamar paz en la regió, desoyendo incluso las advertencias de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), que había amenazado con sanciones si los mensajes políticos se colaban en escena. La pública española, no obstante, mantuvo su postura, alineándose con parte del sentimiento mayoritario en redes sociales y medios europeos como The Guardian o Le Monde, que no dudaron en calificar la presencia de Israel como "problemática".

La polémica se agravó por el origen de la canción israelí, inicialmente titulada October Rain, con referencias veladas al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre. La UER, tras rechazar el tema por su carga política, terminó cediendo tras la intervención del presidente israelí Isaac Herzog, según reveló Haaretz. Todo ello mientras organizaciones como Amnistía Internacional y relatores de la ONU continúan denunciando posibles crímenes de guerra cometidos por Israel en Gaza.
El principal problema del televoto es su vulnerabilidad a campañas organizadas, movilización de diásporas y la desinformación. Además, al pesar tanto en la puntuación final, puede distorsionar el resultado y favorecer propuestas con trasfondo político o polémico, como ha ocurrido este año.
España se ha visto salpicada por la controversia al figurar entre los países que otorgaron 12 puntos del público a Israel, lo que ha generado indignación y sospechas sobre cómo se gestiona el sistema de votación. Mientras RTVE defendía la neutralidad del proceso, muchos espectadores pidieron más transparencia y una revisión urgente del modelo, que vuelve a poner en entredicho la credibilidad del certamen. Sea como sea, Melody se ha encontrado sufriendo las decisiones de la televisión pública y de un certamen que parece haberla castigado de una forma u otra.

El doble rasero es evidente. Rusia fue expulsada del festival en 2022 tras invadir Ucrania. Pero Israel, cuya actuación fue recibida entre abucheos y vítores, compite sin restricciones. La UER insiste en que Eurovisión es "apolítica", pero su pasividad ante el uso propagandístico del concurso empieza a pasar factura. El festival necesita decidir qué quiere ser. Porque si no actúa ahora, puede que el escenario europeo deje de ser un lugar seguro para muchos.