Brasil ha presentado el proyecto ferroviario más ambicioso de su historia reciente: un tren de alta velocidad capaz de alcanzar los 350 km/h, con el que pretende conectar Río de Janeiro, São Paulo y Campinas a lo largo de más de 500 kilómetros de vía. El llamado TAM (Trem de Alta Velocidade), una apuesta que combina modernización, sostenibilidad y desarrollo económico, podría convertir al país en pionero del transporte ferroviario de última generación en toda América Latina.
El tren más rápido del mundo aterriza en Brasil: 350 km/h que reducirían un Madrid–Valencia a minutos
La inversión no es menor: entre 10.000 y 20.000 millones de dólares (unos 8.600 a 17.300 millones de euros), una cifra que sitúa al proyecto a la altura de las grandes líneas de alta velocidad europeas o asiáticas. El objetivo, según el Ministerio de Transportes brasileño, es reducir drásticamente los tiempos de viaje entre los principales polos industriales y comerciales del país y, al mismo tiempo, descongestionar las carreteras más transitadas del continente.
Si las previsiones se cumplen, el trayecto Río–São Paulo, que hoy lleva unas seis horas en coche, se cubrirá en apenas una hora y cuarenta y cinco minutos. Para hacernos una idea, sería el equivalente a hacer un Madrid–Valencia en algo menos de una hora escasa o un Madrid–Barcelona en poco más de 90 minutos.
El proyecto TAM representa un salto tecnológico y estructural que Brasil llevaba décadas postergando. La red ferroviaria del país, centrada tradicionalmente en el transporte de mercancías, se quedará corta en comparación: las líneas actuales apenas superan los 160 kilómetros de longitud, lo que convierte este tren en un cambio de paradigma para el transporte de pasajeros.
Inspirado en los Shinkansen japoneses y en la red AVE española, el nuevo tren brasileño busca combinar velocidad, eficiencia y sostenibilidad. El trazado, que enlazará tres de las regiones más densamente pobladas y productivas del país, también pretende reducir la huella de carbono generada por los millones de desplazamientos anuales entre estas ciudades.
La infraestructura ferroviaria -cuyas obras se prevén para 2027- promete estar operativa hacia 2032, momento en que Brasil podría colocarse en el mapa de los países con trenes de alta velocidad de última generación, junto a China, Japón, Francia o España.
Más allá de la velocidad, el proyecto persigue un efecto transformador: dinamizar las relaciones comerciales, fomentar el turismo interno y convertir al tren en una alternativa ecológica frente al avión y al automóvil, dos medios aún dominantes en el transporte brasileño.
El corredor Río–São Paulo–Campinas concentra buena parte de la población y de la actividad económica del país. Por eso, el impacto de un transporte ultrarrápido y sostenible podría ser enorme, tanto en términos económicos como medioambientales. Cada año, millones de vehículos recorren ese eje, generando atascos y un alto nivel de emisiones. El TAM promete aliviar esa presión con una propuesta moderna, limpia y eficiente.
Si todo avanza según lo previsto, Latinoamérica tendrá por fin su tren bala, y Brasil se convertirá en el primer país del continente en operar una línea de alta velocidad real. Una inversión de largo recorrido, con la vista puesta no solo en la movilidad, sino en el futuro.















