Carlos Sainz fue de los primeros rostros conocidos en apostar por la vivienda modular: adquirió tres unidades de unos 150 m² cada una para instalarlas en primera línea de playa en Mallorca, con una idea clara —explotarlas en alquiler— y con el estudio A-cero (Joaquín Torres) al frente del diseño. El proyecto apareció en el programa “Supercasas” de laSexta, donde se explicó el concepto de modularidad y el enfoque “llave en mano” que buscaba el piloto.
Más allá del escaparate televisivo, el producto encajaba con lo que buscaba Sainz: viviendas de más de 100 m², configurables en acabados y distribución, con dos baños (uno en suite) y sistemas de tabiquería en seco (pladur) para agilizar obra y evitar sorpresas. El revestimiento exterior en vidrio blanco, el porche y una piscina de 15 metros con iluminación nocturna marcaban el tono estético de un conjunto que pretendía competir en el mercado del alquiler vacacional de alta demanda.
Fabricar en planta, montar en destino
El sistema industrializado de A-cero Tech se apoya en fabricar en planta y montar en destino, lo que reduce plazos y permite fijar calidades y precios con más precisión que la obra tradicional. De hecho, el propio estudio ha mostrado montajes que, una vez obra civil preparada, se completan en horas y pocos días de ajustes, con fabricación centralizada (Talavera de la Reina) y controles de proceso típicos de cadena productiva.
Ese modelo llega hoy a un mercado español que intenta escalar la construcción industrializada: según el Observatorio 2030, apenas supone entre el 1% y el 2% de las viviendas terminadas, pero es una palanca para ampliar oferta con rapidez y reducir costes de ejecución. El impulso institucional también existe: el Gobierno lanzó en abril de 2025 el PERTE de Industrialización de la Vivienda (1.300 millones de euros a diez años) para acelerar la producción “más y mejor vivienda, más rápido y a precios más asequibles”.
Eficiencia y atractivo inversor
En el plano técnico y ambiental, la literatura científica y guías sectoriales apuntan ventajas claras: menos residuos y mayor eficiencia material al trasladar procesos al entorno controlado de fábrica. Revisiones en Buildings (MDPI) y guías de WRAP recogen reducciones de residuos muy significativas —en casos, del orden del 50% y hasta “cifras cercanas al 90%” según tipología y control de proceso—, además de facilitar estrategias de circularidad promovidas por el World Green Building Council.
Para un perfil inversor como el de Sainz, el atractivo es evidente: menor incertidumbre de plazos, entrega rápida y un activo competitivo para alquiler en ubicaciones prime; a la vez, no desaparecen los retos, desde la logística y el transporte de módulos hasta la tramitación urbanística local, señalados por análisis del sector asegurador y de riesgos.















