Un cuerpo helado y solitario acaba de reavivar uno de los mayores debates de la astronomía moderna. Bautizado como Amonite, este nuevo objeto transneptuniano descubierto en el telescopio Subaru de Hawái podría contener pistas clave sobre los orígenes del sistema solar… pero también rompe con una de las hipótesis más populares de la última década: la del Planeta Nueve.
Detectado por primera vez en 2023 como parte del proyecto internacional FOSSIL II, Amonite no es un cuerpo cualquiera. Se trata de un sednoide, una rareza orbital cuya existencia ya era difícil de explicar con las leyes actuales. Su perihelio —el punto más cercano al Sol en su órbita— está a 66 unidades astronómicas (UA), más del doble de la distancia de Neptuno, y se mueve en una trayectoria excéntrica que lo aísla de las perturbaciones gravitacionales de los grandes planetas.
Un fósil espacial con nombre de ammonite
El apodo no es casual: igual que los amonites fósiles marinos nos hablan de mares desaparecidos, este pequeño mundo helado —de entre 220 y 380 km de diámetro— es, según los astrónomos, una cápsula del tiempo que ha orbitado el Sol sin apenas alteraciones desde hace 4.500 millones de años. En un sistema solar dinámico y caótico, donde la mayoría de cuerpos han sido capturados, expulsados o reconfigurados, Amonite es una excepción.
El hallazgo resulta aún más llamativo porque ocupa un hueco que los científicos llamaban "la brecha del perihelio", entre 50 y 75 UA, donde hasta ahora no se había encontrado ningún objeto de su tipo. Amonite es el cuarto sednoide conocido, junto con Sedna, 2012 VP113 y Leleākūhonua, y ya es considerado uno de los más significativos para reconstruir el pasado remoto del sistema solar.
El problema con el Planeta Nueve
Hasta ahora, la extraña agrupación orbital de estos objetos había reforzado la teoría de que un planeta gigante no detectado —el llamado Planeta Nueve— estaba ejerciendo su influencia gravitacional desde las sombras. Pero Amonite parece no seguir el mismo patrón: su órbita no solo está desalineada respecto a los demás sednoides, sino que apunta en dirección opuesta.
Con los modelos actuales, su existencia resulta difícil de justificar si el Planeta Nueve realmente estuviera ahí. De hecho, su órbita sería inestable: habría sido expulsado del sistema solar hace millones de años.
Entonces, ¿qué ocurrió realmente?
Para responder a esta pregunta, los investigadores del Instituto de Astronomía y Astrofísica de Academia Sínica (Taiwán) han simulado hacia atrás en el tiempo las órbitas de los cuatro sednoides conocidos. Su conclusión es sorprendente: hace unos 4.200 millones de años, los perihelios de estos cuerpos estaban alineados. Fue solo después cuando comenzaron a dispersarse.
Este dato sugiere que un gran evento gravitacional, ocurrido unos 300 millones de años después del nacimiento del Sol, fue el responsable de su distribución actual. Un episodio tan potente que alteró permanentemente las órbitas exteriores, y que aún deja huella en estos mundos congelados.
¿Un encuentro estelar? ¿Un planeta perdido?
Dos grandes hipótesis compiten para explicar este enigma. La primera es que una estrella errante pasó cerca del sistema solar en sus primeros millones de años, cuando aún se formaba en un cúmulo estelar. Esa aproximación podría haber causado un trastorno gravitacional lo bastante fuerte como para deformar las órbitas exteriores sin necesidad de un planeta oculto.
La segunda opción es más provocadora: la existencia de un planeta masivo que ya no está entre nosotros. Este “planeta rebelde” habría alterado el sistema solar primitivo y, tras cumplir su papel, habría sido expulsado al espacio interestelar. No sería el misterioso Planeta Nueve que buscamos hoy… sino uno que ya se fue.
Amonite no brilla en el cielo como un planeta visible, ni cambiará nuestras estaciones o mareas. Pero su órbita silenciosa es un recordatorio de que el sistema solar aún guarda secretos bajo sus capas más lejanas.















