Un equipo internacional de astrónomos ha descubierto un objeto transneptuniano cuya órbita intacta desde los orígenes del Sistema Solar podría ofrecer claves sobre la existencia del esquivo Planeta Nueve. Bautizado como Amonite —en honor a los fósiles marinos que resisten el paso del tiempo—, este cuerpo celeste ha sido clasificado como sednoide, una clase extremadamente rara de objetos con órbitas lejanas y muy elípticas. El hallazgo, realizado con el telescopio Subaru en Hawái dentro del proyecto FOSSIL, se considera uno de los más relevantes para la astronomía planetaria de la última década.
Tiene una órbita extrañamente estable
Amonite, conocido oficialmente como 2023 KQ14, se mueve en una órbita extraordinariamente estable a más de 60 unidades astronómicas del Sol (más allá de Plutón), y con un semieje mayor que supera las 200 UA. Lo que lo convierte en un "fósil orbital" es precisamente su inmutabilidad: simulaciones dinámicas muestran que su órbita apenas ha cambiado en 4.500 millones de años, es decir, desde los albores del Sistema Solar. Según los autores del estudio, este tipo de estabilidad solo puede mantenerse si no ha habido grandes perturbaciones gravitatorias cercanas, lo que lo convierte en un testigo privilegiado del pasado solar.
Pero Amonite plantea un enigma. Hasta ahora, los tres sednoides conocidos —como Sedna o 2012 VP113— compartían una orientación orbital similar, lo que apoyaba la hipótesis de que un gran planeta invisible, mucho más allá de Neptuno, los estuviera influenciando gravitacionalmente. Este supuesto "Planeta Nueve" se teoriza como un gigante helado entre cinco y diez veces más masivo que la Tierra. Sin embargo, la órbita de Amonite no encaja con ese patrón: su perihelio apunta en dirección opuesta. ¿Significa eso que el Planeta Nueve no existe? ¿O que su órbita es aún más lejana y elusiva de lo que se pensaba?
El descubrimiento no refuta del todo la hipótesis, pero obliga a replantearla. Si el Planeta Nueve existe, su órbita tendría que ubicarse a mayor distancia y en un plano distinto, lo que haría más difícil su detección directa. Para los científicos, el hallazgo de Amonite representa una oportunidad única: estudiar su composición y dinámica podría revelar condiciones originales del disco protoplanetario solar y permitir ajustar modelos de formación planetaria. En otras palabras, este cuerpo helado podría actuar como una cápsula del tiempo cósmica.
A la espera de nuevas observaciones, Amonite confirma que los confines del Sistema Solar aún guardan secretos fundamentales. Su trayectoria impasible y solitaria no solo desafía las teorías actuales sobre la arquitectura solar, sino que también nos recuerda lo poco que sabemos sobre esa región misteriosa donde empieza la verdadera frontera del espacio interestelar.















