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Crítica de 'Hombre Lobo' - El monstruo regresa con fuerza cargado de horror corporal casi a la altura de El hombre invisible

El intento de adaptar el clásico a la vida moderna consigue una cinta que se sostiene y entretiene, pero no esperes mucho gore.
Crítica de 'Hombre Lobo' - El monstruo regresa con fuerza cargado de horror corporal casi a la altura de El hombre invisible
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Actualizado: 18:35 15/1/2025

Tras el éxito de El hombre invisible en 2020, Leigh Whannell regresa al universo de los monstruos clásicos de Universal con Hombre Lobo, una reinterpretación moderna que busca rescatar el mito del hombre lobo desde un enfoque más humano y familiar. Sin embargo, lo que podría haber sido un gran salto adelante en la filmografía del director se queda en un movimiento lateral: un film que brilla por momentos, pero que no logra superar las expectativas que Whannell estableció con su anterior proyecto.

La película comienza con un prólogo ambientado en los años 90, donde un padre y su hijo, viviendo en un entorno rural de Oregón, se enfrentan a una criatura misteriosa en los bosques. Este inicio establece las bases tanto del terror como del conflicto emocional que dominarán el resto del metraje. La relación entre padres e hijos es el tema central de la cinta, una metáfora sobre los miedos y los traumas heredados que marca la narrativa y define el arco del protagonista, Blake, interpretado por Christopher Abbott.

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Durmiendo con el enemigo

El núcleo dramático de la historia gira en torno a la transformación del protagonista, un hombre que intenta proteger a su familia de una amenaza externa sin darse cuenta de que el verdadero peligro reside en él mismo. Este enfoque recuerda a clásicos del terror psicológico como El resplandor (1980), donde el aislamiento y la figura del padre protector se convierten en fuentes de terror. Sin embargo, Hombre Lobo no profundiza tanto en estos temas, quedándose en un terreno seguro que prioriza los sustos por encima de la introspección.

En cuanto a las actuaciones, Christopher Abbott y Julia Garner ofrecen interpretaciones sólidas, aunque sus personajes podrían haber tenido más desarrollo emocional. Garner, en particular, se destaca como la madre que debe enfrentarse tanto a la amenaza externa como a la transformación de su marido, pero su personaje carece de suficiente profundidad para que la audiencia se conecte completamente con su lucha. La joven Matilda Firth también aporta una presencia convincente, aunque su rol a veces queda relegado a un segundo plano.

Puro horror corporal

Uno de los aspectos más destacados de la película es su uso del horror corporal. Whannell demuestra una vez más su habilidad para crear secuencias inquietantes a través de efectos prácticos y maquillaje prostético, evitando en gran medida el CGI. Las escenas de transformación de Blake son visualmente impactantes y evocan recuerdos de clásicos del género como Un hombre lobo americano en Londres (1981). Sin embargo, el film podría haber llevado el horror corporal aún más lejos, explorando con mayor profundidad la pérdida de humanidad del protagonista.

El mayor problema es su falta de riesgo narrativo. Mientras que El hombre invisible sorprendió al abordar temas como la violencia de género en el contexto del #MeToo, esta película opta por un enfoque más convencional, sin ofrecer un comentario social o una perspectiva innovadora. Esto hace que la película sea efectiva como un thriller de terror, pero carezca del impacto emocional y temático que hizo de El hombre invisible una experiencia memorable.

A pesar de sus deficiencias, es una película entretenida que logra mantener la tensión a lo largo de sus 103 minutos de duración. La dirección de Whannell es precisa y efectiva, utilizando movimientos de cámara y diseño sonoro para crear una atmósfera inquietante. En definitiva es un ejercicio sólido de terror que demuestra el talento de Leigh Whannell para reinventar monstruos clásicos. Sin embargo, la película deja la sensación de que podría haber sido mucho más. Es un film que funciona como entretenimiento, pero que no logra dejar una huella duradera en la audiencia.

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